lunes, 30 de septiembre de 2013

Transrrauláica 2013 Día 6 Del Pla d'Arcalís a Andorra la Fea

(por Antoñito Alcántara)



Poco a poco el día amanece, y nosotros nos desperezamos en el minúsculo interior de la maltrecha Coleman. 

Conciliar el sueño en alta montaña, dentro de una tienda de campaña sobre el irregular suelo en cuesta con la cara de tu colega a cinco centímetros de la tuya y con un aire interior que se podría amasar con las manos nunca es fácil. Suma una larga manada de insomnes caballos con cencerro cuyo bocado más apetitoso estaba a 10 metros de nuestra tienda y ya tienes nuestra noche.
Pero no vamos a engañar a nadie: a pesar del dicho, hemos dormido más que pasado la noche, y despertamos con fuerzas. Somos dos ceporros. Somos el C.A.R.A.

La tienda deconstruida, Jimbaco y nuestros amigos jacos

Al jamón con queso y gominolas de la noche anterior le sumamos algo más de calorías con un bollo bastante industrial que, por otra parte, no nos viene mal ya que será lo único que comamos en las próximas 8 horas. Esto es previsión y lo demás es fascismo.

Es hora de empezar el último día. Son las 7:30 del jueves 15 de Agosto, día de la Virgen, fiesta nacional, la gente durmiendo en la costa española... Y nosotros en pie para andar 8 horas… Esto es vida...

Arrancamos, con las mochilas más livianas que nunca y por una zona realmente bonita, con verdes y húmedos prados moteados de caballos. Desnudos picos rocosos iluminados por la blanquecina primera luz de la mañana escoltan el camino. Un sitio bucólico y romántico, por lo menos para los caballos.

Toma romanticismo… ¡ZASCA!

Poco a poco vamos remontando hasta el refugio de Baiau, donde descansamos antes de oprimir a nuestro amigo de Olot secuestrando sus gafas de miope catalá. El refugio no guardado de Baiau, en medio de una atalaya sobre el los Estanys de Baiau parece un refugio para una guerra nuclear. Una contundente y robusta pieza de metal sin más adornos que unos remaches y una línea de pintura roja. Por dentro no es mucho más bonito, aunque parece bastante acogedor. De haberlo sabido, la noche anterior podríamos haber hecho un esfuerzo y alcanzarlo a última hora para haber dormido en su interior.

Hoy se nota que pesan más las piernas y que no hay prisa, por lo que alargamos el descanso mientras cogemos algo de agua y nos metemos unas pastillas de nuestro patrocinador oficial, Isostar. Aprovechamos el descanso para disfrutar ante semejante animalada de la Naturaleza: un precioso lago de increíbles reflejos con un glaciar desafiante ante las leyes de la gravedad y la termodinámica.

Estany Gran de Baiau
De nuevo en marcha, hacemos cábalas sobre nuestro destino. Aviso: no hace falta subir la pequeña cuesta al refugio, basta con rodearlo y seguir camino bordeando el lago. Una vez bordeado gran parte del lago empieza la ascensión, aunque no es fácil acertar por la escasez de marcas: varios son los caminos que ascienden por las montañas hasta afiladas portillas, y todos me parecen peligrosos por igual. Ya nos han avisado de que la subida va a ser una auténtica y prolongada escupidera, así que nos armamos de paciencia y poco a poco vamos encontrando las marcas que nos indican la tortuosa ascensión con la que salvaremos un desnivel de 280 metros, alcanzando Andorra a los pies del coma Pedrosa.

El ascenso es como prometía, y Gorrino tiene que dejar unos metros de precaución para que no le golpee ninguna piedra que despeño en mi subida. A medio camino nos encontramos una solitaria teutona de bajada, con la que Gorrino se pone a practicar alemán. Muy bien, no he desayunado nada, estoy en medio de una escupidera con una mochila de 10 kilos, he dormido en el suelo, pero tú a lo tuyo: “Woher kommen Sie? Mein Name ist Jaime. Ich tanze gern. Ich mag Würstchen. Ich bin aus Gurke klub”.

Fieles al lema: “Stand your ground”, cada uno sube por donde buenamente puede. Yo, aprovechando que el camino se encañona, me agarro a los bordes cual choni en piscina pública. Gorrino es más hábil que yo en estos terrenos, y sube sin problemas por el camino marcado. Por fin, tras más de media hora de subida, alcanzamos el último paso de la semana: La Portella de Baiau.

Ante nosotros se abalanzaba la sombra del coma Pedrosa y el primer valle andorrano descansaba a nuestros pies. Estábamos ya en el punto que habíamos marcado en un mapa semanas atrás, y este punto era hermoso. Todo cuanto latía y respiraba alrededor era pura Naturaleza, Naturaleza pétrea y prácticamente invariable en el curso de los siglos. Nosotros estábamos aquí y ahora, pero nuestra diminuta presencia se iría para dejar paso a la soledad, a terribles tormentas, copiosas nevadas, a los días y las noches, al sol y las estrellas… volveríamos a la comodidad de nuestras casas, pero los Pirineos, allí a lo lejos, seguirán invariables, orgullosos, duros, inconquistables, seguirán existiendo, siendo una realidad aunque no haya nadie para disfrutarla. Les teníamos que dar gracias por habernos dejado disfrutarlos y ser parte de ellos durante estos días.
Coleman y Gorrino a la sombra del Coma Pedrosa.
Tras un poco de cháchara con una simpática pareja asturiana, iniciamos rápido descenso por la cabecer del valle hasta llegar a la zona de los neveros del Estany Negre, marcados en el imaginario como punto peligroso del día. Para nada fue así, y pasamos rápido por ellos, aunque bien cierto es que un resbalón nos hubiera llevado directamente a un ibón de gélidas aguas. Que por muy gélidas que fueran no desalentaron a la pareja curiosa del día: dos jóvenes en neopreno se tiraron en trineo por una ladera de nieve directamente al interior de un profundo ibón para luego darse unas brazadas. Bueno, cada uno disfruta la montaña a su manera…
El C.A.R.A. en el estany negre ¡NO TE CAIGAS JIMBACO!

