sábado, 30 de septiembre de 2017

Sri Lanka, la puerta del Sur de Asia - Día 6 - Kandy

Domingo 6 de Junio de 2015

Kandy es diferente a lo que habíamos visitado los días anteriores. El clima es más fresco, lo cual se agradece y las montañas rodean la ciudad. Es el preludio a las tierras altas del país, a las zonas de plantaciones de té y chaquetilla por las noches.

Kandy cogió el relevo de capital de Ceilán tras Polonnaruwa, y a la vez que las primeros occidentales (los portugueses) llegaban a las costas de la isla y empezaban a reclamar parte del comercio primero y luego el territorio directamente. Mantuvo la capitalidad hasta que los ingleses se hicieron con la isla en el siglo XIX y Sri Lanka dejó de ser un país independiente. Por ello aúna edificios coloniales y un ambiente más ordenado con las raíces budistas del resto del país. Es una ciudad agradable, con un lago en el centro alrededor del cual se puede pasear y un centro animado. Nos dio la impresión de estar más desarrollada que las zonas centrales y se ve bastante mezcla de religiones en sus calles.

El principal reclamo de la ciudad es el templo del diente de Buda. Según la leyenda, esta curiosa reliquia fue traída desde la India a principios del primer milenio y ha sido reverenciada y custodiada en la isla por parte de las sucesivas dinastías que han regido el país. Teóricamente quien guarde la reliquia tendrá el derecho a regir sobre Ceilán, y así fue hasta que llegaron los occidentales y dejaron clarito que eso no iba mucho con sus costumbres.
Templo del diente de Buda de Kandy (la foto no es mía)

Sin embargo, el templo es hoy en día centro de peregrinación para todo el budismo mundial, no solo el local, y por tanto quizás sea el templo más importante del país.

Comenzamos nuestra visita por ahí, poniéndonos un sarong para tapar las impúdicas piernas y siendo testigos del respeto reverencial con el que la población visita el templo, rezando y postrándose ante la reliquia al pasar por su lado. El complejo es interesante, y puedes estar un par de horas entretenido visitando las diferentes estancias, templetes y estupas. Cuando acabamos, salimos a la calle de nuevo y dimos un paseo por la orilla del estanque artificial.

Pese a que las orillas no están especialmente limpias, supone un paseo agradable, alejado del follón del centro de la ciudad y disfrutando un poco de la naturaleza. A mitad de camino se nos acercó un hombre que nos ofreció unas entradas para un espectáculo de baile, pero ya íbamos sobre aviso de que suelen ser timos así que educadamente le dimos largas. Parece ser que las danzas de Kandy son muy interesantes, pero no es lo nuestro, la verdad, al menos por el precio que las ofertan.

La segunda atracción más importante de Kandy es el jardín botánico. De primeras nos pareció un poco triste que tu segunda atracción sea un parque pero como no teníamos mucho más que hacer ese día nos plantamos allí. La verdad es que fue una grata sorpresa. No sé si a gente que viva en el trópico o en zonas más verdes de Europa les defraudará, pero viniendo de la seca estepa castellana impresiona.


Jardín botánico de Kandy


Arbolaco del Jardín botánico de Kandy

No solo los árboles son majestuosos, sino que el diseño del parque está muy cuidado y recorrer sus paseos y senderos es un placer que no hay que perderse.


Volvimos al hotel ya entrada la tarde y volvimos a bajar al centro en un tuk tuk para cenar. Elegimos un sitio recomendado por la guía cuya especialidad era la comida musulmana de la isla. La comida estaba bien pero entre que el sitio no brillaba por su limpieza y que nos sentimos un poco observados por el resto de comensales (todos musulmanes y con cero o ninguna mujer entre ellos), no nos pareció la cena más agradable del viaje.

