jueves, 15 de marzo de 2012

Senda del Batallón Alpino y Hermana Menor

Integrantes: Antoñito Alcántara, Jaimolas
Fechas: 4 de Marzo del 2012
Sector: Sierra de Guadarrama
 
Había que romper la ya demasiado larga sequía de subidas a la Sierra, así que el C.A.R.A. se reunió, habló y decidió subir a Cotos el día 4 de Marzo de 2012. Los dichosos exámenes nos habían impedido subir antes y había que aprovechar la nieve recién caída antes de que el previsible calor de Marzo la fundiera por completo. Lo malo es que esto mismo lo iban a pensar unos cuantos miles de madrileños y habría que madrugar. Los dominguers no suponían un problema ya que suelen subir mucho más tarde, pero los montañeros pros, grupo en el que por supuesto nos posicionamos, están dispuestos a levantarse a las horas del gato con tal de pillar nieve fresca y dura. Así pues, había que madrugar, eso estaba claro.

Las 7 en Manuel Becerra un sábado no parece una gran hora para empezar una actividad lúdica, y menos si la noche anterior has cenado fuera y tomado una mezcla de cerveza, chupitos de hierba y ginebra, pero las ganas apretaban y el madrugón se lleva mejor para subir a la sierra que para ir a currar. Con la nula preparación que nos acompaña normalmente nos pusimos en marcha sin agua, sin comida, con la esperanza de hacer acopio de ambos elementos en la tienda sherpa que es la Venta Marcelino.

Decir que nos jode bastante la masificación, con lo que pasábamos mucho de ir al circo de Peñalara, donde encontraríamos más gente que en la calle Preciados el 23 de Diciembre. Pocos días antes había investigado una ruta que mezclaba de manera idónea dos de mis grandes pasiones: la montaña y la historia. Y encontré la senda del batallón alpino.

Tras el estallido de la Guerra Civil española se instauraron numerosos frentes por todo el territorio español, debido al variado éxito y fracaso que obtuvieron los levantamientos en las distintas regiones. Castilla la Vieja cayó en manos de los nacionales, mientras que Madrid, que por entonces pertenecía a Castilla la Nueva, pudo resistir y mantuvo el mando republicano hasta casi el final de la guerra. La frontera entre ambos territorios se situó en el sitio más lógico, la Sierra de Guadarrama, y los puertos y las cumbres cobraron una gran importancia. En un primer momento, los republicanos se mantuvieron en los pueblos serranos y las cumbres y se formo el llamado Batallón Alpino, compuesto por esquiadores y lugareños de los pueblos de la zona, acostumbrados al frio y la nieve y conocedores de los parajes serranos. Uno de los mejores balcones de la Sierra lo compone Peña Cítores, atalaya avanzada sobre la entonces rebelde ciudad de Segovia y La Granja de San Ildefonso, y allí se instalaron trincheras y nidos de ametralladoras para mantener a raya al bando nacional. Las condiciones invernales en aquellos años debían ser terribles, en primer lugar porque nevaba más y en segundo porque no existían los gore-tech, polar-tech, mega – tech y demás mierdas que hoy en día nos cubren del frío. Supongo que lo suplirían con huevos y caldo de pollo, porque aquí se mantuvieron más o menos en condiciones hasta bien entrada la guerra. También he de decir que no fue un frente muy activo, y que el batallón alpino no tuvo que entrar mucho en combate. Por cierto, si alguien quiere leer algo sobre la guerra en esta zona, el libro “Por quién doblan las campanas” de Hemingway, describe muy bien la vida durante la guerra en esta zona.

Llegamos a Cotos un poco pasadas las 08:00 AM, para descubrir que nos habíamos pasado un poco de cagaprisas, porque no estaba lleno ni la mitad del parking. Ha nevado muy poco en el Guadarrama este año, lo cual ha hecho que Valdesquí esté hecho una mierda y que los esquiadores se queden en su casa o se desplacen a La Pinilla u otros sitios más alejados. Pese a todo, nos pusimos las botas y preparamos las mochilas en un ambientillo montañero muy chulo antes de dirigirnos a Venta Marcelino para darnos cuenta de que el cabronías no había abierto aún y de que no teníamos ni comida (más allá de una napolitana de chocolate) ni bebida. Afortunadamente en la parte trasera había unas máquinas de vending en la que compramos dos botellas de agua pequeñas como solución última. Sí, todo muy montañero.