Más adelante se abre el valle, y es necesario sentarse para disfrutarlo. Las vistas son simplemente espectaculares. Estamos cansados, nuestra espalda gime bajo el peso de la mochila y olemos a kilómetros, a piedra y ampollas, a días en la montaña, a honda satisfacción. Y a no habernos duchado también. En silencio, respiramos las últimas horas a solas con la montaña, tratando de retener esta última imagen para los largos días en la ciudad.

El valle del Comapedrosa

Seguimos recorriendo el valle, con poco que resaltar hasta que cogemos la carretera y por fin comemos caliente, cogemos un bus y, en definitiva, disfrutamos de la civilización hasta llegar a la que bautizamos como Andorra la Fea, ciudad medio Benidorm medio centro comercial con horribles carteles por doquier, turistas rusos y tiendas horteras. Por lo menos el hotel está bien, aunque nuestra habitación tiene bastante de crematorio. Suficiente para nosotros.

Es hora de despedirse. Al fin y al cabo, todo viaje no es viaje si no se vuelve, si no se cuenta, si no se retiene y si lo recorrido no se vuelve mentalmente a recorrer una y otra vez. En la mañana del día siguiente, mientras desciendo en el bus entre los últimos coletazos montañosos, permito que una profunda melancolía me invada, se apodere de mi espíritu, pero con una sonrisa que no se borra.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Transrrauláica 2013 Día 5 De Tavascán al Pla d'Arcalís

Nos levantamos y tomamos otro magnífico desayuno (que placer esto de dormir en hostales-hoteles de vez en cuando…), hicimos la mochila ooootra vez y enfilamos por el pueblo buscando las marcas rojas y blancas, ya nuestras amigas. Sabíamos que el camino subía y volvía casi sobre los pasos del día anterior para enfilar hacia Boldis Sobira pero no nos esperabamos la subida que nos encontramos desde el primer paso que dimos para salir del pueblo. Para arriba sin ningún tipo de reparo, entre raices y charcos de barro.

El bosque era bonito, pero no dejaba que la brisa corriera y en poco tiempo volvimos al “modo fuente”. Como ya he comentado el camino recorría el valle en dirección opuesta a la de ayer pero a media ladera y subiendo hasta llegar a los pueblos que se veían ayer: Boldis Jussá y Boldis Sóbira, es decir, Villaabajo y VillaArriba en catalá.

Boldis Sóbira (arriba) y Boldis Jussá (abajo)

Tras una horita que se hizo bastante dura por la pendiente y el estar aún fríos, el camino dejó de ascender y abandonó el bosque, discurriendo a media altura con vistas al valle. Tras un par de giros para atravesar valles secundarios, llegamos a Boldis Sobira, precioso pueblo pirenaico muy bien cuidado, con flores en los balcones y arquitectura homogénea. Hicimos una pausa para recuperar los maltrechos pies y cargamos agua en la fuente del pueblo mientras vigilabamos a un perro que no parecía tolerar muy bien a los foráneos.

Proseguimos la subida, que se antojaba dura, pero según íbamos avanzando la pista por la que caminábamos seguía su suave pendiente y su agradable sombra. Sorprendidos de esto y charlando animosamente, nos veíamos ya arriba del puerto. Sin embargo, los mapas y los perfiles no mienten y si dice que el tramo es duro, tarde o temprano acabará siéndolo.

Cuando ya creíamos que todo estaba cerca del final, la pista acabó y la subida pasó a discurrir por una senda con mucha más pendiente, en la que a regañadientes nos pegamos por enésima vez con la intrincada geografía pirenaica.

Nos cruzamos con otro caminante y su perro, ansiosos por encontrar agua y un poco más arriba ya llegamos por fin al puerto, con un corral para ovejas y unas señales intranquilizadoras sobre la presencia de perros pastores. Así que sin mucha más dilación empezamos la bajada hasta la Vall Ferrera, último valle lleidata antes de entrar en el Principado de Andorra. Todos estos valles, enmarcados en el parque natural de l'Alt Pirineu son menos espectaculares que los de Aigues Tortes o la parte oscense desde Canfranc, pero gozan de una soledad que compensa ampliamente su falta de desniveles o paisajes rocosos.

La Vall Ferrera

Caminando tranquilamente, sabedores de que este iba a ser el último puerto completo del día, nos acercabamos paso a paso al último pueblo catalán antes de Andorra: Áreu. El sol apretaba ya en lo alto, y decidimos que el plan sería comer algo en el pueblo, comprar algo de cena para la noche e intentar avanzar los máximo posible por el valle antes de plantar la tienda y pasar la noche.

La primera parte la conseguimos, comiendo unos bocatas de bacon y refrescando el gaznate con unas cervezuelas en una terraza de un bar, pero la compra no pudo ser, ya que la única tienda no abría hasta las 17:00 y la dueña se negó a vendernos las cuatro cosas que necesitabamos. Áreu es un pueblo pequeño pero muy  turístico, con un par de hoteles y un camping enorme con piscina, y como todos los pueblos de esta zona está muy cuidado.

Fue duro volver al camino, con la solana pegando desde lo más alto y las piernas ya cansadas. La ruta sigue una pista por la que está permitido el tráfico rodado y por la que de hecho bajaban bastantes coches, ya que hay una zona recreativa valle arriba. El camino era cómodo y la pendiente suave, cuando se nos ocurrió abandonarlo y tomar una trocha por el bosque que era por donde giraba el GR-11.