Calle principal de Kandy, donde cenamos (la foto tampoco es mía)

Dimos una vuelta nocturna por el centro de la ciudad apreciando el ambiente local y cogimos otro tuk tuk de vuelta al hotel.

viernes, 29 de septiembre de 2017

Sri Lanka, la puerta del Sur de Asia - Día 5 - Cuevas de Dambulla

Sabado 5 de Junio de 2015

Al día siguiente unos ruidos muy extaños nos despertaron a eso de las seis de la mañana. Maldiciendo a los vecinos de arriba abrimos la cortina para encontrarnos a una familia de monos tranquilamente sentados en nuestra terraza. La verdad es que nos hizo gracia y se nos pasó el enfado del madrugón. Los tíos estaban ahí con toda su pachorra, y no les importo lo más mínimo que le miráramos y les hiciéramos fotos. Ni un amago de huir.

Visita mañanera

Así que nos metimos otro buen desayuno en el hotel, y fuimos a las cuevas de Dambulla, que quedaban cerquita. La primera impresión no fué muy buena, porque el gobierno construyó un templo dorado gigante que parece una atracción de feria de cartón piedra pintada de dorado que quita cualquier tipo de encanto al conjunto.

Sin embargo, las grutas, que son las más antiguas y mejor preservadas del país, son un tesoro histórico del budismo y se esconden a la espalda del horrible templo, como queriendo huir de la horterada que les han colocado delante. Cuando el horrendo templo se caiga, las grutas y las estatuas seguirán ahí.

Templo recién sacado del chino de la esquina

Subimos unas interminables escaleras con monos merodeando por todos lados. El calor era más aguantable por ser primera hora de la mañana, pero ya se intuía lo que sería otro día tórrido. Las cuevas principales son siete y se sitúan a lo largo de una galería que se mantiene fresca durante la mañana. Multitud de estatuas y pinturas de Buda se agrupan y alinean en las cuevas mas grandes, y una atmósfera de recogimiento y oración impregna todo. Fuera, la galería se abre a una terraza con unas espléndidas vistas de la llanura central del país.

Conjunto escultórico de las cuevas

Conjunto escultórico de las cuevas

Estuvimos visitando el conjunto un par de horas, admirando las pinturas murales y las estatuas de Buda. Las cuevas datan del siglo I a.C pero casi todas las dinastías de la isla han ido aportando estatuas, pinturas o habilitando templos, desde los monarcas de Anuradhapura hasta las dinastias del siglo XVIII. Disfrutamos del fresquito de la mañana antes de bajar de nuevo las escaleras y empezar el trayecto hacia Kandy.

Adios llanura central, adios. No echaremos de menos tu calor y humedad

Ir hacia Kandy supone ir abandonando poco a poco la llanura central, núcleo histórico y religioso del país, para ir avanzando hacia las tierras altas. Estos días atrás habíamos podido contemplar la herencia religiosa y más antigua de Sri Lanka, que murió con la llegada de los poderes coloniales a la isla. En los días siguientes empezaríamos a conocer las ciudades que los portugueses, ingleses y holandeses habitaron en sus etapas aquí, principalmente huyendo del calor asfixiante del centro.

El paisaje va cambiando poco a poco y las colinas empiezan a aparecer, junto con más población musulmana e hindú en las ciudades que se van atravesando.

De camino paramos en un jardín de especias. Hoy en día nos parece mentira, pero las especias fueron la razón de la historia colonial de la isla. Los europeos del siglo XVI, ávidos de mercancias con las que hacer dinero facil encontraron un autentico paraíso en la riqueza vegetal de esta isla. Clavo, canela, cardamomo, pimientas y un sinfín más de especias que suponían una barbaridad de dinero para la época una vez llevadas a Occidente.

La visita al jardín sin embargo nos pareció prescindible. El conductor se lleva su comisión y un avispado guía te va enseñando los diferentes árboles que tienen para posteriormente pasar a la tienda y pasar también por caja. Es difícil negarse a comprar algo cuando llevan 40 minutos explicándote cosas, así que acabas cayendo. Si no se quiere comprar nada es mejor pasar de largo.

