lunes, 18 de julio de 2016

Chile, día 6: La costa de Valparaiso y el gran atasco

02 de Enero de 2016


La idea de hoy era pasar el mayor tiempo posible en la playa antes de volver a Santiago. Pese a que era sábado y Jorge y Carmen tampoco tenian que trabajar al día siguiente habíamos decidido volver hoy para evitar el atasco que se esperaba el domingo.

Fuimos recorriendo la costa desde el coche, pasando primero por Algarrobo con su piscina de record, para seguir hacia el sur y parar en las cercanías de Las Petras. Caminamos hacia el mar (aquí lo han hecho bien y no permiten construir justo al lado del mar) pero lo que vimos no nos gustó mucho. Una playa de piedras muy incómoda y con poco espacio. Al menos mojamos los pies en el Pacífico por primera vez.

Hicimos un alto en el camino para comernos una empanada de almejas ( o machas, como las llaman aqui) y proseguimos hacia otra playa más agradable. Y la encontramos en Punta de Tralca. Lamentablemente estaba a rebosar de gente, ya que estos días son los días en los que todo Chile se va de vacaciones. De cualquier modo buscamos una zona con no mucha gente y pasamos unas cuantas horas tomando el sol y bañándonos entre los chilenos.

Lo primero que hay que decir es que el Pacífico no es el Mediterráneo. No es un agua atractiva para chapotear durante horas y jugar a la pelota metido en ella. Dejando a un lado la temperatura del agua, es un oceano abierto y fiero, y no invita a bañarse, con sus olas y sus corrientes peligrosas. Es curioso pero la gente no suele bañarse y si se baña no lo hace más allá de la cintura. Será por algo.

No ibamos a dejar pasar la oportunidad de probar el agua y nos metimos en el agua imitando a los locales, aunque como he dicho antes el baño no se disfruta demasiado. Asi que nos volvimos a la arena y nos tomamos un helado mientras que disfrutabamos del sitio.


Punta de Tralca
Tras unas horas de relax nos hartamos de estar sin hacer nada y de tomar el sol, que aquí pega muchísimo. Es necesario echarse mucha protección para no quemarse, ya que estamos en el hemisferio sur y la capa que nos protege es aqui mas debil.

La siguiente parada fue Isla Negra, donde Pablo Neruda vivió muchos años y donde está enterrado junto a su mujer. Aparcamos el coche y caminamos por un bonito paraje lleno de arboles enormes al lado del mar. Para entrar a la casa museo es necesario reservar así que lo único que pudimos hacer fue pasear por el jardín de la casa, donde pudimos leer algo sobre la vida del poeta chileno y su relación con España.


Isla negra

Y entonces decidimos volver a Santiago, dando por finalizado el día y dispuestos a llegar para devolver los coches a su hora. Cual fue nuestra sorpresa al ver que todas las carreteras estaban completamente atascadas, siendo imposible avanzar más de un kilometro sentido Santiago. Cuando ya nos habíamos hecho a la idea de llegar tardisimo a casa, el coche de Jose empezó a soltar humo por el capó. Como pudimos empujamos el coche hacia el arcén, mientras que los chilenos del atasco nos miraban y nos señalaban como diciendo "mira los guiris pringaos" (yo habría hecho lo mismo).

Con nuestros limitados conocimientos de mecánica intentamos ver lo que le ocurria al coche mientras que llamabamos a la grúa, aunque con el atasco universal no veíamos nada claro como iba a llegar a remolcarnos. Se nos acercó un borracho que decía ser mecánico que entre balbuceo y balbuceo intentaba arreglar el motor mientras que nos hablaba no sabemos si amenazadoramente o amablemente. Un amigo suyo consiguió alejarle de nosotros ya que el tipo no estaba en condiciones de arreglar ni un boli BIC.

Pasaba el tiempo mientras esperabamos a la grúa cuando se paró a nuestro lado un hombre con su padre, que cargaban unas bolsas. Nos preguntó que ocurría y al cabo de 10 minutos apareció con la caja de herramientas. Resultó ser mecánico de coches y nos arregló la avería tras 30 minutos. Una gran persona de esas que de vez en cuando uno se encuentra por el mundo.