Resultó ser un tremendo error, porque la senda estaba embarrada en todo su recorrido y enjambres de mosquitos se relamían a nuestro paso. Cagándonos en la madre del desvío e intentando matar la mayor parte de los bichos alados, continuamos el camino intentando no perdernos entre arroyos, árboles caídos y barrizales.

En una de estas pausas para vigilar por donde debíamos ir, Coleman se dió cuenta de que había perdido el movil y se dispuso a volver a buscarlo. Afortunadamente pudo encontrarlo y en el tiempo transcurrido únicamente me picaron diez millones de mosquitos y vete tu a saber que bichos, así que el problema fue menor.

La cascada de la Vall Ferrera

Empezamos a cruzarnos con gente que volvía al pueblo y que amablemente nos indicaron el mejor sitio para dormir y nos dieron agua. El sendero ascendía a media ladera, mostrándonos la belleza de este valle que es la principal vía de acceso a la Pica d’Estats, cima más alta de Catalunya y tres mil más oriental del pirineo (de esto no estoy muy seguro). Un bosque tupido y cascadas que se desploman desde las alturas nos acompañaban en este tramo, en el que estabamos pletóricos de fuerzas ahora que la tarde avanzaba y la temperatura y la luz eran perfectas. Al final llegamos al parking donde acababa la pista y tomamos el camino del Pla de Boet, abandonando la ruta que enfila hacia el refugio de Vallferrera.

El Pla es precioso, amplio y con vistas a un circo que lo cierra por el norte, pero estaba lleno de ganado y, aunque la luz empezaba a despedirse, decidimos seguir más adelante, y asi acortar aún más la etapa del día siguiente.

Pla de Boet

Subiendo al Pla de Arcalís nos cruzamos con una pareja de Olot, que nos dijeron que habían perdido unas gafas en algún momento y que nos agradecerían que las cogiesemos. El CARA es su vertiente más altruista así lo hizo.

Por fin llegamos al Pla de Arcalís, únicamente para descubrir que las vacas habían sido sustituidas por caballos y que los cabrones iban de un lado a otro con sus cascabeles puestos haciendo un ruidazo de la leche. Pero no podíamos buscar otro sitio porque la noche se nos echaba encima, así que escogimos el sitio más adecuado y plantamos la tienda, que al primer intento de montarla se jodio y tuvimos que dormir en una especie de amasijo de hierros y tela.
Nuestro hotel de mil estrellas...(matadme por favor)

Cenamos un poco de jamón y queso sin pan, algo de dulce y unas gominolas y nos metimos en la tienda con las últimas luces del día. Los caballos campaban a sus anchas a nuestro alrededor jodiendo la marrana con los cascabeles y cada poco tiempo teníamos que sacar el frontal y enfocarles para espantarles y alejarles un poco. Esa noche aprendimos que los caballos no duermen los hijosdeputa, o al menos no duermen de noche.

No fue una noche plácida, pero ya se sabe, en el monte no se duerme, se pasa la noche. (cero sesentaaaa).

sábado, 28 de septiembre de 2013

Transrrauláica 2013 Día 4 De La Guingueta d'Aneu a Tavascán

Dormimos como Dios manda en una cama cómoda y nos levantamos para meternos entre pecho y espalda un desayunaco con la previsión de coger el autobús que nos bajaba a La Guingueta de las 07:37. Sin embargo, la comilona se alargó demasiado y el autobús se nos escapó en nuestra misma jeta.

La lluvia del día anterior había desaparecido momentáneamente, pero las nieblas aún se posaban en el fondo del valle y en el cielo y nubes altas y grises no presagiaban un día de playa ni mucho menos. Nos hicimos a la idea de caminar los 4 kilometros extra hasta La Guingueta pero cada vez que pasaba un coche (pocos a esa hora) poníamos el dedo sin mucho convencimiento por si sonaba la flauta. Y sonó, y muy rápido. Un chico con una furgo nos paró y nos llevó hasta La Guingueta, lo cual nos situó en el punto de partida de la jornada muy prontito y por el módico precio de 0 centimos.

Ya allí cruzamos el río en un ambiente de absoluta humedad y comenzamos a ascender por una pista/carretera, con los ojos bien abiertos ya que nos habían avisado que las señales no eran claras en este primer tramo. La senda se separa de la pista tras un rato y empieza a subir sin ningún tipo de tregua. Empezamos en modo fuente ya que la conjunción de la humedad y la pendiente no es buena amiga.

La subida a Dorve

Mirando al suelo y jurando en arameo avanzamos a buen ritmo hasta llegar a un crucero en lo alto de una loma, desde donde se divisaba un panorama espléndido del valle, con las brumas en las zonas bajas y las cimas de Aigues Tortes al fondo. Comenzaban un par de días de media montaña, abandonando las cimas, llacs y pedreras para dar paso a los bosques, de los cuales el pirineo de Lleida tiene grandes ejemplares. Desde el crucero, tras unos 25 minutos más arribábamos a Dorve, un pueblo típico de casas de pizarra y con una población cercana a cero. Una lástima ésta de los pueblos abandonados que parece que también afecta a Catalunya (en la zona del prepirineo aragonés es una auténtica epidemia) pero también hay que ver donde fueron a meter el pueblo para entender que la vida aquí no tiene demasiado sentido con las comunicaciones actuales.

Hicimos una parada para rellenar agua y nos entró una pequeña crisis de motivación al ver que solo habíamos ascendido un tercio del puerto, cuando ya estábamos cansados, sobretodo de sudar . Sin dar tiempo a que nos invadiera la desesperación volvimos a echar hacia arriba sorteando barrizales, que con las lluvias caídas ayer parecían más bien arenas movedizas.