Antes de llegar a Kandy hicimos un alto en un templo hindú que vimos a la vera de la carretera. Era el primero que veíamos en el país (ya que la mayoría de la población hindú está en las provincias del Norte) y el contraste con los templos budistas es llamativo. No parecía demasiado antiguo, pero el colorido de la fachada principal y los cientos de figuras que la adornaban bien mereció la parada.

Templo hindú


Templo hindú

Cuando llegamos a Kandy el tiempo había empeorado, y unas nubes negras acechaban en el cielo. El hotel estaba muy bien, con una preciosa piscina con vistas al enorme río Mahaweli.

El bosque tropical cerraba la vista en la otra orilla y mi cabeza me llevaba una y otra vez a los tiempos en los que oficiales criados en la fría Inglaterra subieron por estos ríos y descubrieron estas tierras salvajes tan diferentes a las suyas. Decidimos hacer un poco el colono también nosotros y descansar la tarde en la piscina, tomando el sol, bañándonos y comiendo y bebiendo cervezas a placer en las tumbonas. A eso de las seis, una tremenda tromba de agua descargó sobre el hotel pero la temperatura siguió siendo buenísima, así que disfrutamos de la lluvia mientras leíamos en el porche.

Como colonos en el siglo XIX

jueves, 28 de septiembre de 2017

Sri Lanka, la puerta del Sur de Asia - Día 4 - Polonnaruwa

Viernes 4 de Junio de 2015


Nuestro día empezaba en Polonnaruwa, otra de las antiguas capitales de la isla donde alquilaríamos unas bicis y empezaríamos a recorrer el conjunto de ruinas pedaleando.

El calor seguía siendo muy intenso, pero con el airecillo de la bici se pasaba mucho mejor. He de decir que si hablamos de ruinas, ésta nos pareció claramente la mejor visita de Sri Lanka. Aquí se pueden encontrar todo tipo de restos antiguos de civilizaciones perdidas: templos, pagodas, esculturas gigantes todas cerca una de las otras, bien conservadas y mantenidas y agradables de visitar. Para mi es una parada imprescindible en la visita a este país.

Tras la destrucción y abandono de Anuradhapura allá por el siglo XI, la capital del reino cingalés se trasladó a Polonnaruwa hasta el siglo XIV, una vez que los invasores Chola fueron rechazados por el rey Vijayabahu I, quien también fundó la ciudad.


Mapa de la ciudad antigua de Polonnaruwa

Comenzamos por el museo arqueológico, que contiene una buena introducción a las culturas antiguas de la isla y a los tiempos en los que el hinduismo aún era la religión mayoritaria de la isla. Se puede aprender bastante de los templos hindúes y hay una bonita colección de objetos antiguos.

Palacio Real

Gal Vihara

Tras alquilar las bicicletas comenzamos nuestro tour por las ruinas. No hay ningún tipo de subida y el firme está en buen estado, así que vale cualquier tipo de bici, incluso unas de paseo como las que nos dieron a nosotros.

Gal Vihara

Hay restos de todo tipo y en diferente estado de conservación, edificios palaciegos semiderruidos como el Palacio Real, pagodas inmensas muy bien conservadas como la Kiri Vehera o Pabalu Vehera, complejos templos en buen estado de conservación como el Vatadage (dentro del llamado Sacred Quadrangle) o el hinduista Siva Devale, gigantes estatuas de Buda esculpidas en roca en Gal Vihara...en definitiva, una visita muy agradable donde apreciar las civilizaciones antiguas de la isla.