Lamentablemente justo cuando consiguió arreglar el coche llegó la grúa y para no jugarnosla decidimos que no arrancariamos de nuevo el motor y que el coche y sus tripulantes irían montados en la grúa.

Sin embargo el atasco seguía, y aún tardamos unas desesperantes tres horas más en llegar a Santiago, donde aún tuvimos que aparcar los coches y quedar para el día siguiente, que sería el único que tendríamos por completo en la capital chilena.


domingo, 17 de julio de 2016

Chile, día 5: Año nuevo en Valparaiso

1 de Enero de 2016


Mientras intentábamos gestionar nuestra primera resaca en el hemisferio sur desayunamos en casa de Carmen y Jorge. Los chicos salimos pitando para recoger los coches de alquiler mientras las chicas acababan las maletas y cerraban la casa.

El primer coche que recogimos fue justo debajo de casa y fue una pequeña basurilla con motor y cuatro ruedas que luego nos daría algún problema. Montados en él recorrimos la avenida principal de la ciudad hacia la zona noble de Las Condes, donde el aspecto de la ciudad cambia radicalmente. De repente todo son zonas verdes, carriles bici, edificios acristalados y la tez de la gente empieza a ser más clarita. Las calles están más limpias, se respira otro aire proveniente de las montañas y hay como más espacio para vivir. Parece mucho más una ciudad europea. 

Nos contaron Jorge y Carmen que estos barrios son una ciudad aparte, que la gente con pasta que vive aquí no se mueve por el resto de la ciudad y que para conseguir un trabajo en esta zona es mejor vivir por aquí, o al menos mentir u omitir que vives en el centro o no digamos ya en los barrios del sur.

Llegamos a la oficina del alquiler de coches, que tampoco se parecía nada a la oficina de la que veníamos y por indisponibilidad de nuestro coche nos dieron una pick-up roja enorme de la que aquí se ven miles. El cambio fue claramente a mejor, vamos.

Montamos de nuevo, recogimos a las chicas y enfilamos (junto con otros miles de coches) hacia la costa. En el camino hacia Valparaiso el paisaje va cambiando desde el seco (en esta época del año) entorno de Santiago (parecido por cierto al de Madrid en Julio y Agosto) hasta valles más verdes con viñas y bosques de eucaliptos y pinos. Tras demorarnos un poco por un atasco en el peaje, llegamos a Valparaiso.

Valpariso con sus casas coloniales desparramadas por las laderas
La ciudad se cierne sobre el Pacífico como si estuviera a punto de zambullirse en él. Los barrios de casas coloridas y un tanto desvencijadas se agrupan en las laderas de las colinas y en muchos casos lo más facil es acceder a ellos por medio de elevadores.
Valparaiso vivió su época de esplendor tras la independencia de Chile, cuando en el siglo XIX y principios del XX se convirtió en un puerto básico para los barcos que doblaban el cabo de Hornos. Era el primer puerto importante después de una larga travesía y multitud de comerciantes ingleses y de otros paises europeos fijaron su base en la ciudad, dando paso a una época de prosperidad y progreso. Todo cambió con un par de catastrofes naturales y con la apertura del canal de Pánama en 1914. El número de barcos que doblaban el cabo de Hornos disminuyeron drásticamente y Valparaiso cayó en el olvido y la decadencia económica. A día de hoy mantiene su belleza decadente y su aire melancólico, pero se ha convertido en una de las ciudades más pobres y peligrosas de Chile.
Un ejemplo de casa colonial con aires centroeuropeos
Empezamos la visita por Artillería, en el lado oeste de la ciudad, la parte más pegada al puerto. Subimos con el coche a la estación superior del elevador y contemplamos las vistas sobre la bahía, el puerto y la ciudad. Comimos una rica empanada con un jugo en un restaurante muy típico que hacía esquina y proseguimos con el coche hacia la zona del puerto. 

