miércoles, 28 de septiembre de 2011

Singapur - Malasia - Indonesia Día 15

5 de Agosto: Kuta: nido de surferos y de vida nocturna poco glamourosa

Kuta beach
Bueno, pues nada, se acababan los días de relax playero y comenzábamos la aburrida vuelta hacia atrás para coger el vuelo a Madrid. Nos invadía una sensación de fin de viaje que, aunque no era cierta ya que quedaban cosas por ver y hacer, no pudimos evitar. La mañana comenzaba con bajona, pues las tortitas tenían que ser de piña, ya que el plátano se había acabado. Hicimos las mochilas de nuevo después de 3 días y con la sonrisa permanente de la dueña del hotel (no así la de su marido que era bastante antipático) hicimos el check out y nos acercamos hasta el muelle, o mejor dicho la playa donde nos dejó nuestro barco a la ida y desde donde zarparía hacia Bali. Cambiamos el ticket por los 5 billetes y nos dispusimos a esperar a que llegara el barco para subirnos a bordo. Al lado de otro grupo de españoles, vimos como llegaban barcos con mercancía y los locales bajaban de su pueblo en medio de la isla con los carros tirados por caballos enanos para cargarla y llevarla a los hoteles y restaurantes. Vaya coñazo de vida la del gili-caballo. Nova había pasado su primera noche toledana “shitting fire all the way down” y estaba muy débil, en lo que fue el primer día de su enfermedad, que ya arrastraría hasta Madrid.

Con el debido retraso indonesio, el barco al fin llegó y dejamos nuestro equipaje para que lo cargaran a bordo. Hablamos con las españolas mañas para descubrir que ellas se lo habían pasado de puta madre los tres días ya que habían tomado “magic mushrooms” las tres noches y luego habían hecho la tijera (esto no puedo asegurarlo pero estaba bastante claro). Lucas hizo el aguililla como acostumbra y se montó en los asientos de “business” en la parte delantera del barco mientras que los otros 4 nos sentamos en la parte de atrás con la plebe. En un principio parecía que íbamos a ir más anchos que en la ida, pero cuando el barco paró en Lombok, recogió más pasajeros (entre ellos un surfero con su novia excepcionalmente guapa) y volvimos a ir igual de petados que en la ida. El calor seguía siendo muy incómodo pero no apareció el temido mareo y hasta Villa y yo pudimos ir leyendo tranquilamente. La horita y pico de trayecto pasó lentamente y al final divisamos las costas de Bali, ya acercándonos a Padang Bai. Desembarcamos y esperamos a que nos diesen las mochilas en el puesto de la compañía de ferries, mientras que mujeres locales nos ofrecían insistentemente sarongs, comida y bebida, no dándose por vencidas a la primera sino que cada 5 minutos volvían y te volvían a preguntar, por si habías cambiado de opinión en ese tiempo. Padang Bai es una población que vive de las gentes que cogen los ferries hasta Lombok y las Gilis, y realmente parece no tener nada salvo un par de playas buceables según la guía.

El ticket de ferry incluía un traslado hasta donde quisiéramos y elegimos Kuta, por ser la localidad más cercana al aeropuerto ya que teníamos que coger un vuelo a la mañana siguiente a las 06:00 y cuanto más cerca estuviéramos mejor. Así que acompañados por una familia de alemanes que nos quitaron la fila de atrás de una manera muy sucia, hicimos el trayecto por las caóticas carreteras de la isla atravesando las zonas más urbanizadas. Llegamos a Kuta, donde, casualidades de la vida nos dejaron justo al lado del McDonalds y claro, no era plan de desaprovechar la oportunidad. Me habían hablado cosas horribles de Kuta y las había leído aún peores. No distaba demasiado de la realidad: australianos jovencitos por todos lados y puestos de souvenirs baratos flanqueando las callejuelas todo ello rodeado de franquicias de comida rápida y tiendas de surf. Es decir, nada que no haya en otros doscientos sitios en el mundo. En mi opinión, venir a Bali y alojarse aquí es una completa estupidez que sólo tiene sentido si al día siguiente coges un avión temprano, que era nuestro caso.

Tras disfrutar de unas hamburguesas (más que nada para mimetizarnos con el ambiente) con música a todo volumen, Nova y Dueño se quedaron en la terraza del Mac (Nova no estaba para muchos trotes) y Villa, Lucas y yo fuimos a buscar alojamiento, que aún no habíamos cogido nada. Internándonos por las callejuelas de detrás de la vía principal que da acceso a la playa había multitud de hostales, unos con peor y otros con mejor pinta pero mayoritariamente sin agua caliente. Al final de un recodo, en un callejón apartado encontramos un sitio agradable con piscina y jardíncito, en el que las habitaciones no estaban mal y contaban con agua caliente. El precio muy asumible nos decidió a quedarnos y volvimos a por Dueño y Jorge y con las maletas nos instalamos definitivamente. El plan inicial de Jorge y mío era coger unas motos e ir hacia el templo Ulu Watu, un templo que no quedaba lejos y que habíamos dejado expresamente para este día en Kuta. Sin embargo, Nova se borró de este y de cualquier otro plan, ya que sólo pensaba en dormir debido al malestar general en el que se encontraba. Yo solo no iba a alquilar una moto e irme, con lo que me uní al grupo de Villa, Lucas y Dueño.