Templo de Vatadage (Golden Quadrangle)

Detalle del templo de Vatadage

Templo hinduista de Siva Devale

Estupa de Rankot Vehera

El responsable de muchos de los restos que hoy se pueden ver en la zona fue el rey Parakramabahu I, el cual además de edificios palaciegos y templos se dedicó a una frenética construcción de estanques de riego y canales para que no se desperdiciara ni una gota de agua que cayera del cielo. Es curiosa la abundancia de inmensos estanques de agua dulce por toda la llanura central de la isla. Parece ser que en la zona seca de la isla la precipitación que cae a lo largo del año no es suficiente para sustentar el cultivo del arroz, asi que desde épocas bien tempranas la construcción de gigantescos estanques o embalses conectados a canales y ríos fue el pasatiempo favorito de los gobernantes ceilaneses. Se pueden ver por toda la llanura central del pais.

Una vez acabado la etapa ciclista y con unas nubes muy negras amenazando lo que quedaba de tarde, nos dirigimos hacia el parque nacional de Minneriya a hacer un safari para ver los famosos elefantes de Sri Lanka.

Elefantes salvajes en el PN de Minneriya

El día anterior habíamos pasado por delante de un sitio donde ofrecían excursiones a lomos de los propios elefantes, pero el pobre animal estaba encadenado y con cara de triste, y la idea de montarnos encima de él no nos sedujo mucho. Por contra, aquí pueden verse los animales en libertad, eso si, a costa de pagar una buena entrada para acceder al parque. El jeep se interna en el parque por una pista en medio de un tupido bosque, y poco tiempo después  ya vimos los primeros elefantes, bastante cerca de la carretera asi como algún ciervo y cientos de pájaros.
Pero no tuvimos mucha suerte, porque empezó a llover y ante la lluvia los elefantes se internan más y más en el bosque, y es difícil ver las grandes manadas que en días claros se reúnen a la orilla del lago. Aún así, disfrutamos del bosque avanzando hasta llegar a la orilla del estanque donde el paisaje, con las aguas tranquilas rodeadas de selva por todos lados era grandioso. La caída de la tarde, con los pájaros surcando el aire es un espectáculo maravilloso en el interior de Sri Lanka. 

Huyendo de la oscuridad y de la lluvia tropical volvimos al hotel, donde descansamos hasta el día siguiente.


Atardecer en el PN de Minneriya

miércoles, 27 de septiembre de 2017

Sri Lanka, la puerta del Sur de Asia - Día 3 - Mihintale y Sigiriya

Jueves 3 de Junio de 2015


Nos levantamos con algo más de calma, aunque la deslumbrante luz tropical inundaba la habitación desde las seis de la mañana. Nos dimos un baño en la piscina (solos, of course) y pedimos un desayuno ligero de fruta y tostadas. Nos encanta probar la comida local, pero con el desayuno somos muy occidentales; ya nos pasó en Japón y también aquí, tras un día de prueba volvemos al típico desayuno europeo. 

Sugat nos estaba esperando pacientemente en la puerta y tras descartar volver a Anuradhapura ya que el festival seguía, aceptó llevarnos al primer destino que teníamos planeado: Mihintale.
Este conjunto de templos se encuentra en las cercanías de Anuradhapura, a unos 8 km, y se erige en el lugar exacto donde  la leyenda dice que allá por el siglo III a.C el antiguo rey de Ceilan Devanampiya Tissa se encontró con Mahinda, un hijo del emperador de la India Ashoka y que se encontraba de viaje como monje budista. Este encuentro entre ambos supuso la conversión del rey y el momento en el que el budismo pasó a ser la religion "oficial" de la isla (o al menos de la mayoría de la población).

Roca de Mihintale

Mihintale

El lugar consta de una explanada a la que se accede tras subir unos 1800 escalones, bajo la atenta mirada de muchos monos. Alrededor de la explanada se yerguen varias colinas, cuyas cimas se encuentran coronadas por diversos monumentos: la roca sagrada a donde llegó el monje Mahinda, una gran pagoda blance y una estatua de Buda.