La parte baja de la ciudad es más monumental, con los vestigios de la época dorada la ciudad. Alrededor de la plaza Soto Mayor y la calle Cochrane se agrupan los edificios oficiales y estatuas de liberadores de la patria.
Sin embargo es en las callejuelas empinadas de la parte alta donde reside el alma de la ciudad y por allí nos perdimos en un largo paseo alrededor del Palacio Baburizza y los cerros que lo rodean. Los graffitis han convertido a una ciudad decadente en una especie de museo al aire libre que atrae miles de visitantes. Constituye una aventura doblar una esquina de una calle estrecha y toparte con un mural multicolor, o con un pequeño dibujo con intención política o satírica. No se aburre uno paseando por Valparaiso, eso está claro.


Tomamos un elevador más para acceder al cerro Bellavista donde paseamos por el museo a cielo abierto. La verdad es que toda la ciudad es un museo a cielo abierto y no entendí muy bien la necesidad de un museo "oficial", pero bueno.

Cansados de tanto andar, descendimos de nuevo hacia la parte baja, cogimos los coches y nos dirigimos hacia la zona este, la de los muelles, donde vimos los leones marinos gigantescos y los desagradables restos de la celebración de la noche anterior. Cerdos hay en todos lados, desgraciadamente.
Que animal mas gordo y coñazo. No se movieron ni un centimetro.

Con el fresco del anochecer salimos de la ciudad encaminándonos hacia el apartamento que nuestros anfitriones habían reservado. Llegamos ya de noche a una urbanización con piscina de la zona de Mirasol, en la zona de costa al sur de Valparaiso. Allí encontramos un restaurante abierto donde pedimos unas pizzas que nos comimos en casa y estuvimos jugando a las cartas antes de irnos a dormir.


sábado, 16 de julio de 2016

Chile, día 4: ¡Nochevieja chilena!

31 de Diciembre de 2015


Estábamos derrotados después de tanta actividad turística asi que por un día no madrugamos mucho y desayunamos con calma en nuestro hotel (Atacama North se llamaba, no estaba mal, tenía un patio interior muy agradable pero los precios en San Pedro están muy subidos para la calidad de los sitios).

Hicimos las mochilas y nos fuimos en coche hasta el valle de la Muerte, que según nos contaron en un comienzo era el valle de Marte pero cambió al más llamativo de la muerte. La entrada es por un estrecho desfiladero en el que podría aparecer Indiana Jones en cualquier momento. Al final del mismo te encuentras frente a una inmensa duna de arena en la cual en el momento en que llegamos estaban practicando sandboard. Parecía divertido, pero un poco engorroso y cansado ya que no hay remonte...

Todo muy bien y muy molón hasta que te toca subir a pata again
Nosotros caminamos por la duna haciendo innumerables fotos, el paisaje es sumamente fotogénico.

Valle de la Muerte

Emprendimos la vuelta y buscamos la Pukara de Quitor, el vestigio mejor conservado de la época precolombina y preincaica, cuando los indígenas atacameños gobernaban la zona. Nos costó bastante llegar, no porque estuviera lejos sino por lo mal indicado que estaba. Aunque esté al lado de la entrada al valle de la muerte lo mejor es dar la vuelta casi llegando a San Pedro y entrar por el acceso principal.

La vista del oasis de San Pedro desde la Pukara
La Pukara es un antiguo asentamiento indígena en la falda de una colina. Se pueden ver las estructuras habitacionales de lo que debió ser una construccion defensiva y de habitación a la vez, similar a los castillos europeos de la edad media, pero mucho menos desarrollado. En un principio los atacameños locales vivian tranquilos en la zona, aprovechando los cursos de agua para vivir de una agricultura de subsistencia con su maiz y su quinoa ecologica y bio. Poco años antes de la conquista española llegaron los incas y controlaron toda la zona, eso si respetando las costumbres locales. Entre colegas no se pisaban la manguera, todo de buen rollo entre pueblos hermanos, que eran como las bandas latinas hoy en día. Y entonces (siempre según los paneles informativos, claro, jejeje) llegaron los españoles, masacraron a buena parte de la población y desmontaron todas las estructuras politicas y militares para adaptarlo a su cultura y sociedad. Se acabó lo que se daba y todo el mundo a trabajar para el conquistador, el gobernador o quien fuera. No parece que nos aprecien mucho, la verdad, y no es dificil ver el porqué.

