domingo, 29 de abril de 2012

El Estepar


Integrantes: Jaimolas
Fechas: 21 de Abril del 2012
Sector: Sierra del Hoyo

Las ganas de patear el monte apretaban, pero mi habitual compañero de salidas tenía imposible acompañarme. Ante esa perspectiva, ¿Qué hacer? ¡Pues arrear solo! No acostumbro a ir solo al monte, pero esta zona la conozco muy bien y no presenta ninguna dificultad.

Como estoy bastante bajo de forma y eso no podía seguir así, me propuse hacer parte del camino corriendo, al menos la bajada y parte de la subida.

El destino era El Estepar, altura máxima de la Sierra del Hoyo, sierra que conozco desde crío pero en la cual no había llegado a su cima más importante. La sierra del Hoyo se encuentra enclavada entre los municipios de Hoyo de Manzanares y Moralzarzal y forma parte íntegramente del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares. Pese a ello, gran parte de ella es terreno militar o fincas privadas, y por ello no resulta fácil encontrar senderos cómodos hacia sus cimas. Sin ir más lejos, toda la ladera sur que da a Hoyo de Manzanares, desde Los Picazos hacia el Este, es una finca particular que prohíbe el paso a los senderistas (tengo entendido que por motivos medioambientales, lo cual hace que no me parezca del todo mal, ya que las casas de Hoyo y Moralzarzal cada vez ejercen más presión sobre esta preciosa sierra.).

Primera parte de la ruta: Hasta la desviación hacia el mirador

Segunda parte de la ruta: desde la desviación hasta la cima


Así que, para evitar infringir las leyes, me dispuse a dar un rodeo y subir a El Estepar por el Norte, accediendo a la cuerda cimera por el camino del mirador de Peñaliendre. Para ello, tome la salida 33 de La Berzosa y me dirigí hacia el final de la urbanización donde se enfila la carretera hacia Hoyo y donde se ubican unos paneles informativos y unos cubos de basura y reciclaje. Me calcé mis zapatillas bajas de trekking del Decathlon (error grave, puesto que nunca había corrido con ellas) y metí en la mochila algo de abrigo, agua y como no, un mapa de la zona para identificar picos una vez arriba.

Tomé el camino que discurre hacia el Oeste, en continua bajada y que al principio bordea las últimas casas de La Berzosa. Tras pasar un edificio de transformadores y saltar un murete, continué corriendo entre jaras y encinas en busca del Arroyo de Peregrinos, que alcancé en unos 10 minutos desde el coche (corriendo). Todo el recorrido hasta el mirador es frecuentado por bicis, con lo que, principalmente en esta primera zona, que tiene menos visibilidad y es estrecha, hay que tener cuidado para evitar un atropello. El arroyo baja con poco agua, (que ya es algo para lo seco que ha sido este invierno) nada comparado con el año pasado, en el que te las veías y deseabas para cruzarlo sin mojarte, ya que bajaba hasta arriba pero es un sitio agradable por el bosque de ribera que lo flanquea, a pesar de estar un poco sucio.

Arroyo de Peregrinos
Tras atravesar el arroyo y avanzar por una pendiente fuerte, nos incorporamos al camino de Moralzarzal que discurre en dirección Norte, más ancho que el anterior y en constante subida. Se atraviesa una barrera para el paso de vehículos, hecha con unos bidones y una cadena y se deja una bifurcación a la derecha. Tras correr unos minutos más, mis piernas y pulmones dijeron basta ante la pendiente a la que no se le veía fin y continué andando. Tras unos minutos, y con un camino que empeora y se llena de piedras y surcos, dejamos a la izquierda una casa abandonada un tanto tétrica que nunca he sabido para que se usó en su momento. Alguna vez he pasado al final de la tarde por aquí y no da ningún buen rollo, os lo aseguro.

Casa de película de terror
Las jaras toman la vereda del camino hasta llegar a la segunda bifurcación grande, de donde sale el camino a la cascada de Peñaliendre, un destino muy interesante y más cercano (no me desvié y no sé como irían de agua, pero el año pasado estaban preciosas) muy frecuentado por senderistas de Hoyo. Tras la bifurcación, presidida por unos pinos que destacan entre tanta encina y jara, la pendiente se suaviza antes de llegar a la tercera bifurcación, la cual cogeremos y que nos lleva al mirador de Peñaliendre.