La niebla invadía el bosque

 Con el sueño aún metido de lleno en los ojos y los músculos, emprendimos el camino hacia el chalet alpino, comprobando que había nevado unos 5-10 cm la noche pasada, y que el avance iba a ser dificultoso. A la derecha del Chalet salen unas escaleras que cogimos y que nos dejaron en el mirador de Lucio (si mal no recuerdo) desde donde se contempla Valdesquí, las Cabezas de Hierro y el puerto de Cotos. Una senda nace un poco más arriba y unos círculos amarillos iguales a los de la autopi…perdón, el camino Schmid nos marcan el camino. La niebla dominaba aún el puerto y la atmósfera era tétrica en el bosque de pinos aunque muy bonita. En leve subida la trocha atraviesa este bosque que no se si meter en Valsaín o en el pinar de los Belgas porque es justamente el istmo arbóreo que comunica los dos grandes pinares de la Sierra. Oyendo el repiqueteo de un pájaro carpintero y hundiendo las botas en la nieve fresca, el bosque dejó paso a los pastos, donde fuimos conscientes de que, o la niebla levantaba, o el día de hoy iba a ser bastante absurdo ya que no se veía ya a más de 10 metros.

El sol lucha por dejarse ver

La pendiente aumentaba y empecé a notar los efectos de la noche anterior, no me encontraba demasiado bien físicamente y Antoñito el vigoréxico me cogió unos metros de ventaja. El piorno lo invadía todo y si salías de la senda te hundías en ellos. Atravesamos algún cortafuegos con buena pendiente que, con nieve dura nos forzaría a calzarnos los crampones. Sin embargo, la nieve estaba muy blanda aún tan temprano. Paso a paso, llegamos a lo que pensábamos que era el collado entre Peña Cítores y la Hermana menor. Digo pensábamos porque lo único que notamos fue que la pendiente se acababa, porque ver, lo que se dice ver no veíamos mucho. Allí había mucha más nieve, y en ocasiones nos hundíamos por las rodillas o incluso más así que aprovechamos para hacer una de las cosas que más nos gusta hacer: el imbécil.
Pero tras avanzar 200 metros, la cosa dejó de hacer gracia. No sabíamos por donde seguir (nuestra idea era alcanzar el Chozo Arangüez, en la falda Norte de Peñalara) y el avance era muy difícil ya que cada paso que dábamos nos hundíamos en la nieve. Tampoco parecía buena idea subir a Peña Cítores sin saber siquiera donde estaba (si, vale, llevábamos brújula y mapa, pero no era plan). Un pequeño valle descendía en altura hacia quién sabe dónde y, ya que no teníamos mucho que hacer y no eran aún ni las 10 de la mañana, probamos a cogerlo. Mala idea. Se había acumulado aún más nieve y en ocasiones nos hundíamos hasta la cintura. Para más INRI, un arroyuelo discurría bajo el manto níveo y cuando metíamos la pata hasta el fondo, nos calábamos las botas. Era a la vez estúpido e incomodo, pero seguimos bajando un rato hasta que fuimos conscientes que aquello no tenía ni pizca de sentido, cuando decidimos desandar nuestros pasos por la pequeña vaguada.