La Pukara de Quitor
El caso es que visitamos la Pukara un poco rápido ya que teníamos que coger el avión en Calama y nos faltaban aún unas dos horitas de coche. Bajo un sol abrasador emprendimos el camino de vuelta, acordándonos de todo lo visitado estos ultimos tres días y lo feo que parecía el paisaje cuando aterrizamos en medio de ninguna parte.

Al aterrizar en Santiago cogimos un transfer a casa de nuestros anfitriones y mientras que ellos nos hacían la cena de Nochevieja nos fuimos a dar un paseo por Santiago. Anduvimos por la zona Centro, la plaza de armas, la catedral de Santiago y toda la zona peatonal de alrededor. Se empezaba ya a respirar el ambiente de fiesta de la Nochevieja y la avenida de Bernardo O'Higgins ya estaba cortada al tráfico.

Volvimos al apartamento donde nos duchamos y arreglamos para pasar nuestra primera nochevieja chilena. Gracias a Carmen y Jorge nos sentimos como en casa con platos chilenos y españoles y pisco para mojar. Al acercarse la madrugada subimos a la azotea para ver los fuegos artificiales que no nos decepcionaron. Desde los diferentes barrios de la ciudad se lanzan al aire miles de petardos y cohetes mientras que la ciudad y el pais entero festeja la entrada en el nuevo año. Vamos, parecido a lo que hacemos aqui pero con 25 grados más.

viernes, 15 de julio de 2016

Chile, día 3: Los geyseres del Tatio

30 de Diciembre de 2015
Madrugamos enfermizamente levantándonos a las 04:30 AM solo para comprobar cómo nuestra furgo se retrasaba casi media hora. En esos 30 minutos esperando a la intemperie pasando frio pudimos ver un ejemplo de los problemas con el alcohol de la población local, siendo testigos de un buen chuzo de una pareja que entraba en la casa de enfrente a grito pelao.

Por fin llegó el minibus y por ser los últimos en ser recogidos pude disfrutar desde el asiento del copiloto del "tranquilo" trayecto a los geiseres. Mientras el resto de pasajeros dormía placidamente yo intentaba no caerme encima del conductor o de la guia, pero todo bien. Seguiamos a la caravana de tours que suben hacia los geyseres atravesando arroyos y siempre subiendo en medio de la aún cerrada oscuridad.

Cuando empezó a amanecer la visión se hizo fantástica. Enormes montañas pardas se elevaban sobre una planicie parda cubierta de matorral, y las llamas y las vicuñas nos observaban sin interés, acostrumbradas al paso diario de turistas. El cielo tenía un color especial en el que la altura aporta una atmósfera especial al entorno y el amanecer le da el toque cuasi místico. Parecía un paisaje mágico, irreal, de los confines de la tierra que el hombre no ha conseguido dominar aún.


La primera visión del campo geotérmico, con unos 6 grados bajo cero.
Tras una hora y media de camino y ya cerca de la frontera boliviana se llega al parking y ya se ven las humaredas de los geyseres, que a estas horas están en su esplendor (de ahí el madrugón). La temperatura era de unos 6 grados bajo cero y la altura de 4200 msnm asi que nos abrigamos mucho y comenzamos a caminar entre las lagunas burbujeantes y los chorros de vapor de agua. Pese a los grupos que nos rodeaban, el paraje no decepciona.

Ese color amarillo que le da el toque de olor a podrido
El olor a huevos podridos nos indica la presencia de azufre en este cambo geotérmico, el mayor del hemisferio sur y el tercero en tamaño de todo el mundo. El frio empezó a remitir y al final del paseo uno puede bañarse en una piscina natural de agua caliente. Yo no me animé pero Eva, Jose y Patricia si.

Marina D'or, ciudad de vacaciones
El guía prepara un desayuno en condiciones que sienta muy bien tras el madrugón y el paseo y la visita prosigue yendo a ver a las vizcachas, un animalillo mezcla de raton gigante y conejo que merodea los alrededores del campo termal, saltando de roca en roca.