Salimos otra vez a media ladera cuando las marcas del GR-11 empezaron a escasear. Escarmentados por la perdida del día anterior en el port de Ratera, no avanzábamos ni 10 metros sin antes encontrar la siguiente marca y aún asi las salidas del camino eran constantes y tuvimos que cruzar varias veces monte a través para volver a la senda marcada. Pero llegó un momento en el que las marcas no aparecían por ningún sitio. Senda había, pero ya habíamos aprendido el día anterior que era mejor no fiarse. Dejamos las mochilas en un punto y fuimos cada uno por un lado a explorar. Realmente no había ni una puta marca en una buena distancia hasta que al cabo de un rato creí ver una mancha semiborrada de color rojo. La seguimos porque no teníamos nada mejor y solo al cabo de casi 10 minutos empezaron a aparecer de nuevo las marcas del GR. Señores encargados del GR en esta parte: hagan algo.

Proseguimos subiendo a media ladera, algo más animados y descansados ya que había menos humedad y la parada para encontrar la senda había servido de descanso. Llegamos a una especie de collado donde la senda se internaba en un bosque impresionante, de espesísimo abeto, oscuro y fresquito. Por allí caminamos cerca de 40 minutos, maravillados por los viejos y enormes abetos que apenas dejaban pasar la luz solar. La lluvia nos respetaba hasta el momento y la temperatura era muy adecuada para la marcha. Poco a poco vislumbrábamos el fin del bosque y llegamos a un punto que creímos que sería el final de la subida. Sin embargo, aún quedaba subir por la cuerda un rato más hasta que alcanzamos el collado de Lo Caubo, donde una maravillosa vista de las cimas medias del parque natural del Alt Pirineu nos esperaba.

Panoramica del Alt Pirineu

Paradita para bajar de peso un poco y para abajo sin más dilación. El tiempo era bueno, el azul del cielo nos daba animos para seguir y no parabamos de recordar que estaba previsto que el día de hoy fuese lluvioso y que por ahora estabamos gozando de un tiempo, sino soleado si aceptable al menos. Una nota al margen: esta ha sido la primera vez que soy consciente de que bajar pueden cansar tanto como subir. No se si las bajadas eran más pronunciadas o yo estoy más cascado, pero los cuadriceps y las rodillas han sufrido de lo lindo este año.

Asi, tras una hora y pico de bajada, un desvio inutil a una borda inexistente, festival de barro hasta los tobillos, subluxación de hombro y mosquitos varios de por medio, las casas de Estaón aparecieron de súbito bajo nuestros pies. Llevabamos siguiendo desde hace un rato a una chica que caminaba a buen ritmo y al llegar a la plaza del pueblo (muy bien cuidado, como todos los del pirineo catalá) se sentó a una prudencial distancia de nosotros a beber y comer algo.

Comimos lo que teníamos mientras que descansabamos a la sombra, bebiamos agua y masajeabamos los pies, y es que aún nos quedaba la segunda mitad de la etapa, en la que tendríamos que salvar otro interesante desnivel.

Nos pusimos en marcha, guiados por los amables lugareños y su nulo castellano, para coger una senda a la vera del rio, muy agradable y con un leve desnivel. Llevabamos un ritmo bueno, animados por el descanso, la confortable senda y el buen tiempo. Charlando animadamente llegamos a un pueblo o conjunto de bordas abandonadas, en el que el negro de la pizarra que formaba las casas imprimía un toque de misterio u oscuridad al conjunto. Proseguimos la senda hasta llegar a un desvio en el que una senda salía del camino principal.

El pueblo abandonado saliendo de Estaón. Daba yuyu, doy fe
Ahí se acabó la amable pendiente y comenzó de verdad el ascenso al segundo puerto del día, que coronaba el cordal montañoso que separa la Vall d’Estaon y el Valle de Cardós, donde se sitúa Tavascán, final de la etapa de hoy. Aplicamos la estrategía de “every man for himself” y cada uno cogió el ritmo que mejor le pareció, para sufrir en soledad en cada curva de herradura y soñar con el ansiado final del puerto que nunca se acercaba. Inmersos en un ambiente absolutamente primaveral, rodeados de flores, bichos a mansalva e incluso algun ciervo/corzo/bicho marron con cuernos que salta por fin coronamos el puerto, donde nos esperaba nuestra amiga caminante. No pude resistirme y la chica resultó ser inglesa (del norte por su infernal acento) y estaba haciendo el GR-11 andando mientras que su novio hacia el equivalente en MTB. Iba a toda hostia la jodia, con lo que paso a ser denominada Lady Rock (en homenaje al auténtico The Rock).

Y ale, tras la animada charla practicando el ingles, otra subluxación de hombro (a la tercera va la vencida) para abajo que nos tiramos. Un niño familiar de Belcebú nos había avisado en el pueblo de la peligrosidad de la bajada y de que no quería tener que avisar al helicóptero (o al menos eso le entendimos), pero realmente el descenso es tendido por una pista o senda ancha sin mucho desnivel.

Los kilometros empezaban a hacer mella, y estabamos deseando llegar lo antes posible ya que a nuestras espaldas se estaba cocinando una tormenta veraniega de lo más rica, asi que apretamos el paso y llegamos a Lleret, con unas vistas preciosas del valle donde se distinguían dos pueblecillos por los que tendríamos que pasar el día siguiente: Boldis Jussá y Boldis Sobira.

Boldis Jussá y Boldis Sóbira, desde la vertiente opuesta del valle

En Lleret, la senda deja de bajar y toma un camino no apto para gente con vértigo que discurre a media ladera, muy bonito pero que no apreciamos por lo cansados que ibamos ya. La tormenta con sus truenos se acercaba y en cuanto tuvimos Aineto y Tavascán a la vista nos lanzamos ladera abajo a toda hostia, desafiando a nuestros tobillos, rodillas y músculos varios. Sin más problemas y sin mojarnos ni una gota, arribamos primero a Aineto y 10 minutos más tarde a Tavascán, donde fuimos directos al hostal Llac de Cardós. Y literalmente, esos fueron los últimos pasos que dí en la calle, porque me tumbé en la cama tras ducharme y me quedé descansando los pies, que me quemaban como si tuviese chili en ellos.