Lo único interesante de Kuta es su playa, así que nos pusimos un bañador, chanclas y gafas de sol y, atravesando la Puppies Lane, callejuela llena de puestos de souvenirs, entramos en la playa que, todo hay que decirlo, es cojonuda. Se extiende hasta donde alcanza la vista, tiene gran anchura y en ese momento de la tarde la marea estaba muy baja, dejando al descubierto una amplia franja de arena húmeda que invitaba a dar un paseo. Está llena de gente haciendo surf, en especial de gente aprendiendo a hacer surf, pero no se ve a mucha gente bañándose.

Surfers en Kuta
Nos dimos una vuelta en dirección norte durante un largo rato, algo más de una hora, mientras que disfrutábamos del sol y de las peripecias de los surferos. Esquivando las pocas medusas que yacían en la arena nos surgió la idea de llegar al KuDeTa para ver la puesta de sol, que María V. nos había recomendado, y que estaba en la playa de Seminyak, que realmente es la continuación de la de Kuta. Preguntando llegamos hasta el garito, que decorado al estilo balinés, es un local occidental en medio de una isla indonesia (con precios occidentales). Nos dejaron pasar pese a nuestras pintas playeras y nos hicimos un hueco en la terraza exterior donde disfrutamos de unos caros mojitos viendo la puesta de sol, algo deslucida por alguna nube baja en el horizonte. Ni rastro de locales y si de extranjeros forrados, así que nos hicimos unas fotos y salimos al exterior a coger un taxi que nos devolviese al hotel. Durante el trayecto pudimos ver que, mientras que Kuta es la cutrez, Seminyak es el lujo y la privacidad. Sigue sin verse el Bali del interior, pero al menos no estás metido en la masa y la depravación. Si alguien se ve obligado a alojarse en el sur, que venga aquí.
Puesta de sol desde el Ku De Ta
Kuta Beach
Llegamos al hotel y Dueño y yo fuimos a comprar algunos regalos que teníamos pendientes. Algo compramos, pero los vendedores no paraban de agobiarnos con lo que duramos menos de lo que teníamos pensado. Casi en el hotel compré, después de uno de mis mejores regateos unas gafas a un precio irrisiorio, cosa normal si tenemos en cuenta que el cristal debe ser de una calidad lamentable. Al llegar nos encontramos con Nova, que se había echado una gran siesta y había dado una vuelta para comprar souvenirs, los cuales tachó de “gran mierda”. Nos duchamos y vimos un poco TVE por primera vez en el viaje, contratamos el taxi y salimos a cenar en nuestra última noche en Bali. Los restaurantes eran completamente occidentales y encontrar un sitio que no fuese de comida rápida era todo un reto. Al final nos decidimos por un sitio cercano al hotel de comida mezcla de indonesia y occidental, pero resultó que se les había acabado el arroz, con lo que la comida local se veía muy mermada. Dueño y yo nos decidimos por el último mie goreng del viaje y el ya famoso sándwich de pollo indonesio hizo las delicias de los otros 3. El sitio tenía una pantalla gigante en la que estaban poniendo infiltrados y cuando ya estaba acabando la peli, nos levantamos de la mesa. Nova no se sentía con fuerzas para hacer nada y se retiró al hotel a descansar y a ver si se le pasaba lo que fuese que le ocurría a su tripa y el resto salimos a dar una vuelta a descubrir la famosa vida nocturna de Kuta.