La última cuesta antes del collado
Tras 20 minutos de tedioso esfuerzo y risas estúpidas, alcanzamos de nuevo la zona del collado y empezamos a oir unas voces que nos indicaban que no estábamos solos. La niebla seguía baja y tupida de modo que nos impedía ver donde estábamos y la gente que se acercaba. Anduvimos sin rumbo unos minutos entre la niebla, incapaces de encontrar nuestros propios pasos de subida en la nieve, hasta que se me ocurrió sacar el SportsTracker, que perfectamente nos ayudó a orientarnos y a recuperar nuestra huella de subida. Asumiendo el fracaso del día, enfilamos hacia el puerto pensando en que hacer el resto de la mañana. Sin embargo, cuando atravesábamos uno de los cortafuegos, aún cerca del collado de Peña Cítores, sorprendentemente el cielo abrió y pudimos ver por fin el sol y la ladera opuesta de la Loma del Noruego. Sin dudarlo un instante, deshicimos nuestros pasos para volver al collado, donde el cielo era ahora azul, la niebla se había disipado, y el camino a la Peña aparecía claro ante nuestros ojos. También veíamos al grupo de montañeros, que parecía estar haciendo una especie de curso. Giramos hacia el W en el collado para alcanzar en pocos metros una construcción circular de unos 20 metros de diámetro que bien podría ser los restos de un corral de pastores o algún resto de la misma guerra. Continuamos hacia la cima haciendo un poco de “piorning” y en unos minutos la alcanzamos.

Nieve blandita y en abundancia
Las nubes corrían a menor altura, atravesando el puerto de los Cotos y trasladándose del valle de Valsaín al alto Lozoya y dejando ver las cumbres de la cuerda larga y hasta el puerto de Navacerrada. El sol iluminaba y hacía brillar la nieve de las alturas, y los pinares de Valsaín semejaban un mar de vegetación en los valles. Realmente la vista desde Peña Cítores es una de las mejores de toda la sierra, y merece la pena subir hasta aquí únicamente por ella. Descansamos un rato disfrutando de la panorámica del valle e identificando las ya muy familiares montañas, dando gracias por estar tan cerca de un paraje así. Realmente la figura del Parque Nacional se entiende del todo desde sitios como este y parece más sangrante la limitación del mismo únicamente a las cumbres, cuando gran parte del ecosistema serrano son los bosques que tapizan los valles y laderas, y sin los que el Guadarrama no tiene sentido.

Vistas desde Peña Cítores
Dos hermanas
Un poco más abajo pueden verse la línea de trincheras, pero no íbamos demasiado bien de tiempo y pasamos de bajar, otro día tendremos oportunidad. Habíamos perdido mucho tiempo y si queríamos llegar a comer la visita al Chozo Arangüez debía de posponerse. Así ya tenemos otra excusa para subir al monte. Con la mirada exploramos la zona del collado, y optamos por subir a la hermana menor por una vaguada que discurre entre ambas hermanas. Estaba bien de nieve, y no era tan dura como la que nos había impedido avanzar antes (y menos mal, porque ahora, con visibilidad perfecta, vimos que el vallecillo por el que avanzamos unos metros nos bajaba hasta el bosque directos). Eso si, hacía un solazo espléndido, y, sin abrigos, nos tumbamos un rato en una pared de nieve de una altura considerable a tomar el sol y disfrutar del silencio, que reinaba en toda la zona. Tras unos minutos de relax, emprendimos la larga subida por la vaguada, sin usar los crampones ya que la nieve estaba muy bien y la pendiente no era fuerte. En lo alto pudimos ver a un sujeto haciendo Kite-sky, aunque no parecía muy entretenido, sinceramente.

El amigo del kite-ski

Alcanzamos la cuerda en unos minutos y cogimos el camino normal a Peñalara, saturado a estas horas de gente que subía, cada uno con su equipo: unos con crampones casi desde el puerto, otro con jersey de cuello de pico, camisa, gafas de sol fashion y chinos…en fin, lo que no se vea en estas montañas no se ve en ningún lado… Y ya al llegar al puerto el absoluto circo de los domingueros, algo que prefiero ni siquiera comentar. Ojalá cerraran los accesos en el Paular y Navacerrada Pueblo y pusiesen autobuses o algún transporte, porque la masificación y banalización de estos montes no ayuda nada a su conservación. El cabronías de Marcelino si que estaba abierto ahora, asi que nos tomamos un pincho y una caña y nos fuimos a disfrutar de una rica barbacoa no muy lejos de allí…pero eso es ya otra historia.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Pico del Nevero por las hoyas de Pinilla