Bajamos a cenar al mismo restaurante del hotel donde por un módico precio nos tomamos un menu hipercalórico que nos revitalizó y cargamos las pilas antes de irnos a sobar y afrontar otro día más de ruta pirenaica.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Transrrauláica 2013 Día 3 Del Refugio de Colomers a La Guingueta d'Aneu

Tras una noche movidita causada en parte por las lentejas de la cena y en parte por la superpoblación de la habitación, nos despertamos y bajamos a desayunar en el comedor. Como nota aparte decir que realmente lo mas caro de los refugios es el desayuno, por el que te cobran unos 13 euros y te dan un tazon de café o colacao con galletas y pan tostado… Bueno, muchos de estos establecimientos son ya hostales de montaña más que refugios, pero en muchos casos si quieres una cama (y sobretodo una ducha) te tienes que acoplar a ellos si o si.

Más laguitos para empezar

Con la mochila de nuevo a la espalda y los pies quejándose ya (lo que sería ya una constante hasta el final), reemprendimos la marcha siempre en dirección E. El camino pasa por el antiguo refugio y cruza la presa del lago, y una vez allí empiezan los problemas con la señalización. Nosotros tiramos hacia la derecha, bordeando el lago, y en mi afán por descubrir la senda casi me pego un chapuzón involuntario. Al final lo que hay que hacer es ir a la izquierda, por una senda que desciende levemente para luego retomar la subida. Un suave repecho nos deja en una zona preciosa, salpicada de lagos y arboles, de la cual te da pena salir. Asi, el camino rodea el Lac Long, el Lac Redon y por fin el grande y más bonito Lac Obago, a cuya orilla hay un refugio modesto. Ibamos contentos disfrutando del paisaje y preparándonos para subir el Port de Ratera, cuando al llegar al final de este ultimo lago, comenzamos a subir por una senda.

Y aquí empezó el error y el posterior infierno. Ahí descubrimos que, aunque cueste mental y físicamente, si no se ven señales durante un tiempo es mejor volver atrás hasta encontrar la última señal y retomarlas. Porque empezamos a subir convencidos de que era simplemente otro modo de subir al puerto, pero cuando llegamos arriba sólo nos encontramos un gran circo con paredes infranqueables y otros lagos iguales de bonitos pero que no lográbamos identificar. Nos fuimos a buscar el camino cada uno por su cuenta, encontramos unas marcas rojas sobre rocas, las seguimos, creímos ver por donde seguía el camino e incluso estuvimos a punto de subir a un collado, pero al final un ataque de consciencia nos impulso a bajar al lago, del que nos distanciaban apenas 20 minutos y volver a la ultima marca rojiblanca. Ya de bajada nos cruzamos a una pareja de franceses, y con nuestro precario francés y su precario español, entendimos que aquello era el camino incorrecto y que estábamos yendo hacia el Circ de Colomers. Que es bonito de cojones, pero que no era nuestro objetivo del día.

Previously on LOST

Una vez abajo, retomamos las marcas del GR (más claras de lo que pensábamos) y tomamos la senda correcta hacía el port de Ratera, rodeando un poco más el Lac Obaga y subiendo hacia el E. Ya se veía más gente y tragándonos nuestro cabreo por los 90 minutos perdidos y el cansancio acumulado en balde seguimos la senda hasta que llegamos al final del duro puerto, donde abandonábamos el Vall d’Aran y entrábamos en el Pallars Sobira y en la zona del Parque Nacional de Aigues Tortes. Arriba hacia fresco, había neveros y más lagos, pero hicimos una parada a reponer energías y estuvimos charlando con unos chavales de Lleida muy majetes que hacían la Carros de Foc en plan vivac. Hay que entender que lo que les da dinero a los refugios es la travesía de Carros de Foc (que une todos los refugios del parque) y no el GR-11, con lo que en muchas ocasiones está mejor indicada la primera que nuestra ruta.

Por fin, en lo alto del port de Ratera

Ya con fuerzas y animos renovados al acabar la última subida del día, nos lanzamos senda abajo por neveros y pedreras y tras un laaaargo descenso pasas por un par de estanys y de repente, como margaritas en primavera, los domingueros florecieron.

¡¡Si!! Acostumbrados al espécimen “dominguerus guadarramensis”, nos sorprendió el gran parecido que atesoran con el espécimen local, el “dominguerus catalanis”. Tienen en común las chanclas, las camisetas sin mangas y una cierta tendencia a comunicarse a voces. Su hábitat se limita a 10 minutos andando del coche, por lo que es difícil encontrarlos en sitios recónditos o de gran belleza natural. Ya en el Estany de Sant Maurici la invasión era total, ya que los suben con todoterrenos desde el pueblo de Espot. Hicimos una pausa para comer lo poco que llevábamos, que se limitaba a una sobrasada y un quesito del desayuno y marchamos por una senda que baja a Espot, por la que evitas bajar por la carretera que usan los 4x4. No entiendo demasiado bien este acceso en todoterrenos; me parece optimo que limiten la subida de vehículos particulares, pero no entiendo el porque de no facilitar la subida con autobuses públicos. En fin, ellos sabrán.