Era el segundo día de festival religioso, asi que la marea blanca también inundaba Mihintale, aunque en menor medida que el día anterior. Sugat nos dejó a pie de colina y subimos andando entre la multitud, que nos miraba extrañada. Todo el mundo se descalzaba y dejaba sus sandalias a pie del monte y nosotros hicimos lo mismo, pero metimos nuestro calzado en la mochila. Antes de subir se nos acercó una mujer, que dijo pertenecer a una asociación de prensa y nos alertó de que la mayoría de los peregrinos eran de zonas rurales, no acostumbrados a la presencia de turistas y que tuviéramos mucho cuidado. He de decir que en ningún momento vimos ningún tipo de peligro, la gente te mira extrañada, pero es amable, sonriente y educada. Nos sorprendió la advertencia de la mujer, la verdad.

Estupa blanca de Mihintale

Subimos la larga escalinata con cuidado de no pisar a nadie y llegamos a la explanada principal. Allí hay una estatua del rey Devanampiya Tissa iluminado junto a un árbol bodhi. 

Desde allí subimos a la estatua blanca de Buda y a la pagoda, desde donde se contemplaba un impresionante escenario de la llanura central del país, cubierta por un denso bosque y con las inmensas pagodas de Anuradhapura en la lejanía. La vista era increíble, pero no sería nada comparada con la que contemplaríamos más adelante en el día.

Vistas desde arriba

Rodeamos la pagoda haciendo fotos a los lugareños que nos lo pedían, que se miraban después en la pantalla de la cámara divertidos. En la bajada hacia el coche los monos acechaban a la vera del camino, atentos para comer algún fruto seco o resto que se le cayera a alguien.
A mano derecha nos desviamos hacia las ruinas de la estupa Kantaka Cetiya, del siglo I a.C. Semioculta entre la maleza, pudimos disfrutar de algún momento de calma, aislados un poco de los peregrinos.

Kantaka Cetiya


De nuevo con Sugat le pedimos que nos llevara directamente al siguiente punto de interés: Sigiriya, la roca del león.
Tras un largo viaje en coche (disfrutando del aire acondicionado, no lo vamos a negar) empezamos a ver más agitación turística, con más negocios de tours y souvenirs, y es que nos acercábamos al que probablemente sea el punto más turístico del país. Comenzamos la visita pagando la cara entrada, como en todas las atracciones turísticas de Sri Lanka. Bajo un sol inmisericorde y un terrible calor visitamos los jardines repletos de ruinas al pie de la gran roca hasta llegar al comienzo mismo de las escaleras.
Nos encontramos con mucho turismo local y tuvimos que ir casi en fila de uno subiendo lentamente. En el camino de subida nos hicieron pasar por una galería de pinturas o grabados con poco o nulo interés, en la que no corría el aire y el calor era completamente agobiante. Tras salvar el primer tramo de escaleras se llega hasta la pezuña del león, una impresionante escultura en la roca que precede el ultimo nivel de peldaños.

Pezuña del Leon

Allí cogimos aire y volvimos de nuevo para arriba, sudando copiosamente. El complejo palaciego de Sigiriya data del siglo V d.C, y fue mandado construir por el rey Kasyapa. En la cima, una vez subidos los 370 metros de escaleras el aire corría mucho más y se estaba mucho más cómodo.
La vista es grandiosa. Un interminable jardín del edén se extiende en todas direcciones. El verde lo inunda todo y tanto el llano como las montañas circundantes son un vergel donde el suelo se oculta bajo las copas de los frondosos arboles. Nos quedamos un buen rato admirando el paisaje, que lo merece.


Maravillosa vista


Ruinas del templo-fortaleza

Esta parte de la isla es muy plana, con colinas y rocas aisladas que saltean el paisaje. En lo alto de la roca, las ruinas del palacio o templo que fue abandonado mucho tiempo atrás. Es fácil comprender porqué se eligió esta localización, y es que la vista se prolonga en todas direcciones hasta el infinito. Volvimos a bajar, ya aliviados del tremendo calor y descendimos del todo perdiéndonos entre los jardines de roca y verde, alejándonos de la multitud hasta alcanzar la entrada de nuevo.