Teníamos que recorrer una calle estrecha donde ya vimos la sordidez de la zona, madres con niños pequeños mendigaban a ambos lado de la calle, cosa que no habíamos visto aún en todo el país. Al llegar a la calle principal giramos a la izquierda y cada local que nos cruzábamos nos ofrecía droga en forma de pequeñas papelinas. Qué droga era no tengo ni idea, pero de todas maneras parece demasiado riesgo en un país en el que el tráfico está penado con la muerte. Entre camello y camello se aposentaban las putas, y los letreros rojos de algunos locales y las chicas bailando ligeritas de ropa dejaban bien claro el turista tipo que frecuenta la zona. Un poco acojonados por el ambiente, entramos en un bar que parecía tranquilo en medio de 4 o 5 discotecas con la música a todo volumen. Tomamos unos mojitos rodeados de occidentales mayores acompañados por locales de edad muy inferior a la suya y grupos de australianos rollo yanqui. Tras una media horita, concluimos que aquello no nos molaba nada y anduvimos 300 metros y entramos a una discoteca únicamente para ver cómo era. Nada que no hubiéramos visto ya: la primera planta de música anglosajona en vivo y en las siguientes, música electrónica a todo volumen. Con bastantes pocas ganas de quedarnos bajamos a la planta baja con la intención de salir e irnos pero nos lo impidieron los empleados del garito, conminándonos a que consumiésemos. Tras escabullirnos huimos aterrados mientras que unos jovenzuelos sacaban a un amigo con un pedo escandaloso. De camino a casa, cabizbajos tras comprobar que Kuta no estaba hecho para nosotros (menos para Dueñas, que insistía en quedarse) nos cruzamos con otro grupo de locales que nos ofrecían “Young girls”. Este hecho y las mujeres de vida disoluta que directamente te agarraban del brazo fueron la puntilla y aceleramos el paso de camino al hotel. Una vez allí, pusimos el despertador para las 3 y pico de la mañana y con un poco de Españoles por el Mundo nos sobamos.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Singapur - Malasia - Indonesia Día 14


4 de Agosto Día14: Snorkel en las Gili y la aventura canadiense de Lucas

Lombok en el horizonte

Nos levantamos con toda la calma del mundo y tras un desayuno rico de tortitas de plátano o tostadas o huevos revueltos, los 4 “buceadores” hicimos la mochila y nos fuimos hacia el puesto donde habíamos reservado el tour. El colega nos acompañó hasta el punto de salida de los barcos, donde más gente se acumulaba a la espera de que zarpase. Las aletas había que pagarlas aparte y yo fui el único que las consideró necesarias. Con unos 20 minutos de retraso nos “acomodamos” como pudimos en un barco de madera con un fondo de cristal lleno de mierda por el que no se veía absolutamente nada. Apretujados como íbamos y con ningún espacio para poner las mochilas o aletas, estábamos deseando que el bote hiciese la primera parada para tirarnos al agua. Repartieron gafas y tubo, remarcando que si las jodíamos era bajo nuestra responsabilidad. A mi izquierda iba una pareja de venezolanos que vivían en Perth. Eran muy majos y me aseguraron que en la playa de la isla principal habían visto numerosas tortugas la tarde anterior sin alejarse mucho de la orilla. En el barco había también una madre de familia con un bikini tanga que hizo estragos en los viajeros faltos de amor y una joven indonesia con unos cocos como los que venía deseando Villamor desde el momento que salió de casa. Dueñas volvió a recaer en su enfermedad con las locales y aseguró que de conseguir unos cocos así se quedaría para siempre en el SE asiático bebiendo zumos y comiendo fruta.

La primera parada era la costa oeste de la segunda de las islas, Gili Air, la menos poblada de todas y más salvaje. Nos soltaron cerca de la orilla y uno tras otro fuimos lanzándonos al mar y a descubrir los peces y corales del sitio. No difería mucho de lo que había visto el día anterior, pero puede ver más cantidad de todo y un pez muy grande parecido a un mero que me miraba con cara de retrasado (habrá que ver qué pensaría él de mi). La media hora prometida se quedó en 20 minutos, y nos llamaron con un silbato para subir a bordo de nuevo. Cuando me fui a quitar las gafas, debía llevarlas muy apretadas, porque la cinta elástica se rompió y me quedé con ella en la mano. Amablemente le pedí otras a la tripulación y me dijeron que tenía que pagarlas. Los ladrones, después de cobrarme 100000 rupias por un viajecillo en el bote ese de mierda y dejarme menos tiempo del convenido en el agua aparte de proporcionar un material que dejaba bastante que desear me querían cobrar 50000 rupias por una mierda de cinta elástica. Tras una discusión decidimos dejarlo para más adelante ya que habíamos llegado al segundo punto de inmersión.
 