Desde ahí caminamos escuchando al guia a través del campo geotérmico, donde los geyseres borbotean e incluso se elevan algunos metros de vez en cuando. El guía hacía hincapié en todo momento de la peligrosidad del sitio, ya que algún turista ha fallecido o sufrido quemaduras graves al dar un paso en falso y caer a los geyseres. El suelo es especialmente fragil y caminar fuera de los senderos marcados no es en absoluto recomendable.


Todo son risas hasta que te caes a una piscina de agua hirviendo
 Los intentos de aprovechar energéticamente el potencial geotérmico de la zona han sido numerosos y aún pueden verse restos de maquinaria, pero debido a algún accidente y a las protestas de los pueblos indigenas en la actualidad cualquier tipo de explotación se encuentra parada.


Una roca humeante

Volvimos a los autobuses y enfilamos ya hacia San Pedro, ahora si viendo la fauna local y conversando (eso yo, que seguia de copiloto) con la guia y el conductor. Paramos en el poblado de Machuca, donde nos explicaron que cada año una familia indígena se encarga de su explotación, vendiendo comida y bebida a los turistas y manteniendo los servicios. Nosotros pasamos ampliamente del pinchito moruno de llama y subimos a ver la pintoresca iglesia, comprobando en la cuesta que la da acceso lo mucho que se nota la altitud en el aguante fisico.

Iglesia de Machuca

Llamas y vicuñas todas pastando en un arroyuelo.
Llegamos a San Pedro a la hora de comer bajo un calor achicharrante y tras una ducha comimos en un restaurante con patio interior donde la comida no estuvo mal pero el servicio fue terrible. Nos tomamos un café en la plaza donde charlamos con una española de viaje por el cono sur y nos fuimos a descansar un rato. Patricia y Jose habían quedado con su transfer, ya que ellos volvían a Santiago ese mismo día. Nos despedimos de ellos y cuando cayó un poco más el sol Eva y yo salimos a pasear por el pueblo.

La plaza de San Pedro es bien bonita, con una iglesia colonial bien cuidada y varios edificios históricos que se han conservado desde la época de la conquista. Uno de ellos es la Casa Incaica, que si hacemos caso a la placa conmemorativa fue construida durante la expedición de Pedro de Valdivia en 1540. En otro costado de la plaza se abre una galeria que alberga unos puestos de artesanía donde compramos unos souvenirs locales.

No confundir a Francisco de Aguirre con Lope de Aguirre el loco


jueves, 14 de julio de 2016

Chile, día 2: En todo lo alto

29 de Diciembre de 2015

Tras un reparador sueño fuimos a desayunar con la incógnita de que nos encontraríamos en el misterioso hotel. El desayuno nos lo sirvieron en un inmenso comedor, desproporcionado completamente para la cantidad de huéspedes que nos alojábamos ese día. Hay que decir que el complejo turístico (porque la palabra hotel no se ajusta a lo que es) era muy grande, con multitud de habitaciones, zonas comunes e incluso una piscina. La dueña, una belga muy amable parece encargarse de todo y nos cobró, nos sirvió el desayuno y nos hizo de guía turística muy amablemente.

Invadíamos su territorio. No les molaba.

Volvimos al coche para proseguir con nuestra ruta. De nuevo otra vez en el salar, avanzando rápidamente por la carretera de doble sentido y disfrutando con la vista de los volcanes a la izquierda y el desierto a la derecha. A mi mente saltaban los relatos de la expedición de Pedro de Valdivia y su compañía a comienzos del siglo XVI. Debieron de atravesar este terrorífico desierto sin apenas preparación y sin saber hasta dónde se extendía para alcanzar las tierras más fértiles del sur y no dudo en reconocer su mérito explorador y aventurero. Que huevos oye.

Laguna Tuyajto. Más allá solo queda el paso a Argentina

La altitud volvía a subir de nuevo, y en poco tiempo superábamos los tres mil metros y después los tres mil quinientos. A la altura del pueblo de Socaire hicimos una parada para apreciar su bella iglesia colonial, estirar las piernas y beber algo de agua. El paisaje ya había cambiado, y es que habíamos abandonado el desierto y el salar por el altiplano, tierras igual de inhóspitas, fronterizas y hogar de gentes duras que han sabido sobrevivir aquí desde siglos atrás.