Cascada con afluencia extrema de Dominguers

El caso es que a un ritmo cuasi de trail, avanzamos kilómetro a kilómetro entre bosques y praderas, soportando el calorazo y viendo como a nuestras espaldas se iba formando la tormenta perfecta. Lo que durante el día había sido sol y buen tiempo se había mezclado con la humedad para conformar unas nubes negras que empezaron a avisar en forma de trueno cuando entrabamos en el pueblo de Espot. El pueblo es bonito, muy cuidado y con bastantes establecimientos turísticos. Allí pude comprar una tanda más de compeed y una toalla que me había dejado en Colomers. Nos tomamos un refrigerio mientras decidíamos si bajábamos andando hasta La Guingueta o si cogíamos el bus del parque (gran invento que rodea el Parque Nacional completamente varias veces al día, enlazando los valles de Aneu, Aran, Barrabes, Boi y algún otro). Tomamos la segunda decisión, en parte por el dolor de pies que llevaba y en parte por el cielo amenazante.
Estany Sant Maurici

Estuvimos hablando con el conductor del bus, un cordobés afincado en Vielha y que nos contó lo duro que es el invierno aquí y lo diferente que es de su tierra. Nada más ponerse en marcha el autobús nuestra decisión se tornó correctísima, ya que empezó a descargar una tormenta increíble, que hizo la bajada a la Guingueta bastante peligrosa ya que apenas se veía del agua que caía. Nos dejaron en la parada del autobús bajo una cortina de agua y entramos a un hostal justo después de que nos quitaran la ultima habitación que quedaba. No nos quedó otra que coger un taxi hasta Esterri, el siguiente pueblo del valle y mucho mas animado, donde nos alojamos en el hostal d’Aneu y tras una ducha pudimos disfrutar del bonito pueblo y de una gran cena, todo ello rodeados por todas partes por banderolas esteladas. Qué hermoso el fervor patriótico que se ha apoderado de los catalanes.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Transrrauláica 2013 Día 2 Del Refugio de Conangles al Refugio de Colomers

Nos levantamos a una hora prudente (nuestros motivados compañeros de habitación ya estaban todos andando o incluso corriendo…) después de una plácida noche, sin ronquidos ni malos olores. Nos tomamos un buen desayuno, hicimos la mochila de nuevo y enfilamos por una bonita senda entre hayas donde incluso pudimos ver un par de cervatillos corretear.

Hasta llegar al Hospitau de Vielha, que se aposenta justo antes de la barrera montañosa que separa la Ribagorza del Valle de Arán, y que atraviesa el túnel de Vielha, el camino es cómodo, casi sin pendiente y a la sombra del bosque. Nada más llegar al Hospitau, gira hacia el este y ya ves la que se te viene encima. Otro murallón de rocas se interpone entre ti y tu destino y esta vez te toca subirlo. Es el port de Rius, largo y con buena pendiente. 
En aproximadamente una hora y media estamos arriba, desde donde se aprecian unas vistas excelentes del macizo de las Maladetas al Oeste. Dejamos definitivamente Aragón, con sus altos macizos inhóspitos y rocosos para adentrarnos en Lleida, donde las alturas serán algo menores pero por contra los bosques más frecuentes y tupidos.

Nada más llegar arriba, un pequeño estany nos da la bienvenida, pero lo pasamos rápido por la izquierda para llegar al Lac de Rius, mucho más grande y propicio para una buena parada donde tomar fuerzas. Es difícil renunciar al baño cuando llegas sudado y con el sol en la chepa, pero conseguimos evitar la tentación. Sin embargo teníamos claro que un día de estos lo llevaríamos a cabo, era un objetivo del viaje: bañito en un Estany.

Estany de Rius
Proseguimos la ruta ya cuesta abajo, adentrándonos en la Vall d’Aran por el valle que forma el barranco de Rius, con numerosas pozas y un ambiente casi primaveral, indigno del mes de Agosto. Se nota que este año ha nevado y llovido una barbaridad por aquí. De animada charleta continuamos la senda, hasta que en un momento ésta se separa del fondo del valle y discurre a media ladera. Ningún problema hasta ahí, pero de repente cambia de valle y tras una bajadita, emprende una terrible subida sin previo aviso con una tremenda pendiente.

Bajada hacia La Restanca antes de la criminal cuesta

Cuando llegas arriba cagándote en los muertos del diseñador del GR-11, por lo menos ya se ve el refugio de la Restanca, a la vera de una presa. Al llegar allí hicimos otra pausa donde incluso Dormidino se echó una siesta de 5 minutos, conscientes de que ya habíamos pasado la mitad de la etapa .

Para la segunda mitad de la ruta nos quedaba una dura subida, dividida en dos tramos: el primero hasta el Lac deth Cap deth Port y luego subir el port de Olhacrestada (o algo asi, que el ser respetuoso con los idiomas regionales no es sencillo). Con filosofía emprendimos la primera subida, que comienza justo al lado del refugio y que empieza y acaba con la misma pendiente: una de la hostia. Nos cruzábamos a gente que bajaba y luego subía y no entendíamos muy bien el porqué. Luego descubriríamos que para hacer la Carros de Foc completa es necesario pasar por todos los refugios y que este es el único que no incluye el itinerario circular, sino que hay hacer un camino de ida y vuelta para pasar por él.

Por fin llegamos al desague del Lac y tomamos posición en su orilla, donde nos metimos un buen bocadillo de fuet con tomate y por fin cumplimos el objetivo de hacer el dominguero bañándonos en el Lac/Estany/Ibon/Lago. Con nuestros bañadores nos metimos de cabeza, pero no estuvimos mucho tiempo porque estaba bastante fría y porque realmente no sabíamos si estaba permitido o no. Aún así, nos cayó una pillada por parte de unos excursionistas, pero bueno, no nos dijeron nada.
Dominguerismo extremo: tick

Descansamos un rato a la vera del Lac y proseguimos la marcha, para subir al Port de Olhacrestada, que es bastante criminal, y más a la solana. Nos cruzamos con unos bakalas catalans que iban con música en el móvil (¿¿??)y por fin llegamos arriba donde cambiaríamos de valle pero no de comarca (aún en Aran). El paisaje cambia un poco y es que deja de haber tantos torrentes y arroyos con lo que conseguir agua se hace más complicado. Desde este collado hay un fácil acceso al Montardo de Aran, pero la verdad es que la etapa ya era dura y ni nos lo planteamos.