Gili Air
Al otro lado de Gili Air y en más mar abierto, se trataba de lanzarse al agua e ir nadando mientras que seguíamos al guía. El barco nos recogería 500 metros más adelante. Con unas gafas nuevas que me cuidé muy mucho de no dañar visto lo visto, nos lanzamos al agua. Estábamos en el borde del arrecife y mientras que a la derecha se veía mucho coral en muy buen estado, a la izquierda contemplábamos una caída en vertical en la que no veíamos el fondo. El océano sin fin a la izquierda acojonaba bastante y era mejor concentrarse en la derecha y no mirar mucho al otro lado para no ver alucinaciones de tiburones surgiendo de las profundidades. Me separé del grupo involuntariamente ya que es muy difícil reconocer a la gente bajo el agua y con gafas y tubos y fui siguiendo a los venezolanos. Muchos peces de colores te acompañaban en tu nado, y de repente, una tortuga marina se dejó ver a nuestro lado. La cabrona iba muy rápido y no me puede poner a su altura, pero pude verla de cerca en lo que fue una experiencia cojonuda. Otra prima suya apareció de las profundidades y “recogió” a la primera y ambas se perdieron en los fondos, donde sabían que los humanos no les podíamos seguir. Aparte de las tortugas pude ver una serpiente marina de vivos colores a la que preferí no acercarme mucho y un pez araña semioculto entre el coral. Sin duda esta parada fue la mejor de las tres en las que se dividió el viaje. Cuando levanté la cabeza del agua me di cuenta de que estaba separado del resto del grupo, de hecho tenía un grupo detrás y otro delante, y no sabía cuál era el mío (decir que a la vez había varios grupos con varios barcos). Sin embargo tenía aún a los venezolanos al lado con lo que me quedé más tranquilo, y más cuando vi a mi barco pasar a pocos metros ya con todos los compañeros a bordo.

Subimos al barco y continuamos la ruta hacia la tercera de las islas: Gili Meno. El mar cada vez estaba más encrespado, es cierto, pero los tripulantes trileros lo usaron como excusa para acortar el tiempo de la excursión y meternos prisa para volver rápidamente al puerto de origen. Así que nos dejaron en el arrecife de la tercera isla y nos dieron unos escasos 5 minutos para bucear. El sitio no era gran cosa, me atrevería a decir que era el mas flojo de los tres, destacando únicamente unos trozos de coral azul. La gente estaba ya un poco harta de tanto snorkel y de hecho Nova se quedó arriba junto con otros viajeros más. Tras los cinco minutos de mierda que nos dejaron, nos acercaron hasta esta tercera isla para comer en un restaurante de la orilla, que muy probablemente sería del primo de los tripulantes.
 
El sitio donde te paran para comer
Nos tomamos unas burguesas y unas patatas normalitas sentados en una cama balinesa al lado de tres chicas: una japonesa con mezcla de rasgos occidentales que estaba de muy buen ver, una americana rubia bastante decente y una neozelandesa que aprovechando que en su país se rodó El Señor de los Anillos, era de una familia de orcos de la misma Minas Morgul. Horror, que adefesio de tipa. Los salteadores que nos llevaban en el barco nos metieron prisa y nos embarcamos sin más dilación en el viaje de vuelta a Trawagan. El mar estaba más bravío, pero nada que no fuese mas allá de un salpicón a la gente de proa y poco más. En ningún momento se mareó nadie ni vimos algo de riesgo. Con lo que llegamos una hora antes (a las 14:00) de lo que deberíamos haber llegado. Nos despedimos de los venezolanos, que eran muy buena gente y cogimos las de Villadiego hacia el hotel. Pero uno de los tripulantes me paró diciéndome que tenía que pagar el coste de la gafa de bucear. No estaba yo demasiado dispuesto a sufragarle al colega que se había forrado gracias a nosotros un iphone así que me dispuse a lucharlo al máximo. Tras una dura gestión que incluyó discursos sobre no robar al turista y demás, conseguí pagarle 15000 rupias que tampoco me sentaron nada bien.

Cabreado volví al hotel para cruzarme con Villa, Dueño y Nova que se iban a la playa a aprovechar las últimas horas de sol en las Gili. Cuando llegamos, nos encontramos con que Lucas no había perdido el tiempo y que había conocido a tres canadienses o mejor dicho Quebequois con las que entabló una bonita relación y estaba comiendo con ellas. Lucas: 24/7 ligando. Nosotros 4 nos tiramos en la playa a echar una siesta y esperamos a que Lucas regresara para que nos contara sus peripecias. Cuando volvió nos contó que había ido de paseo y que su mirada se había cruzado con la de las tres jovenzuelas y que ellas le devolvieron el paseo y le invitaron a acompañarlas a comer ya que le vieron solo y desamparado. Lucas aseguraba que eran majas pero un poco niñas, y que había quedado en verse luego con ellas por la noche en la no party. A la caída de la tarde nos fuimos hacia el hotel parando antes en un punto de acceso a internet donde reservamos el hotel de Singapur y mandando algún mail a casa. Devolvimos las bicis que nos hicieron un gran apaño en la isla por un precio razonable y nos sentamos en la terraza del hotel que daba al mar en nuestras famosas colchonetas.
 