Integrantes: Antoñito Alcántara, Jaimolas
Fechas: 11 de Marzo del 2012
Sector: Sierra de Guadarrama


Las altas temperaturas de estos días incitan a pasar el día fuera de casa. Por otro lado, amenazan con acabar con la poca nieve que aún acumulan las montañas de la sierra, que ya de por sí es muy poca para esta época del año. Con lo que animado por estos dos factores, el C.A.R.A se propuso hacer una salidita y ver si eramos capaces de romper con una tradición: la de madrugar a horas intempestivas y hacer rutas tan largas que luego te impiden moverte del sofá durante toda la tarde. Además, ese día había movilizaciones contra la reforma laboral, así que qué mejor que luchar contra el fascismo y el capital que en la cumbres, como nos gusta hacer a nosotros (ruego que esta última frase no se tome muy en serio, gracias queridos lectores).

Con estas premisas, la expedición salió a las 09:00 de la mañana de Manuel Becerra (si, 09:00 de la mañana no es madrugar para ir a la sierra). Oye, un poco dominguero si que es, pero también viene bien dormir una horillas de más antes de hacer una ruta. El destino era nuevo. Por una vez no nos dirigíamos por la A-6 o la carretera de Colmenar para dar con nuestras piernas en la Cuerda Larga, Peñalara o Siete Picos, sino que tomaríamos la A-1 con dirección al puerto de Navafría, para posteriormente subir al pico del Nevero, faro indiscutible de los Montes Carpetanos, que discurren entre Peñalara y el Puerto de Somosierra.

Con un grato cambio de modelito en Antoñito y un renovado A-4 perfectamente limpio por dentro y por fuera (poco duraría en ese estado), nos dirigimos hasta el pueblo del Lozoya en el valle del mismo nombre. Este amplio valle se encuentra entre los Montes Carpetanos y la línea formada por La Cuerda Larga y sierras de La Morcuera y La Cabrera, y supone una zona que no esperas encontrar en la masificada Comunidad de Madrid. Rodeado de altas montañas con gran cantidad de nieve durante muchos meses al año (este año es una excepción) y surcado por el río Lozoya que da de beber a gran parte de los madrileños, perteneció a Segovia durante gran parte de su historia, alberga numerosos pueblos con encanto y sin las hordas de turistas de los pueblos del valle del Guadarrama. Se tarda más en llegar a ellos (aproximadamente 1 hora) pero merece la pena la incursión para disfrutar del paisaje y la tranquilidad de esta comarca de montaña.

Vistas del Valle del Lozoya desde el mirador de Peñalacabra

Al llegar al pueblo de Lozoya, cogemos la desviación al puerto de Navafría, sin duda el más desconocido de los puertos que unen la provincia de Segovia con la de Madrid. Una serpenteante carretera abandona las últimas casas del pueblo para adentrarse en un robledal que tras unos kilómetros dejará paso a un tupido bosque de pinos. Dejando de lado un par de áreas recreativas perfectas para comer en los cálidos días de veranos por fin llegamos a la de Las Lagunillas, donde aparcamos el coche a eso de las 10:15 de la mañana.

Nos aplicamos una magdalena de desayuno, nos pusimos las botas, enchufamos el Sport-tracker que tan buenos resultados nos está dando y echamos a andar por una pista horizontal que sale al SW del parking que, tras unos pocos metros atraviesa una valla metálica. La pista discurre entre pinos, pero no nos dimos cuenta de que era demasiado horizontal e incluso de bajada hasta que fue demasiado tarde. Entretenidos con las esplendidas vistas del valle del Lozoya y los constantes arroyos que aún con esta sequía bajaban de las cumbres, únicamente nos planteamos que la senda no era la correcta cuando ya habíamos descendido unos cientos de metros. Tocaba subir campo a través por el cauce de un arroyo y ascendimos casi en línea recta hasta el mirador de Peña la Cabra guiándonos por su inconfundible barandilla metálica.

