La conciencia nos remordía a los tres desde dos días antes, y es que el templo que nos habíamos dejado por ver, el Sanjusangendo aparecía en multitud de guías, blogs y libros como uno de los imprescindibles de Kyoto, una sorpresa espectacular de la que no queríamos prescindir.
Aprovechando que Nara está bastante cerca de Kyoto y se tarda una hora escasa en llegar, nos propusimos llegar al templo nada más abriese, verlo y coger el tren de las 08:40 desde la estación central. Y nos salió bien. Fuimos los primeros junto con un par de colegios en comprar la entrada al templo (reflexión al margen: ¿en realidad van los niños japoneses al colegio? ¿hacen algo más que ir de excursion todo el puto año? ¿de verdad es un país envejecido?) y accedimos al impresionante interior.
Exterior del templo de Sanjusangen-do (la foto es de internet) |
La imagen de las mil y pico estatuas colocadas en formación es impresionante y hace que merezca la pena la visita aún sin poder hacer las fotos que sin duda merece el templo, ya que está prohibido. Fuera de la sala de las estatuas poco más hay que ver, pero repito que bien merece la pena pagar la entrada para disfrutar de uno de los monumentos más impresionantes de Kyoto.
Interior del templo con las 1000 estatuas y los 28 guardianes (la foto es de internet) |
Llegamos a Nara tras una hora de cómodo viaje por el agro japonés, salpicado de campos de arroz y casas diseminadas.
El segundo martes de cada mes una asociación de jubiladas de Nara celebra como actividad cultural una ceremonia del té en la que visten al visitante con el kimono tradicional y le explican paso a paso este ritual ancestral del pueblo nipón. Nos enteramos por unas amigas que habían estado aquí hace unos meses y subimos al piso donde tiene la sede la asociación. Allí, unas simpáticas ancianitas con un inglés muy depurado nos vistieron con kimonos de vistosos colores (para las chicas) y de samurai (a mi mismo). Sin duda la actividad es más atractiva para ellas que para ellos, pero no deja de ser gracioso, interesante y sobretodo gratuito.
Tras quedar convenientemente vestidos y calzarte los infernales zuecos, si consigues desplazarte sin caerte hasta la habitación anexa, te explican la ceremonia del te paso por paso, y tienes la ocasión de probar uno de los brebajes más asquerosos curiosos que uno pueda saborear. Además tienes a la conductora de la ceremonia mirándote fijamente con lo que no puedes hacer como que bebes o escupir disimuladamente. Afortunadamente, para pasar el mal trago te dan un bollito relleno de una pasta verde inidentificable cuando lo que más necesitas es un bote de reflex para conseguir anestesiar tus tobillos, rodillas y resto de pantorrilla, ya que durante todo el tiempo que dura la ceremonia estás sentado a la manera japonesa, apta únicamente para ancianos/as de metro sesenta y 50 kg de peso.
Acabó la ceremonia y tras despojarnos de los vestidos y dar las gracias efusivamente a nuestras anfitrionas, anduvimos la calle principal hasta la entrada del parque de Nara, donde están las principales atracciones de la ciudad.
Bastante parecido a Jurassic Park cuando se les va la luz |
Templo del Todai ji |
Gran buda o Daibutsu |
Tras esquivar las hordas de niños en edad escolar continuamos el paseo por el parque de Nara y nos encaminamos hacia otro templo que queda en el norte del parque, el Kasuga-taisha. Este templo sintoísta fué el templo familiar de los Fujiwara, un clan muy importante en el japón medieval. Fundado en el siglo VIII, ha sido a lo largo de la historia uno de los templos sinto más importantes del país. Sus características linternas de madera y piedra se encienden cada febrero durante la celebración principal del santuario. Sin embargo, nos pareció un poco puta mierda, en gran parte porque estaba en obras y le quitaban emoción al asunto. Además, si has leído otras entradas de este blog verás que somos bastante de la opinión que los templos sinto son un coñazo (con algunas excepciones como luego veréis).
Templo de Kasuga (el de las linternas) |
En la calle principal nos metimos en el primer restaurante que encontramos y nos tomamos nuestro diario plato de ramen con cosas que nos supo de maravilla. Es de agradecer que en Japón no te inflan los precios por estar en un sitio turístico, igualito que en España, vamos. Como ya no había mucho más que ver, desandamos la calle principal, nos tomamos un helado muy rico de mango y cogimos el tren de vuelta hacia Kyoto.
De camino a Kyoto paramos dos estaciones antes para visitar otro templo del cual nos habían hablado muy bien. El Fusimi-Inari es un templo shinto muy característico, y ha sido imagen de numerosas películas, anuncios e imagenes rodadas o tomadas en Japón. Sus pasillos formados por miles de toris rojos conforman una de las imágenes más impactantes y reconocibles del pais del sol naciente. Está situado en la falda de una montaña, y los senderos cubiertos por los toris ascienden hasta casi su cumbre, conformando una ruta de casi 7 kilometros salpicada por numerosos pequeños templos. Los toris son donados por agricultores, empresarios y gente en general que desea tener éxito en los negocios.
Oh, ¡una zorra inmensa! |
Fusimi Inari |
Con las últimas luces del día recogimos las maletas en el hotel de Kyoto y cogimos el siguiente tren a Tokyo, a donde llegaríamos ya de noche y donde nos quedaríamos hasta el final del viaje en casa de nuestra anfitriona.
NST: 9/10 Desarrollando alergía aguda al puto shintoismo (aún me cabe alguno budista)