Desde el Port de Caldes

A continuación bajamos un poco y volvimos a subir a otro pequeño collado y de nuevo bajamos a la vera de otros estanques. En el arroyo que los une cogimos agua antes de volver a subir otro pequeño puerto, ya el último de día, el Port de Caldes. Una vez arriba, ya solo nos quedaba bajar el valle a la vera de un precioso arroyo de montaña para plantarte en el refugio de Colomers.

Precioso arroyo de montaña bajando a Colomers

Este refugio esta horriblemente masificado ya que tiene fácil acceso desde el Valle de Aran. Hay dos refugios, el viejo (sin uso) y el nuevo, que es el que queda a la derecha. Habitaciones con muchos colchones y demasiadas plazas en mi opinión, pero bueno era Agosto, no se puede pedir más. Nos tomamos la cervecilla de rigor, nos duchamos y nos sentamos a cenar con unos chicos muy majos de Sabadell, una pareja vasco-navarra y los Sabadellienses del día anterior. La cena fue un tanto extraña, ya que consistió en sopa (vale), lentejas (no pondría yo legumbres en un sitio masificado con habitaciones masificadas) y trucha (que si, que estaba buena pero tras 10 horas andando mi cuerpo pide carnaza).

Nos quedamos un rato leyendo las revistas del refugio y salimos a ver las estrellas, que era el día de San Lorenzo. Lo de las lágrimas de San Lorenzo suena precioso pero tras 15 minutos con el cuello como si fueses un diplodocus nos hartamos de mirar para arriba y con el único frontal del que disponíamos nos subimos a sobarla.

martes, 24 de septiembre de 2013

Transrrauláica 2013 Día 1 Del Plan de Senarta al Refugio de Conangles

La tarde anterior habíamos llegado a eso de las 19:00 a Benasque, precioso y animadísimo pueblo que se ha convertido en el centro de los deportes en el Pirineo. Hicimos unas compras en un atestado supermercado (comidas y desayunos para los días próximos) y nos tomamos una ensaladita y una ración de morro de cerdo a modo de cena inaugural. La verdad es que siempre estamos de paso, pero me apetecería alquilar una casa allí y quedarme al menos una semana tranquilamente, tomando el pueblo como base de operaciones de múltiples ascensiones y actividades.

Pero el deber llamaba, así que nos colocamos en la carretera que sube hacia el Norte a hacer autostop, con tan buena suerte que el segundo coche nos paró. Resulto ser un grupo de madrileños que, pese a ser ya cuatro dentro con las mochilas, nos paró y nos acercó a Senarta, aún estando más alejado del camping al que se dirigían. ¡Gracias muchachos! Efectivamente y tal como nos habían avisado, los servicios de Senarta eran minimisimos, pero espacio hay de sobra, con lo que pusimos la tienda en un llano y nos dimos una vuelta por la zona a ver que había. Las típicas chozas de campistas de lujo y algún campamento de ingleses supusieron la mayor atracción antes de lavarnos los dientes y meternos en la tienda.

El día siguiente nos despertamos pronto para coger el primer autobús a Coronas. Realmente el GR-11 comenzaba en la zona de acampada pero la etapa era muy larga y si nos podíamos ahorrar dos tediosas horas de pista forestal por un módico precio pues por supuesto que lo íbamos a hacer. Así que a las 07:15 de la mañana cogimos un bus todo terreno por 10 eurazos de vellón que discurre por la citada pista de Vallibierna y te deja al cabo de media hora en el refugio de Pescadores o de Coronas. El Vallibierna (o Val de Invierno) es un precioso valle, casi opuesto al de Estós, cubierto por una masa de abeto y que, flanqueado al norte por el macizo de las Maladetas y al sur por la sierra negra, talla su huella en la roca durante varios kilómetros hasta llegar al collado de Vallibierna, donde conecta con el valle de Salenques.

Ibon bajo de Vallibierna
Emprendimos la subida hacia el circo de Llosas, que resulta un perfecto sitio para acampar, con vistas privilegiadas del Aneto y las crestas que lo rodean. Queda pendiente una subida al Aneto desde aquí, que no sé porque me da pero me parece que es más bonita que por el Norte, el ya muy trillado camino por el glaciar y los portillones. Con un pequeño desnivel más, nos plantamos en el desagüe del ibón bajo de Vallibierna que, no sé si era por ser el primero de la ruta, pero nos pareció una maravilla. Estrecho, con la profundidad justa y con el agua absolutamente cristalina, invita al baño de manera bestial. Continuamos hasta llegar al ibón alto de Vallibierna, último antes de enfilar la subida al collado.

Aneto y grupo de las Maladetas desde el sur
Íbamos aún frescos por ser el primer día y por la inestimable ayuda del bus de Vallibierna, así que sin muchas complicaciones alcanzamos el paso, donde paramos a hacer unas fotos y disfrutar del paisaje de ibones y picos. En la cima un grupet de catalans, primeros de los innumerables entre los que nos mezclaremos los siguientes días.

Mirando el mapa y vigilando no saltarnos la bifurcación, reemprendimos la bajada, evitando los neveros aún existentes y atravesando las pedreras de bloques inmensos. El camino da un rodeo hacia la derecha cuando en realidad nuestra ruta seguía de frente izquierda, pero obedecimos a las señales, descendiendo hasta la clara bifurcación donde se separa el ramal de Llauset y el de los ibones de Anglios (el nuestro). De este modo alcanzamos tras una breve cuesta el Estany de Cap de Llauset, espectacular, con un agua cristalina que hacía difícil evitar la tentación del chapuzón. Continuamos por su orilla hasta subir otro pequeño puerto que nos dejó en los Estanys de Cap de Anglios tras una dura y lastimera bajada por un terreno descompuesto. Avanzando por su orilla izquierda y siguiendo su desagüe, llegamos a un llano que alberga varios estanys y el refugio de Anglios, pequeña cabaña sin guardar pero en muy buenas condiciones, donde paramos a comer.