Altiplano


Nos sorprendió que la carretera asfaltada continuara más allá de Socaire, pero tras unos kilómetros y tras pasar un estrecho cañón que alojaba un canal de riego, el asfalto dejó por fin paso al ripio y a la tierra y nuestro Peugeot 206 con luces de neón y techo solar se vio en clara desventaja frente a las furgonetas y los picks-ups de los tours. Pasamos de largo la desviación a las lagunas altiplánicas y proseguimos la ruta, observados suspicazmente por las vicuñas que se dejaban ver a los lados de la carretera y observando el cambio (o mejor dicho la aparición) de vegetación. Lentamente para no destrozar el coche íbamos avanzando y subiendo progresivamente por la pista, siendo adelantados a gran velocidad por todo el mundo (aunque no fueron más de 6-7 coches los que seguían nuestro camino). Tras una horita sin paradas y subiendo un pequeño puerto se abrió ante nosotros el gran salar de aguas calientes, impresionante en su extensión y en su color blanco que marcaba un claro contraste con los pardos volcanes y el cielo azul. Continuamos bordeando el salar hasta el punto más alejado de la ruta: la laguna Tuyajto, donde salvo por un coche de los carabineros nos encontramos completamente solos.

Salar de Aguas Calientes

Son pocos los tours que se acercan hasta aquí, ya muy cerca del paso a Argentina. Hicimos multitud de fotos, pudimos notar el peso de la altitud en nuestra resistencia física, comimos unas galletas y bajamos de nuevo al salar donde contemplamos gracias a los prismáticos de Jose las aves acuáticas que anidan en este rincón perdido.

La prudencia al conducir debe mandar aquí, ya que un pinchazo, una avería o quedarse atrapado en la arena o el barro supone un gran contratiempo por la gran distancia a San Pedro.

Regresamos por la ruta ya conocida hasta la zona asfaltada y allí volvimos a subir hasta unos 4300 metros hasta las lagunas Miscanti y Miñiques.

Laguna Miscanti

Más cerca de San Pedro y por tanto más visitadas, es quizás el sitio que más nos impresionó de toda la zona de Atacama. De un color azul intenso y al lado del volcán Miñiques parecen sacadas de otro planeta. Comimos arriba, abrigados contra el frío e intentando combatir el dolor de cabeza provocado por la altitud mascando hoja de coca.

Laguna Miñiques

Tras un rato volvimos al coche y bajamos al salar de nuevo donde nos desviamos de la ruta principal para ir a la laguna Chaxa, última visita del día. Es en este tramo de pista donde el salar se puede ver mejor y desde más cerca. A ambos lados de la carretera una costra blanca reina hasta donde se extiende la vista. Paramos a tocar y sentir la sal que anula toda posible fertilidad de esta tierra.


Salar de Atacama

Solo al final de la pista se abre la laguna Chaxa, repleta de flamencos y con un interesante “museo” donde explican la formación del salar y la riqueza mineral de esta zona, de donde se extrae litio para su posterior procesado.

Flamenco en la laguna Chaxa

El sol descendía ya sobre el desierto y nosotros pusimos rumbo a San Pedro. Tan solo un inoportuno control de carreteras de los carabineros de Chile nos detuvo unos minutos pero nos dejaron continuar sin mayores problema. Llegamos justo para dejar las cosas en el hotel, ducharnos y salir a cenar por el animado centro del pueblo, esquivando los innumerables perros callejeros que dominan la ciudad a su antojo.

Al día siguiente tocaba madrugón para ir a los geyseres del Tatio, así que nos recogimos lo antes que pudimos para al menos dormir unas 5 horas.

miércoles, 13 de julio de 2016

Chile día 1: Llegada al desierto

27 y 28 de Diciembre de 2015

Llegamos el día anterior a Santiago, tras un vuelo transoceánico dividido en dos etapas bien distintas. La primera hasta Sao Paulo (o San Pablo adaptado a dialecto chileno, que la traducción suena rara pero si lo piensas es lógico) con Air China: un verdadero tormento y no solo por la duración del vuelo (9 horas y media) sino por el tamaño de los asientos, la cutre-pantalla de entretenimiento, la comida china y la poca educación de los pasajeros chinos, uno de los cuales se nos puso al lado a dormir y no paraba de tirarse pedos asquerosos. No tengo pruebas de que fuera él, claro, pero estoy seguro a un 95%. Air China nunca más, pese a que sea más barato.