El Welcome que en realidad era un Goodbye, porque nos ibamos al día siguiente
Me aburría de estar sentado y me fui a dar una vuelta con la cámara por la avenida principal. Llegué a un puesto de pulseras pero me pedían una millonada que no estaba dispuesto a pagar y encima no tenía ninguna gana de regatear después de la experiencia del snorkel. Ni un duro más iba a dejar en las Gili. De vuelta encontré el turno de duchas ya en funcionamiento y me uní a él, para salir a cenar por última vez en Gili. Volvimos a elegir el restaurante de pescado del primer día ya que habíamos tenido una buena experiencia. Esta vez, Nova se subió al carro del atún y Dueño pidió un pescado al estilo indonesio mientras que los otros tres manteníamos las elecciones del primer día. Nos hinchamos a ensaladas y cuando llegó el calamar ya estábamos bastante llenos, lo cual no fue impedimento para meternos entre pecho y espalda los segundos y luego unos helados. Saciados como nunca en Indonesia, volvimos a nuestro irlandés a bajar la cena con unos mojitos. Lucas oteaba el horizonte para ver si veía a las Quebequois y el resto conversábamos animados. Cuando comenzó el toque de queda musical, Lucas creyó ver a sus amigas y se quedó con Villa y Pablo, mientras que yo y Nova nos íbamos al hotel, ya que Jorge empezaba a no encontrarse muy bien. Al parecer, el tema con las canadienses no dio para mucho, ya que los tres cazadores nocturnos estuvieron de vuelta no muy tarde con la excusa de que eran muy niñas y que cualquier esperanza de riki-nait era muy complicada.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Singapur - Malasia - Indonesia Día 13

3 de Agosto: Día playero y puesta de sol en lo alto de la colina

Con lo que teníamos 2 días más en un islote paradisiaco tirados en la playa pero sin fiesta. A descansar se ha dicho. 

La luz entró a través de la ventana abierta y me desperté antes de lo acordado. Con el ciborg aún sobando, me puse el bañador, cogí mi libro y salí a la terraza, donde el amable personal del hotel me sirvió unas tortitas de plátano muy ricas y un café de Lombok. Me puse a leer y enseguida llegó el resto de la expedición, que se puso a dar cuenta de su desayuno. Tras un rato más de asueto, cogimos las bicis y nos fuimos a dar una vuelta a la isla. Sin embargo, imprimí un ritmo demasiado alto e hice que el grupo se dividiera en 3 más pequeños. Yo me quede solo y decidí atravesar la isla hasta el lado opuesto donde habíamos visto la puesta de sol el día anterior Nova y yo. Lucas, Dueño y Villa dieron la vuelta a la mitad de la isla por el Sur y Nova siguió la misma ruta pero un poco más retrasado, ya que había vuelto al hotel a buscar al grupo de 3. Finalmente nos juntamos todos en el punto opuesto de la isla, desde donde emprendimos la semivuelta por la cara sur para buscar alguna playa desierta en la que aposentar el culo.
 
Playa en Gili
 Al cabo de unos centenares de metros, paramos en un sitio con arena en buenas condiciones y agua transparente, donde hicimos unas fotos con Lombok al fondo y donde Lucas y Villa se quedaron tomando el sol pese al viento y Nova, Dueño y yo nos fuimos unos metros más lejos para pegarnos un buen baño. Decir que la entrada en el agua era complicada ya que el coral pinchaba como el demonio y las heridas en los pies que nos hicimos así lo atestiguan. Sin embargo, la claridad del agua y la gran vista bien merecieron el bañito. 
 
El viento nos hizo decidir volver a la playa del día anterior, mucho más domesticada que la que estábamos y por ello más cómoda. Por este lado de la isla también hay resorts muy chulos y vimos un sitio desde donde la puesta de sol debía ser espectacular. Así pues, volvimos a la playa del día anterior previo paso por una tienda de alimentación donde compramos unas cervecitas y unas coca colas. Y ahí anduvimos haciendo el gañan, básicamente tomando el sol y bañándonos. Alquilé unas gafas y un tubo para bucear y muy cerca de la orilla se empezaban a ver muchos peces de colores entre el coral. Peces loro, araña, de colores verde, azul, amarillo, morado, azules muy pequeños, una verdadera maravilla bajo el agua de la que no te cansabas en ningún momento. Lucas se sintió interesado y cogió las gafas y el tubo un rato, quedándose también muy contento de lo visto. El resto prefirió esperar al día siguiente, cuando habíamos decidido contratar un viaje para hacer snorkel alrededor de las tres islas.

El tiempo pasaba y nos fuimos a comer en el mismo sitio del día anterior y repetimos básicamente la misma comida ya que las hamburguesas estaban muy ricas y no era especialmente caro para las Gili (que advertimos que son más caras que Lombok y que Bali dado que todo llega desde estas dos islas principales). Con el estómago lleno, volvimos al hotel para acomodarnos en las tumbonas de la piscina leyendo y durmiendo (en especial Villamor que no consiguió llegar a leer ni una página de su apasionante libro somnífero).
 
