sábado, 17 de enero de 2015

Uzbekistan, Dia 6: El Registan y los dos locos en bici


El día comenzó como los anteriores: con un calor terrible. Realmente guardo buenos recuerdos de Bukhara, pero siempre trás de las imágenes de los minaretes y las madrassahs, la placita con el estanque y el burro con el sufí, asoma la marca del calor pasado, el implacable sol que te perseguía allá donde fueras hasta el ocaso. Mi recomendación es que digas un rotundo sí a Bukhara, pero que intentes evitar el verano uzbeco.

En un taxi nos trasladamos ya con las mochilas a la estación de trenes y a la hora prevista nos montamos en un tren modesto pero ni mucho menos cutre, simplemente funcional. En aire acondicionado solo empezó a funcionar cuando el tren se puso en marcha y los asientos y mobiliario eran los mismos desde hace 40 años pero por el contrario, el tren circulaba bastante rápido, fue puntual, y nos dejó en Samarkanda a la hora fijada. Nada de gallinas en jaulas, gente eructando u olores extraños. El uzbeco, aún humilde, es un pueblo educado y respetuoso.

Estampas desde el tren, el desierto queda atras
Rios caudalosos bajan de las cordilleras de Asia Central
Primera impresión de Samarkanda: la estación de tren es moderna, nada que ver con la de Bukhara. Se ve que la ciudad es el principal reclamo turístico del país y quieren impresionar al viajero con las infraestructuras y los transportes. Segunda impresión de Samarkanda: hace notablemente menos calor que en Bukhara y Khiva. El desierto ya no rodea la ciudad, que además está situada a más altura que las dos anteriores y más al norte. Alivio generalizado. Tercera impresión de Samarkanda: aquí se ven más rusos étnicos que se quedaron aquí después de la independencia (para entender la situación de los rusos en Asia Central después de la caida de la Unión Soviética recomiendo encarecidamente la lectura del libro de Colin Thubron). Para empezar el taxista que insistentemente nos persigue y da la brasa mientras que en las taquillas compramos los billetes a Tashkent para tres días después. Al final acabamos por ceder y por un precio razonable nos acerca al centro y después de insistir aún más nos lleva a dos hostales que conoce que resultan ser los mismos que recomienda la Lonely Planet. Es decir, festival de backpackers y mochileros con Mac, Ipad y envío de fotos en tiempo real a todas las redes sociales existentes. Sin embargo uno de ellos nos medio convence por su precio barato, las criticas que leemos y un agradable patio central con mesas bajas y colchones para tumbarnos. Algún integrante del grupo se muestra disconforme por un baño un tanto descuidado y jura no volver a fiarse de nosotros, pero al menos ya no será en este viaje.

Sin más tardanza y muertos de hambre caminamos hacía las cúpulas que se otean en la cercanía buscando un restaurante en el entorno del Registan. A pesar de las recomendaciones parecían no tener mucha variedad más allá del cordero y alguna empanadilla uzbeca, pero nos sirvió para llenamos el estómago.

Por fin, ¡el Registan!
Al acabar la comida cruzamos la calle y admiramos tranquilamente una de las plazas más hermosas del mundo, el Registán (que significa lugar de arena). Sobran presentaciones. Tres madrassahs de la época gloriosa de la ciudad, allá por tiempos de Ulug Beg y los primeros gobernantes uzbecos cierran tres lados de la plaza, componiendo una imagen de perfectas e intimidatorias proporciones. La mezquita de la izquierda, llamada de Ulug Beg es la más antigua (1417-1420) y más valiosa artísticamente hablando. Fue construida durante la dinastía timurida, y por tanto es anterior a sus dos compañeras de plaza, la de Sher-Dor (1619–1636) y la de Tilya-Kori (1646-1660). Sus interiores son notablemente más elaborados que los de las otras dos, con una sala recubierta de material dorado que verdaderamente impresiona pese a su excesiva restauración.

Sin embargo lo mejor de la plaza son sin duda los exteriores, y es que hay que admirar con tiempo y detalle las magníficas fachadas y torres de las madrassahs. Pagamos la (cara) entrada y estuvimos un par de horas visitando las madrassahs por dentro y haciendo infinidad de fotos. El Registán no es ni mucho menos la única atracción de Samarkanda, pero aún si lo fuese, es de los pocos sitios que conozco que justifica por si solo una parada en la ciudad que lo alberga. La luz del día cambia el aspecto de la plaza totalmente con lo cual se puede disfrutar de una visión diferente casi a cada hora. Nos sentamos en un chiringuito a contemplar la plaza bajo la luz del ocaso bebiendo unas repugnantes bebidas locales.

Interior de la madrassah de Ulug Bek
En Samarkanda, además de más turismo, se ve más nivel económico y me atrevo a decir que un modo de vida más occidental. La gente pasea a todas horas, y no solo cuando el sol se va, se sienta en las terrazas, restaurantes, y viste más a la manera europea. Los coches son mas nuevos, las tiendas más modernas, las carreteras mejores, y las amplias avenidas y los extensos parques parecen mejor cuidados y trazados.

Así es como estaba la plaza hace no demasiados años
Cuando cayó la noche definitivamente, anduvimos por una avenida principal hacia la zona del mausoleo de Timur, atravesando parques con fuentes donde los niños jugaban y los turistas agotaban las últimas horas del día. El mausoleo ya estaba cerrado, pero pudimos apreciarlo por fuera. Lo han restaurado demasiado, y lamentablemente parece un monumento de cartón piedra, pese a la belleza que sin duda atesoró en su día.

La tarde cae sobre Samarkanda
De vuelta al hostal cenamos algo en una cadena de comida rápida y nos acomodamos en el patio central del hostal para echar una partida al Carcassonne. Cuando llevábamos un rato jugando, aparecieron dos tipos barbudos y desaliñados que nos saludaron en castellano. Resultaron ser los dos tios con los huevos mas grandes que hemos conocidos, y es que estaban a mitad de una ruta que les llevaría de Madrid a Xian (China) … en bicicleta. Completar enteramente la ruta de la seda en bicicleta, durmiendo en las cunetas la mayor parte de los días, bebiendo de acequias, y gastando lo menos posible. Madrileño uno y vasco otro, habían atravesado ya España, Francia, Italia, los Balcanes, Albania, Grecia, Turquía, Armenia, Georgia, Irán, Turkmenistan y ahora Uzbekistan, todo esto sin hacer ni un metro en otro medio que no fuera su bicicleta. Cuando les conocimos tenían pensado pasar a Kirguizistan y de ahí a China por Sinkiang, y lo consiguieron, llegando a mediados de ….. a Xian. ¡¡Gloria eterna a ambos!! Podeis leer sus aventuras en Facebook buscando Madrid/Xiang"La Ruta De La Seda" En Bici.