La segunda, tras la escala en Brasil, mucho más placentera. Tres horitas nada más, con una fantástica compañía como LAN y ya con el destino final mucho más cerca.

Un rápido y cómodo transfer del aeropuerto a Santiago Centro y en nada ya estábamos con nuestros amigos; los de siempre, Jorge y Carmen y los nuevos: Jose y Patricia.

Bien acogidos por nuestros anfitriones y tras una larga charla para ponernos al día dormimos lo poco que el despertador nos dejó, ya que al día siguiente saldríamos pronto hacia el norte. Nos dio mucha pena esta breve escala en Santiago. Teníamos muchas ganas de estar con Jorge y Carmen y posponer las charlas pendientes y las risas cuatro días más nos jodió bastante pero bueno, el calendario del viajero-turista es duro y le pondríamos remedio más adelante.

Al día siguiente, aún somnolientos y sorprendidos con la luz que inunda Santiago ya a las 6 de la mañana y aún más sorprendidos de que los chilenos no hayan pensado que quizás con esos horarios unas persianas serían una buena idea, tomamos el taxi hacia el aeropuerto. Allí un café con wifi y embarcando para el norte, que pese a las 3 horas de vuelo sigue siendo el mismo país. Una cabezada, un snack salado y otro dulce (que nos pareció una gran opción en este primer vuelo pero del cual acabamos un poco hartos tras 5 o 6) y estábamos en Calama: ciudad de ensueño.

El panorama desde el avión era aterrador. Desde aproximadamente una hora antes de aterrizar (lo cual calculo a ojímetro que son unos 1000 km) no hay nada. Nada. Ni dunas. Ni arena. Ni pueblos. Solo una inmensa planicie ocre donde no habita nada ni llueve ni ha llovido nunca nada. No es coña, leí que había zonas donde no se había registrado precipitación NUNCA (al menos desde que se registra esto). Welcome to el desierto de Atacama.

No voy a engañar a nadie y es que la primera impresión del norte es lamentable. Calama (desde el avión of course) parecía (y es) un gran puñado de casas de uralita y latón puestas ahí por y para las minas que crecen como hongos en toda la región. Esta zona efectivamente no tiene nada en la superficie pero bajo tierra es de las zonas más ricas en minerales del mundo. Desde el avión se aprecian varios agujeros inmensos alrededor de la ciudad, una de ellas la mina más grande del mundo a cielo abierto, Chuquicamata.

La historia del cobre en Chile y en especial aquí en el norte es interesante y para cualquiera curioso por la historia del país diría que imprescindible, ya que hoy en dia el cobre (y antes los nitratos) es la fuente principal de ingresos de Chile. La lucha por su explotación ha supuesto grandes luchas para el pueblo chileno que curiosamente ni siquiera Pinochet pudo o quiso devolver a sus anteriores dueños americanos.

Alquilamos el coche aún con reservas acerca del lugar donde habíamos aterrizado (un sitio tan horrible no puede estar tan cerca de las supuestas maravillas que íbamos a visitar) y enfilamos una carretera en muy buen estado y con una o dos curvas cada 100 km. No había mucho que ver. Desierto a derecha y a izquierda (había debate en el coche sobre si era bonito, impresionante o simplemente horrible) y solo marcando la línea del horizonte a la izquierda (este) una sucesión de montañas o volcanes que servía de única referencia. Alguna planta solar diseminada y algún observatorio. Y nada más.

El único cambio que se observa es el que te marca el GPS del coche en la altitud. Calama ya está a unos 2000 metros pero en el camino a San Pedro creo recordar que se alcanzan los 3400 msnm. Un buen adelanto a lo que nos íbamos a enfrentar en días posteriores. Según te acercas vuelves a bajar hasta los 2000 y pico de nuevo y en ese momento Jose y Patricia avisaron de que habíamos llegado a nuestro primer destino: el mirador del Coyote.