Con las bicis de camino a la puesta de sol
A la hora convenida, cogimos las bicis (Lucas se quedó en el hotel) y nos dirigimos al Sunset Spot, que estaba en lo alto de la única colina de la isla. Un paseo bucólico digno de Verano Azul por el medio de la isla entre palmeras, vacas y locales nos situó en unas escaleras que intuíamos que nos dejarían en lo alto de la colina. Dejamos las bicis y empezamos la ascensión, que por momentos se hacía no apta para ir con chanclas. La subida hace un descansito desde donde se aprecian las otras dos islas Gili y al fondo Lombok con su impresionante volcán sobresaliendo por encima de las nubes. La verdad es que debe ser la leche hacer la ascensión al Gunung Rinjani, el segundo pico más alto de Indonesia y de más de 4000 metros de altura. Su pico majestuoso se eleva por encima de la isla, y no extraña que los hinduistas de Bali lo consideren como un Dios.
 
El Gunung Rinjani, majestuoso por encima de las nubes
Al final de la subida se juntó un grupo de gente para apreciar la puesta de sol (incluso alguno había logrado subir con la bici no sabemos aún por donde), que en efecto fue magnífica. Al final de su trayectoria, el sol se ponía sobre la isla de Bali, dejando una estampa preciosa.
 
La puesta de sol desde la colina
La noche se cierne sobre Gili Trawagan
Cuando por fin se puso, descendimos el camino con cuidado de no caernos y volvimos a coger las bicis para descubrir que el sitio que esa misma mañana habíamos descubierto para ver la puesta de sol, contaba con una especie de chiringuito con música y con cervezas. Tampoco se tenía que estar mal ahí. De camino al hotel paramos en un sitio para apreciar cómo había bajado la marea y hacer un par de fotos ya en la penumbra casi. Cuando llegamos al hotel, Lucas había encontrado su sitio Zen en el bar del hotel, en una especie de colchoneta con respaldo muy cómoda que se estila mucho por esas latitudes y que convendría exportar a España. Villa se quedó con él tomando algo y el resto empezamos a ducharnos para cenar con el horario Gili. 
Y nada, vuelta a la rutina de salir a tomar algo sabiendo que a las 23:00 todo se acabaría. Teníamos ganas de pizza, y encontramos un restaurante italiano con una camarera- dueña que chapurreaba español y que estaba de buen ver donde tomamos unas pizzas riquísimas y un mousse de chocolate que nos hizo olvidar por un momento las maravillas del nasi goreng del que estábamos ya bastante hartos. Fuimos otra vez hacia el irlandés, en el que había menos gente y nos tomamos unos mojitos y unas cervezas. Nova y yo echamos unos futbolines con unos locales. Palmamos, pero es que allí juegan con guarra y con empalme, y nosotros estamos federados por la asociación española de futbolín y sólo sabemos jugar con las reglas oficiales, así que es normal. Tras el fin de la música, el goteo de gente hacia los hoteles nos mostró el camino y desfilamos asumiendo la realidad hasta el Pesona Resort.

viernes, 16 de septiembre de 2011

El abuelo de las montañas

Abro un paréntesis en el diario de viaje para poner un video que de verdad te hace sentir simpatía por las personas.

Entre tanto indeseable que te hace desear ser cualquier otro animal menos el ser humano, aún queda gente capaz de perseguir una meta hasta el final y hacerlo con una sonrisa y unas ganas de vivir envidiables. Y si encima compartes con él nacionalidad y ciudad...

Carlos Soria, un héroe.


jueves, 15 de septiembre de 2011

Singapur - Malasia - Indonesia Día 12


2 de Agosto: Comienzo de las vacaciones según Villamor con un gran chasco

Amanecimos muy pronto y esta vez nos tocó a Dueño y a mi sufrir la alarma del holocausto nuclear del iPhone de Lucas. Desayunamos un frugal desayuno sin mucha hambre ya que eran las 06:00 de la mañana, cogimos el equipaje y nos montamos en la furgoneta – minibús que nos había venido a buscar a la puerta del alojamiento. Decir que el hotel (Sari Wangi Cottages) es típico de Indonesia, con partes muy cuidadas y agradables al lado de trozos o espacios que dejan mucho que desear. En este caso el baño era muy cutre, con una decoración y ambiente salvaje que incluía todo tipo de insectos y otros animales en los cuales preferimos no pensar mucho durante la noche. Sin embargo la habitación era muy grande y las vistas y la piscina dejaban un buen sabor de boca.
El microbús fue recogiendo a más gente, un par de americanos y una pareja de españolas con una pinta un poco de bolleras con las que intercambiamos algunas palabras. El destino final era Padang Bai, en el E de Bali desde donde saldría el ferry rápido que nos dejaría en Gili Trawagan en una hora y pico. El camino nos dejó ver que las autopistas también existen en Indonesia, ya que la primera que vimos en todo el país estaba en el E de Bali. Llegamos al puerto e intercambiamos nuestra factura de compra por los billetes del barco. Dejamos nuestro equipaje para que lo llevaran al barco y nos dispusimos a esperar a que éste zarpara. Hablando con las españolas, que resultaron ser de Zaragoza, nos dimos cuenta de que nos habían timado con el billete, ya que ellas lo habían sacado por 750000 cada una y eso siendo sólo 2. También nos dijeron ¡que llevaban 15 días en Bali! Que vale que nuestros 3 días se quedaban cortos, pero pasar 15 en Bali te debe dar para conocerte cada pueblacho de la isla.