Ese día teníamos un muy buen hotel reservado, regalo de unos amigos y decidimos que ya estaba bien de morir de calor. El Heritance Kandalama es un hotelazo, con una arquitectura muy particular que se funde con la selva y el lago y que por dentro es todo comodidad y lujo. Pasamos la tarde-noche en la terraza descansando y leyendo, admirando las vistas sobre el estanque y el bosque y con el sol poniéndose tras las colinas.

Heritance Kandalama, hotelaco



martes, 26 de septiembre de 2017

Sri Lanka, la puerta del Sur de Asia - Día 2 Anuradhapura

Miércoles 2 de Junio de 2015


Había muchas cosas que ver así que nos levantamos temprano, ayudados por el sol, que en aquellas latitudes brilla desde muy pronto. El desayuno, sin embargo nos retrasó. Otra sucesión de platos interminable nos aguardaba. Había de todo, comida típica del país, fruta, cereales, tostadas, sin duda mucho mas de lo que podíamos comer, y más tras la pantagruélica cena del día anterior. A la mitad del desayuno nos disculpamos como pudimos y nos fuimos. Me faltó decir que tanto en la cena del día anterior como en el desayuno el inmenso comedor estaba completamente vacío, sin rastro de huéspedes. Cuanto menos un hotel misterioso. 

Sugat nos estaba esperando en la puerta. Ya nos había avisado el día anterior de que no era un buen día para visitar Anuradhapura, ya que se celebraba el festival Poya y la ciudad estaría invadida por peregrinos. En ese momento no nos pareció un gran problema, pensamos que todo estaría con más ambiente y podríamos ver un auténtico festival budista. Nos imaginábamos un Santiago de Compostela con peregrinos, o a lo sumo una Roma. Craso error. A una gran distancia del centro, la multitud vestida de blanco ya colapsaba todo, inundando calzadas, caminos y cualquier superficie, haciendo casi imposible la circulación.
Además, Sugat no parecía comprendernos del todo bien. Nosotros somos muy andarines y no nos importa meternos en cualquier lado, caminar entre los locales, perdernos si hace falta, ensuciarnos, preguntar o cualquier cosa. Habíamos elegido contratar un conductor porque nuestro tiempo en el país era limitado y queríamos ahorrar tiempo en traslados, pero creo que Sugat no estaba acostumbrado a este tipo de viajeros, y mostraba muchos reparos en dejarnos en sitios que no estuvieran a pie de monumentos o en dejarnos libres por ahí. Nos hicieron falta un par de intentos hasta dejarle claro que queríamos mas un transporte entre ciudades que un guía que nos llevara de la mano. 

Plano de Anuradhapura

Ante la imposibilidad de acceder al centro de la ciudad, Sugat nos dejó en un templo más a las afueras, el de Isurumuniya. Situado a la orilla de un gran lago o estanque de irrigación, este antiquísimo templo del siglo IV antes de Cristo atesora una tallas en roca de unos amantes y de unos elefantes albergadas en un museo anexo. Unas escaleras dan acceso a una roca desde donde se ve una buena vista del lago y una pequeña estupa blanca pone la guinda al conjunto. Nos sirvió como introducción a los templos budistas ceilaneses y para mezclarnos por primera vez con los locales. Sin exagerar afirmo que eramos los únicos occidentales, y Eva era como un extraterrestre para ellos. La gente se nos quedaba mirando y sonreía, eso si, con una exquisita educación. Entre aglomeraciones subimos a la roca y a la estupa y volvimos de nuevo con Sugat, que nos esperaba paciente junto al coche.