Sudando un poco la gota gorda y maldiciéndonos a nosotros mismos por complicar una ruta sencilla, por fín llegamos al mirador desde donde se contemplan unas magníficas vistas del embalse de Pinilla, el pueblo de Lozoya y las sierras de la Morcuera y Canencia. Tras unas fotos con una cámara Reflex de la época de la Guerra Civil, continuamos nuestra ruta, ahora en horizontal hacia el SW acercándonos hacia el circo de Pinilla. Tan solo nos acompañaba un montañero de avanzada edad que, viendo que nuestro ritmo era más alto nos dejó pasar justo antes de atravesar un nevero que aún se conservaba. Subimos entre rocas y arroyuelos hasta el circo del Nevero, donde las lagunillas aún estaban medio heladas. Este circo es un sitio realmente interesante, una especie de circo de Peñalara en miniatura, que puede servir como alternativa para los días en los que el puerto de Cotos se pone hasta arriba, que en estas fechas y con este tiempo son todos o casi todos. Nuestra idea, pese a llevar los crampones y piolets a la espalda era subir por la ruta normal, pero nos dimos cuenta de que aún había algún corredor apto para subir desde el circo y a ello nos pusimos.

Cualquier excusa es buena para ponerse los bártulos

La nieve estaba muy blanda y resbaladiza y, tras unos primeros metros de intentar subir sin crampones, nos los calzamos y reanudamos la ascensión con ellos puestos. Subiendo en zig-zag por la pronunciada pendiente había que ir con cuidado ya que la nieve, suelta y resbaladiza amenazaba con desprenderse a cada paso. Clavando los pinchos con mucha atención y ayudándonos con el piolet por el lado de la montaña llegamos a un punto donde se hizo aconsejable pasar a subir en perpendicular a la pendiente, clavando las puntas y ayudándonos con el piolet en modo pico (muy técnico ¿eh?). Por fin, tras algún momento de adrenalina al mirar hacia abajo, llegamos a la zona donde la pendiente se suavizaba y la nieve desaparecía, donde nos quitamos los bártulos y saludamos a otro grupo que se hallaba en la cima. Sólo espero que la Reflex de Ant siga funcionando y que las fotos salgan bien porque en ese caso voy a tener unas cuantas fotacas atestiguando mis aptitudes alpinas.

Había una hostieja fina, eso si.

Dimos buena cuenta del montadito de jamón serrano mientras disfrutábamos de las fantásticas vistas: La Cuerda larga, la Bola del Mundo, la mejor visión de Peñalara que hay desde la sierra, el valle, el embalse y al norte la meseta castellana con los picos de Urbión y la sierra de la demanda al fondo y los pinares de Navafría a nuestros pies.
La mejor vista de Peñalara se tiene desde aquí.
Tras acercarnos al vértice geodésico y hacer un poco el mongolo tal y como es tradición empezó a llegar algún grupo a la cima y cuando levantamos la vista, por el camino del puerto venía una auténtica manifestación. Asi que cogimos las cosas y nos encaminamos hacia el puerto por la vía directa, es decir, por toda la cuerda. Subía una barbaridad de gente, y Antoñito insistía en saludarlos a todos hasta que recapacitó y renunció a la premisa básica del C.A.R.A. de saludar por el monte a todo el mundo.

Los pinares de Navafría
Esta vía de subida es mucho más aburrida que la que cogimos nosotros, ves ambas zonas de la sierra, pero es un camino monótono con mas pendiente y mucho menos bonito. La parte final transcurre entre pinos, pero es un cortafuegos más que un camino, sin ninguna zeta que aplaque un poco la pronunciada pendiente. Acelerando el ritmo para pasar la tediosa bajada, llegamos pronto al puerto, que está flanqueado por bosques de pinos. Bajando un kilometrillo por la carretera volvimos al coche, en donde estábamos a las 13:15.

En resumen, una bonita ruta por una zona bastante desconocida del Guadarrama en donde, si no te encuentras con alguna excursión masiva como en nuestro caso, puedes olvidarte de la muchedumbre de Madrid. Los pinares del lado segoviano quedan por descubrir, pero prometen ser una gran ruta por ejemplo cuando el calor del verano apriete. Además creo que hay un área para hacer barbacoas y unas piscinas naturales, habrá que investigar…
El puerto donde acabó todo...