Localización de las Gili de izq a dcha, Trawagan, Meno y Air
En Padang Bai hay muchas compañías que hacen el trayecto a Lombok y las Gili y la nuestra, Ekajaya, presumía de ser la más rápida y cómoda. Tras un poco de retraso, nos dirigimos al muelle, sólo para ver que en el barco íbamos a ir mucha más gente de la que en un principio nos habían asegurado. Por lo menos el barco parecía moderno y seguro.

Embarcamos con un poco de miedo al mareo (lo digo por mi mismo) ya que en experiencias previas de este mismo tipo (barco pequeño y trayecto de mas de una hora) había acabado con la cabeza por la borda potando todo lo que había comido. No es una sensación nada agradable, lo aseguro. Con estos precedentes, me apresuré a coger un sitio junto a la ventana para que me diese el aire y Villa se colocó a mi lado mientras que Lucas, Pablo y Nova copaban un banco 3 filas mas adelante. La planificación resultó ser horrenda ya que no cabía todo el mundo en los bancos e incluso una pareja con unos niños pequeños tuvo que sentarse en las escaleras de acceso. Lucas, el aguililla se posicionó en la poca cubierta que había, en previsión de que diese más aire y más sol para ponerse (aún) más moreno. En cuanto arrancó el barco tuve que cerrar la ventana ya que entraba mucha agua y nos dimos cuenta de que en el interior del barco iba a hacer mucho calor. Los que se habían sentado en cubierta no tardaron en bajar ya que el agua les empapaba con cada movimiento del barco. Afortunadamente el mar estaba tranquilo y pudimos tener un viaje idem, salvo unos minutos de miedo de Villamor, que salvó sin problemas poniéndose a leer. Sin embargo, algún pasajero no pensó lo mismo y acabó potando por la borda además de empapado ya que sólo se podía potar desde la cubierta.

Paramos primero en Lombok, donde se bajaron una pareja de franceses con la mujer ya al borde de la pota y pudimos ver una playita paradisiaca de la isla vecina a Bali, que dejaremos para otro viaje. Las Gili ya se asomaban en el horizonte, y en 10 minutos atracamos en la mayor, Gili Trawagan, conversando con unas flamencas en perfecto castellano.

El embarcadero de Lombok
Las Gili son tres islotes de arena blanca en la costa Noroeste de Lombok. Son un paraíso para el snorkel y el buceo además de ser conocidas como las Party Islands. No hay vehículos a motor y la mayor de las islas está llena de hoteles y resorts, restaurantes y bares de copas. Sin embargo, nos preparaban una pequeña sorpresa…

El agua era cristalina y todos nos emocionamos mucho imaginando los 3 días que teníamos por delante: sol, playa, buceo y fiesta nocturna. Ya habíamos reservado en el Pesona Resort, y nos dirigimos directos hacia él ignorando a los lugareños que nos ofrecían sus alojamientos. Nada más llegar nos invitaron a una bebida y nos avisaron de que nuestras habitaciones aún no estaban listas (eran algo más de las 11:00). Nos cambiamos, hicimos el check-in y nos fuimos andando a nuestro primer bañito. Eligiendo mal para variar, fuimos hacia el Sur, en dirección contraria al embarcadero, donde tras 10 minutos andando sólo encontramos playas con el agua revuelta y sucia. Hacía mucho calor y cada cambio de lugar que hacíamos era un infierno así que el cabreo empezó a aflorar. No encontrábamos un sitio decente donde caer muertos, así que volvimos a la zona del hotel, donde alquilamos unas bicis un poco de gays por un buen precio que nos hicieron la vida mucho más cómoda en la isla los tres siguientes días. En las Gili te intentan timar continuamente, con lo que hay que estar ojo avizor y regatear hasta el dolor para que no te timen demasiado (porque timarte te timan siempre). Ya con nuestras bicis fuimos a la playa al Norte del embarcadero, con mucha gente pero con aguas más tranquilas y limpias.