Templo de Isurumuniya

Pagoda del templo de Isurumuniya

Nos vino a decir que era mejor renunciar a la visita, que el resto del día sería infinitamente peor ya que teníamos que ir al centro y que no veía posibilidad de acercarse a los monumentos. Le aclaramos que no habíamos ido hasta allí para estar en el hotel y que nos dejara donde pudiera, que ya nos acercaríamos nosotros andando. Así pues nos sumergimos en el hormiguero humano que era Anuradhapura ese día y tras un monumental atasco Sugat consiguió aparcar en una especie de área habilitada. Y nosotros nos dispusimos a mezclarnos con los peregrinos y ver aunque fueses algo de la ciudad.
Estábamos cerca de la inmensa estupa blanca de Ruwanwelisaya, visible desde casi toda la ciudad, y hacia ella nos dirigimos inmersos en el río de túnicas blancas. El gentío se dispersó un poco al llegar a la refulgente construcción y pudimos apreciar la cenefa de elefantes que bordeaba toda la estupa y el fulgor blanco que relumbraba a los rayos del sol. Esta estupa fue construida en el siglo II antes de Cristo y en su momento fue uno de las construcciones más altas del mundo. Tras un largo periodo de olvido y cuasi ruina, fue restaurada a comienzos del siglo XX y hoy vuelve a mostrar su antiguo esplendor.

Estupa blanca de Ruwanseliya

Estupa blanca de Ruwanseliya

Siguiendo a la gente llegamos al punto que atraía a los peregrinos: el árbol Bodhi. Tras la iluminación de Buda en la India, los diversos peregrinos que acudían al árbol donde se alcanzó la iluminación iban cogiendo esquejes y los plantaban en sus lugares de origen. De aquel primitivo esqueje creció un árbol que hoy se yergue elegante en la ciudad santa de Anuradhapura.
Riadas de peregrinos intentaban llegar hasta él bajo un inclemente sol. Y nosotros con ellos. El árbol no es mas que eso, un árbol, y le dimos una vuelta y volvimos por un camino algo menos transitado hacia el punto acordado con Sugat.

El sagrado árbol Bodhi
Pero nos perdimos, y acabamos dando una vuelta enorme a pleno sol por la ciudad, viendo como los niños se bañaban en las acequias, las familias comían tiradas a la sombra y los monos aprovechaban cualquier situación para garrapiñar algo de comida. 


Peregrinos

Tras bordear un gran lago con vistas a la gran estupa de Abayagiri por fin llegamos al coche, donde vista la imposibilidad de avanzar más con el coche, aceptamos la propuesta de Sugat de visitar otras cosas en las afueras. Nos dejó cerca de un conjunto rocoso a las afueras de la ciudad. No recuerdo el nombre ni recuerdo que fueran especialmente interesantes pero al menos a la sombra de los arboles la temperatura bajaba un poco y el calor no era tan asfixiante. Sin embargo, tomamos la decisión de volver al hotel y aprovechar un poco la estupenda piscina que probablemente tendríamos para nosotros solos. Efectivamente así fue y pasamos lo que quedaba de tarde tomando el sol y bañándonos en una piscina que parecía sacada de una peli de Indiana Jones, que también habíamos ido a disfrutar.


lunes, 25 de septiembre de 2017

Sri Lanka, la puerta del Sur de Asia - Día 1 Introducción y llegada

Martes 1 de Junio de 2015

(Recupero y amplío un poco las notas de un viaje que hicimos hace ya un par de años. Fue un tanto especial ya que fue nuestro viaje de novios. Aún así, fue un viaje como otro cualquiera al menos en sus primeros diez dias, organizado por nosotros desde Madrid y planificado como un viaje normal, o como lo que nosotros consideramos un viaje normal. La única diferencia fue que los hoteles fueron un poco mejores de lo habitual


El nombre del diario, la puerta del sur de Asia, fue algo que pensé durante nuestros días allí. Este relativamente pequeño país aúna varias características que comparte con los paises más grandes de su entorno. Por ejemplo el budismo, presente en toda Indochina, pero también el hinduismo originario de su hermano mayor, la India. El clima tropical, los bosques, la fauna y los arrozales también son comunes con otros muchos paises de la zona, asi como la comida. Creemos que conforma una visita ideal para quien no tiene mucho tiempo o no se atreva con paises más grandes).



