martes, 21 de abril de 2020

Transrraulaica 2019 Día 1: De Canfranc a Formigal

12-Julio-2019

Tuvimos que esperar 6 o 7 años, pero al final conseguimos no ir solos al monte. Un miembro del club tuvo que hacer las maletas y cruzar montañas y ríos hasta llegar a una tierra donde se nos comprendía e incluso admiraba (bueno, esto último no lo tengo tan claro). La patria chica de Juanito Oiarzabal, de Edurne Pasaban, de Karlos Arguiñano, de Santi Abascal. El edén de los montañeros, el paraíso perdido de los aventureros de 3 al cuarto que huyen de la meseta para pisar verde y comer tortilla de bacalao. La tierra del eterno chubasco y la inexistente distinción entre condicional y subjetivo.

Paro ya que corro el riesgo de acabar escribiendo un guión para Dani Rovira.

El caso es que Toni G había conseguido socios, y vaya socios. Lo mejor de cada casa.

Esta vez partiríamos de Canfranc y por tanto y aprovechando que mis suegros aún me aceptan en su casa, dormí allí y me junté con el resto de la tropa a las 8 de la mañana en la estación de autobuses de Jaca. El día anterior nos habíamos organizado para dejar un coche en Torla, de manera que el último día todo fuera más sencillo.

Cogimos el autobús de la mancomunidad hasta llegar a Canfranc-Estación (que el arbitro del GR-11 nos perdone el saltarnos el tramo Canfranc pueblo - Canfranc Estación) donde compramos comida para el día y fui conociendo a mis nuevos compañeros de ruta.

El camino comienza en la desubicada y semi-abandonada estación internacional de Canfranc, vestigios de un cruce fronterizo otrora importante y hoy reducido al tráfico rodado debido a la desidia francesa y el olvido nacional. Cruza el río y se interna en un bosque por el que discurre entre entretenidas subidas y bajadas hasta el enlace con la pista de la Canal Roya. 

La pista, aburrida como solo las pistas lo son, se nos hizo bastante amena mientras íbamos contándonos historias y disfrutando de la vuelta al monte. El primer día siempre es alegre. La mochila aún no pesa, los hombros no duelen y los pies no arden. Todo parece (y es) verde y fresco comparado con la ciudad y el día a día.

Echando la vista atrás, hacia el Aspe

La pista muta en camino y el camino en senda y el llano deja paso a la cuesta arriba. Adelantamos a una pareja de navarros y Koldo, que se casaría pronto, les deleita con una jota de la tierra. Piel de gallina, ojos humedecidos. La conjunción naturaleza - arte llevada a cotas nunca antes alcanzadas. 

Seguimos con ritmo animado pero nos vemos obligados a parar ya que además de su alma, Koldo se había dejado las gafas de sol mientras cantaba la jota en aquel claro del bosque.

Ya con todo equipo reunido de nuevo superamos las cuestas más duras y llegamos a La Rinconada, que así se llama al llano en el que termina la canal. Un prado alpino precioso con vacas, caballos, marmotas y alguna espécimen humano ligera de ropa. Aficiones como otra cualquiera que tienen algunos. Unos se comen una barrita de cereales y frutas, otros muestra su comunión con la naturaleza mostrándose tal y como son.

El final de la Canal Roya: La Rinconada
La senda ya no era obvia, pero estaba claro que había de haberla. Era necesario vencer a la pared casi vertical que nos cerraba el paso y poco a poco fuimos distinguiendo el camino, que a base de infinitas zetas salvaba mucha altura en muy poco recorrido. A ello nos pusimos, cada uno a su ritmo y echando la vista atrás admirando el paisaje y recuperando resuello.

Arriba nos esperaban los ibones de Anayet, enmarcados por la silueta del Midi d'Osseau. Su color marrón barro nos supuso una pequeña decepción, no lo negaré. Allí, ya con el sol apretando fuerte hicimos una parada larga y nos comimos el pan y embutido acarreado desde Canfranc. Que momentos de absoluto placer puede darte una hogaza de pan y un paquete de jamón Navidul calidad mediana. Como merece la pena llevarlos en la mochila. Siempre en mi equipo el jamón de lonchas y el queso de la tierra.

El Anayet

Le Midi y los decepcionantes ibones del Anayet
Tras unas fotos de equipo nos echamos de nuevo al camino, sabiendo que era ya todo bajada o llano hasta Formigal. La primera parte del descenso, estupendo, siguiendo un arroyo saltarín en el que algunos incluso se bañaron y otros mojamos los pies. La trocha bajaba encañonada entre dos riscos que nos ocultaban la cara B de una fuente de ingresos muy importante para estas zonas. Cuando la vista se abrió pudimos ver las contrapartidas de una estación de esquí. Que desolación, que horror. No son solo los hierros que se elevan allá donde mires. Son los desmontes, las zonas deforestadas, las pistas abiertas en lo que en algún momento fue una pradera, etc. El horror.

La Marmolada de los infiernos al fondo
Y al horror le añadimos la sed, porque desde que llegamos a la zona de Anayet de la estación de Formigal hasta el núcleo de urbanizaciones y hoteles, fue una hora larga de caminata a buen ritmo a pleno sol, cansados y sedientos por una zona desagradable, al lado de la carretera y con vistas a las pistas de esquí. Creo que no me equivoco si digo que es la parte mas fea y tediosa de todo el GR-11 que hemos hecho hasta ahora.

Por fin entramos en la horrenda urbanización y calmamos nuestra sed en una terraza con agua, cerveza y aquarius.

La tarde la pasamos entre la piscina y las terrazas de Formigal, descansando y riéndonos cerveza en mano.

1 comentario:

  1. ¿Erais vosotros los que armábais jaleo esa noche jugando al jungle speed?
    Ya os vale, menos mal que al día siguiente pudimos desayunar tranquilos. El desayuno, lo mejor del hotel.

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