Por fin relajados en la playa nos pegamos unos baños, compramos unas cervecitas y nos dedicamos a tocarnos los huevos un rato largo. Los inquietos Nova, Lucas y yo nos fuimos a dar un paseo hacia el Norte, viendo multitud de gente haciendo snorkel y disfrutando las maravillosas vistas de Lombok y las otras Gili. El agua era transparente completamente y nos dimos un baño con cuidado de no dejarnos los pies en el coral que circunda la isla.

Al cabo de un largo tiempo, decidimos que ya estábamos hartos de sol y azuzados por el hambre, nos sentamos a comer en un restaurante en la playa, en concreto uno alemán. Lucas degustó un suculento sándwich de salmón y Dueñas una buena salchicha alemana de las que tanto le gustan mientras que los otros tres comíamos una rrrica burguesa, unos de carne y otros de pollo. Después de comer y con el cielo un poco nublado, en vez de volver a la playa, nos dirigimos al hotel para tomar posesión de las habitaciones y tirarnos en la piscina. Las habitaciones, aún siendo bastante mas cutres de lo que esperábamos, no estaban mal, y las instalaciones otra vez volvían a ser lo mejor de todo el resort. Cogimos una tumbona cada uno y mientras unos dormían, otros leíamos tranquilamente Bintang en mano y nos bañábamos en la piscina. Otro par de horitas de descanso que no venían nada mal después de la paliza de viaje que nos estábamos pegando.
 
¡Por fin! ¡Vacaciones!

En un momento dado, a Nova le entró la inquietud y decidimos ir los dos con las bicis a descubrir la isla. Atravesando por en medio vimos los poblados de chabolas donde viven los locales y pasando entre campos y palmerales llegamos tras 10 minutos al lado Oeste de la isla, donde disfrutaríamos de una magnífica puesta de sol en una playa con la marea en su punto más bajo que dejaba ver los restos de corales con los que nos pinchábamos por la mañana. Con nuestro reportaje fotográfico bajo el brazo, volvimos hacia el hotel rodeando la isla por el Norte, para darnos cuenta de que el camino que circunda la isla no era en absoluto ciclable y que en muchos casos había que bajarse de la bici y empujar. Este lado de la isla tiene resorts y restaurantes muy chulos a la orilla del mar, alejados del ruido del pueblo pero a la vez muy cerca dadas las pequeñas dimensiones de la isla.
 
Haciendo el monguer fotogenicamente
Sudorosos pero satisfechos, volvimos a encontrarnos con estos en el hotel donde nos pusimos en marcha para las duchas y preparación para cenar con el horario anglosajón que rige la isla. Obviamente los primeros fuimos Nova, Dueñas y yo, y mientras Villa y Lucas hacían no se qué juntitos, abrí una guía de Bali, Lombok y las Gili y me puse a leer. Y entonces llegó la amarga sorpresa del viaje…Resulta que las islas Gili son el paraíso de la fiesta durante casi todo el año. ¿Casi? En efecto, porque, como en Lombok, la religión mayoritaria en las islas es la musulmana y, como muestra de respeto a la población local, durante el Ramadán los bares anulan toda la fiesta que albergan durante el año. Y si, en efecto, no solo estábamos en Ramadán, sino que acababa de empezar el día anterior, 1 de Agosto. Así que, tras contarle el chasco a Villa y Lucas y que este último lo comprobara preguntándolo a la dueña del resort, cabizbajos y con sonrisa de gilipollas nos dirigimos a cenar, que eso si que era posible. Como no nos íbamos a gastar mucho en beber, decidimos pegarnos un homenaje y cenar pescado en uno de los múltiples restaurantes que ofrecían pescado fresco a la parrilla. Dueño y Nova prefirieron dejarlo a un lado, pero Villa y Lucas se tomaron un filete de atún con muy buena pinta y yo opté por un Snapper también bastante rico que acompañamos con un calamar plancha. Además el pescado incluía buffet de ensalada, con lo que nos pusimos como el Kiko a un módico precio de 10 euros. Tras la cena, paramos en un irlandés que era el corazón de la fiesta en Gili, para leer en los carteles colgados por todas partes que la música acabaría a las 23:00 por el dichoso Ramadán. Sin embargo, nos dio tiempo a probar unos ricos mojitos locales que nos entonaron un poco y lo pasamos bien hasta que la música paró. Seguían sirviendo alcohol, pero la música es importante y la gente que al principio abarrotaba el bar empezaba a desfilar hacia sus hoteles. Aceptando la derrota y cansados de un día que había empezado pronto, nos fuimos al hotel donde nos dormimos rápidamente.
 
Nota: Como vereis, las fotos de este día no merecen mucho la pena, pero es que no hicimos casi nada, descansar, tomar cerveza y bañarnos. Poco que fotografiar, sinceramente.