Vista desde el Mirador del Coyote

Nuestro Peugeot 207 empezó a habituarse a su nueva característica todoterreno y salimos de la carretera hacia la pista. La vista desde el mirador sirve como introducción a los próximos tres días. Desde él se observa el salar de Atacama y toda la extensión que continúa hasta donde alcanza la vista. Debajo el valle de la Luna y al lado el pueblo de San Pedro. Adelante y hacia el este, se ve como la carretera sube hacia el altiplano y más allá la línea de volcanes con el Licancabur y el Sairecabur presidiendo.

Tras hacernos unas fotos y felicitarnos porque el viaje a cuatro nos iba a permitir tener muchas fotos en pareja proseguimos hasta San Pedro. La primera impresión…tampoco es buena. Calles polvorientas, perros callejeros y trampas para guiris se suceden en las únicas dos calles con vida. Preguntamos en un par de agencias, descartamos la excursión a Bolivia de un día por su desorbitado precio, compramos provisiones y volvimos al coche para ir a las primeras lagunas.

La carretera que va hacia Toconao es buena y te va metiendo poco a poco en el salar de Atacama. Tras unos pocos kilómetros nos desviamos a la derecha para la laguna Cejar y la Tebenquiche.

El calor es ya bastante sofocante. Un calor seco, de desierto que al principio me deja un poco planchado. La primera laguna no es gran cosa, tengo mucha hambre y además el personal atacameño que te cobra no ayuda mucho. No te dejan acercarte a la laguna y a priori el baño en la laguna me parece algo guiri, sin mucho interés. Sin embargo según nos acercamos a la segunda laguna, la del baño, lo voy viendo todo con más optimismo (el bocadillo tuvo que ver) y tras dudarlo solo un poco acompaño a Jose y Patricia, que ya estaban flotando en la agua debido a su alta salinidad.

Laguna Cejar

Tras un rato chapoteando nos planteamos ir a la siguiente laguna, pero marca 20km por una pista horrible y queremos llegar a la puesta de sol al valle de la Luna así que pasamos de ella y de los ojos del Salar y cogemos el camino por el que hemos venido.

Laguna Cejar y gente flotando

El valle de la luna es uno de los principales atractivos del entorno de San Pedro. En un borde del salar se levantan de repente una sucesión de colinas, dunas y cañones en las que uno puede perderse un par de horas tranquilamente contemplando las formaciones de roca y sal.

Valle de la Luna

Tampoco el personal que atiende y te vende el ticket destaca por su extrema simpatía por cierto. Recorremos en coche toda la longitud del valle, parando primero en una ruta por unas cavernas, después en una planicie inmensa de tonos blancos y rojizos y al final en el paraje conocido como Las Tres Marias, que resulta ser la peor parada de todos. Para el final dejamos la subida a la majestuosa duna dorada desde donde vimos una decepcionante puesta de sol. Las vistas desde arriba son grandiosas, dominándose todo el valle y parte del salar pero la vista del sol ocultándose no es lo mejor.

Subiendo a la duna

Apurando los últimos minutos de luz condujimos de nuevo por la carretera hacia Toconao en la que la noche cerrada del desierto nos dió caza. Al llegar a nuestro destino la oscuridad reinaba por completo y el hotel al que íbamos no había pensado que quizás un cartel ayudaría a sus huéspedes.

Al final, tras un poco de confusión metiéndonos a una instalación militar llegamos al complejo El Toconao donde la dueña, una belga con tos de perro callejero nos indicó que si queríamos cenar nos fuéramos al pueblo que ya era tarde.

Dudando de si ese día nos íbamos a ir a dormir con el estómago vacío llegamos a la pintoresca plaza de Toconao, donde para nuestra sorpresa el restaurante recomendado por la dueña del hotel estaba abierto y nos dio de cenar bastante bien, con un lomo a lo pobre y unos lomitos italianos acompañados por cerveza fría y tamaño XXL.

El día había sido largo así que nos dimos por satisfechos y nos fuimos a la cama hasta el día siguiente.