Nada más aterrizar en el aeropuerto de Colombo, el calor nos golpeó como solo te golpea en el trópico. Es tan diferente el clima en estas latitudes al de Europa que uno nunca acaba de acostumbrarse y se pregunta si alguna vez llegaría a hacerlo con esa humedad que te hace estar empapado todo el día. 

En el control de pasaportes nos hicieron pagar de nuevo por uno de los visados, aduciendo que la fecha de nacimiento que habíamos añadido por internet no era la correcta. Nos sonó a corruptela y timo, pero acabábamos de llegar y no queríamos montar lió por unos 20€ y menos en nuestro viaje de novios.

Habíamos contactado con un conductor para que nos llevara de un lado a otro de la isla. Conducir por allí no nos pareció muy recomendable debido al intenso y caótico tráfico y el transporte público no me dio la impresión de estar muy desarrollado. Sugat (que así se llamaba nuestro conductor) nos estaba esperando amablemente en la zona de llegadas y nos acompaño al coche, bastante moderno para los estándares del país. La luz y la vegetación tropical son visibles ya desde el primer minuto, creando ese ambiente especial que al menos a mi me hace pensar en los primeros occidentales que se dejaron caer por aquí y en la época de las colonias.

En el trayecto hacia Anuradhapura, pudimos ir viendo dos cosas: Una: que el país tiene mucha densidad de población, al menos en esta zona. Durante muchos kilómetros la ciudad no cesa, se extiende a un lado y otro de la carretera y no te deja ver nada de campo. Dos: el trafico. Joder. Tuk tuks, camiones, coches, bicis, motillos, todo a la vez, sin reglas, sin intermitentes, con mucho claxon, con gritos y gestos, siempre a tope.

Poco a poco nos fuimos alejando más de la costa oeste del país, la mas avanzada y poblada y nos internábamos en el boscoso centro y hacia las llanuras centrales, germen de la cultura ceilanesa. Sin embargo paulatinamente la noche avanzaba y no pudimos apreciar la frondosidad del bosque que si veríamos los días siguientes. 

A Sugat le costó encontrar nuestro hotel, y con razón. Es un sitio extraño, inmenso, monumental, supusimos que construido gracias a una gran inversión (entiendo que gubernamental). Se esconde en el bosque, con los edificios de las habitaciones comunicados con pasarelas que se elevan varios metros sobre el suelo de la jungla. El sitio esta literalmente en la selva y decenas de esculturas imitando un templo antiguo pueblan las instalaciones. Sin embargo, estaba vacío. Completamente vacío. Daba cierta sensación de abandono pero si lograbas abstraerte el sitio era majestuoso. Dejamos las cosas en la inmensa habitación y fuimos a cenar al restaurante.

Decoración del hotel

En una magnífica terraza en mitad de la jungla nos tomamos el primer curry srilankes, que fue probablemente de los mejores, con una sucesión casi interminable de platos diferentes con diferentes grados de picante. Guardo un muy buen recuerdo a pesar del tiempo que ha pasado. El restaurante seguía la doctrina ayurvedica y unicamente servia comida vegetariana pero el sabor (y el picor) de cada uno de los platos era espléndido. Tan solo eché de menos una cerveza, excluida también de la filosofía del hotel.

Decoración del hotel


Piscina del hotel

Cansados del largo viaje, nos retiramos a descansar en nuestra habitación de la jungla, entre sonidos de monos, pájaros y quien sabe qué otros bichos.