Paisaje durante la ruta
El camino se estrecha y se empina de nuevo y gira hacia el Noreste pero el paisaje se vuelve más agreste y salvaje, es una parte que me encanta, estás al ladito de la A-6 pero es una zona muy solitaria y escondida, y más en un día nublado y oscuro como el que elegí. Avanzando a buen ritmo entre las jaras, me encontré con unos ciclistas que empujaban sus bicis ellos mismos. He experimentado esta misma ruta en bici y esta parte es ciclable solo para bikers muy duros ya que la pendiente junto con las piedras y los surcos la hace realmente difícil. La senda sigue subiendo durante una media horita, atraviesa un par de arroyos hasta que, bajando a una vaguadita sale una trocha a la izquierda, que sube más duramente hacia la cuerda de la Sierra. Si continuásemos por el camino, llegaríamos al mirador de Peñaliendre (en 5 minutos) y, bajando hasta otro vallecillo, podríamos hacer la vuelta al origen de manera circular.

Pequeña trocha que sube hasta la cuerda
La trocha sube por el pequeño valle de montaña acompañada por algunos hitos (aunque no hay pérdida posible) mientras que la cima se va haciendo más y más accesible.

Momento en el que llegas a la cuerda
Tras unos minutos subiendo, alcanzamos una valla de piedra que cruzamos y un cartel metálico ilegible al que no haremos mucho caso ya que será la primera vez que podamos contemplar la sierra de Guadarrama, con la Pedriza, la sierra de los Porrones y la Maliciosa en primer plano (1 hora a buen ritmo y a veces corriendo). Es realmente una vista preciosa, y un gran momento este, en el que tras una dura subida, se puede admirar la hermana mayor de esta Sierra casi en su totalidad. Estamos ya en la divisoria y es fácil contemplar que la cara norte de la Sierra del Hoyo es casi por completo terreno militar. Se ve un campo de tiro muy cerquita de donde estamos, y se oyen disparos de vez en cuando que nos hacen mosquearnos un poco…

Vistas desde la cuerda: Pedriza
Vistas desde la cuerda: terrenos militares
Si nos dirigiésemos hacia la izquierda (hacia el Noroeste) llegaríamos al Canto Hastial y a Moralzarzal, pero cogemos la senda hacia la derecha (Sureste) desde donde, más o menos de manera llana, el camino discurre entre monte bajo y algún árbol hacia El Estepar y más allá. Al cabo de unos minutos, aparece a la derecha otra elevación con unas formas rocosas muy características, se trata de la Silla del Diablo, a la que subí echando las manos en algún paso y pinchándome con unas zarzas. Desde arriba se ve la cima del Estepar y uno de los valles que bajan hasta unirse con el arroyo de Peregrinos. Destrepé y continué la ruta que se hace muy llevadera por las magnificas vistas que quedan a la izquierda. A los 20 minutos de camino, se vislumbra por primera vez en todo el recorrido, la cima de El Estepar, coronada por un mojón del IGN y una cruz blanca, y a la que se accede por unas escaleras seminaturales de piedra.

Cruz de la cima
Desde arriba las vistas son fabulosas, tanto para el Norte como para el Sur, donde se vislumbran con claridad las 4 torres al fondo, el embalse del pardo y el pueblo de Hoyo a los pies de la Sierra. La sierra en su totalidad, desde El Escorial hasta La Morcuera y Tres Cantos hacia el Este. Al lado de la cruz hay una virgen y una placa que han colocado los vecinos de Hoyo y me quedé descansando unos minutos mientras que reponía fuerzas.

Vistas desde la cima: Pedriza y Manzanares

Vistas desde la cima: Embalse de El Pardo y Madrid

Vistas desde la cima: Hoyo de Manzanares
Sin embargo, empezó a chispear y tuve que emprender la bajada, intentando ir corriendo en la medida de los posible y repitiendo el camino de subida en sentido inverso.

Tras tres horitas y cuarto de excursión desde que salí, regresé al coche con un palizón encima considerable y dos preciosos regalos en forma de ampollas en los talones (mala elección de zapatillas…) pero feliz de haber salido al monte y haber llegado a una cima que he contemplado durante toda mi vida pero que nunca había alcanzado.