Ibones de Angliós

Su único huésped resultó ser un navarro agradable que recorría el GR-11 hasta el cap de Creus en solitario. El hombre había decidido descansar ese día y qué mejor sitio para hacerlo que este refugio. Acarreaba todo lo que necesitaba para la ruta, incluido hornillo y botellitas de gas. Estuvimos de cháchara con él durante un buen rato mientras comíamos un buen bocata y descansábamos de la mañana. La bondad de Antoñito, que compartió con él un melocotón le salvó de una muerte segura por escorbuto, ya que llevaba sin probar fruta desde que salió de ruta. Sin embargo, tras aproximadamente una hora, retomábamos el camino de los Estanys en dirección al valle de Barraves, que ya se asomaba al Este. Recorrimos el últimoo estany, el Estany Gran y comenzamos la bajada por el valle de Xalenques.

Macizo de los Besiberris antes de tirarnos senda abajo
Y joder, vaya bajada. En un principio empieza suave, serpenteando la senda mientras que pierde altitud levemente, no suponiendo gran trabajo para rodillas y cuádriceps. Sin embargo, llega un momento en el que se interna en un bosque y entonces se despeña cuesta abajo apoyándose en rocas, raíces y troncos de árboles. Nos resultó cansadísimo, y acompañado del calor sofocante que hacía y de los kilómetros a las espaldas, se nos hizo un auténtico tormento hasta que por fin llegamos al rio de Salenques, caudaloso y furibundo, que discurre por el deseado fondo del valle. Una vez abajo, una tranquila senda con mucha menos pendiente te lleva, a la vereda de pozas y rápidos, hasta el puente de Salenques, en la carretera nacional que lleva a la boca del túnel de Vielha. Lamentablemente la ruta no acaba ahí, y toca recorrer tres kilómetros más primero por carretera y luego por una senda hasta llegar al refugio de Conangles, ya en territorio catalá y a la orilla de la carretera (casi) lo que le hace no ser un refugio de montaña al uso.

Llegamos a eso de las 17:30 y aprovechamos el sol aún con una cerveza en la mano y charlando amistosamente con un vasco de Orio y un catalán ya entrado en años de Sabadell. Intercambiamos datos de las rutas que seguiríamos y aprovechamos para ducharnos justo antes de la cena.

Durante la cena nos enteramos de que el Oriotarra hacía unas etapas mastodónticas, juntando un par de las nuestras, y conocimos un belga que cuando podía iba corriendo y que había hecho la Ultra Trail del Mont Blanc. Casi nada vamos, rodeados de máquinas que estábamos. Para más inri, en días posteriores nos fijamos y el hombre mayor de Sabadell sólo llevaba camisetas de Ultratrails asi que estábamos con un buen puñado de superhombres. Mientras tanto, ajenos a la profesionalidad de la gente, el C.A.RA planeaba un día de dominguerismo activo para el día siguiente…

Sin mucho más que hacer o decir, nos recogimos a las camas del refugio hasta la mañana siguiente, donde seríamos los únicos que desayunarían más allá de las 07:00…

sábado, 21 de septiembre de 2013

Transrrauláica 2013 Intro


Y de nuevo nos dirigíamos a la Champions League de las montañas ibéricas: los Pirineos. Tras un año más bien escaso en subidas a la montaña por inoportunas lesiones y perezas varias, retomabamos la ruta del año pasado, el GR-11, o también llamado RG-7. Esta vez, continuaríamos la ruta donde la dejamos el pasado año, en Benasque, y continuaríamos siguiendo esta vez si al pie de la letra las señales hasta entrar en Andorra. Estas fueron las etapas:
Ida: 9 de Agosto Madrid- Zaragoza- Huesca - Benasque
Día 1: 10 de Agosto Senarta (Benasque) - Refugio de Conangles
Día 2: 11 de Agosto Refugio de Conangles – Refugio de Colomers
Día 3: 12 de Agosto Refugio de Colomers – La Guingueta d'Aneu
Día 4: 13 de Agosto La Guingueta d'Aneu – Tavascán
Día 5: 14 de Agosto Tavascán – Pla d'Arcalís
Día 6: 15 de Agosto Pla d'Arcalis – Ordino (Andorra)
Vuelta: 16 de Agosto

Ruta del año pasado (en rojo) y de este año (azul)
Este año únicamente teníamos 6 días, con lo que no subimos a ninguna cumbre principal y fuimos directos intentando recorrer la mayor distancia posible, intención que nos pasó factura ya que hubo días en los que el cuerpo y el ánimo no daban para más.

Cambiaríamos también algunas detalles logísticos, siendo el principal de todas ellos el transporte. Viendo las dificultades que tuvimos el año pasado para volver al punto de inicio, y dado que este año empezábamos y terminábamos en distintas comunidades autónomas e incluso países, programamos la ida y la vuelta en transporte público. Asi pues, el viernes 9 cogíamos un AVE Madrid – Zaragoza y posteriormente dos autobuses Zaragoza – Huesca y Huesca – Benasque, que nos dejarían en la Ribagorza a eso de las 19:00 de la tarde. En Huesca coincidimos con el día grande de las fiestas de San Lorenzo, donde pudimos comprobar que se celebran por todo lo alto, con jóvenes y grandes con pañuelo verde al cuello y bañados en vino tinto (por dentro y por fuera). Para la vuelta, desde Andorra la Vella hay autobuses a Barcelona y Lleida, donde ya conectas con el resto de ciudades grandes.

El C.A.R.A., ese club
 
El GR-11 a su paso por la provincia de Lleida es duro, con grandes desniveles, pero muy bonito, pasando a la vera de multitud de lagos y atravesando bosques tupidos. Hay zonas con mucha gente (Aigües Tortes) pero zonas donde apenas te cruzas con nadie durante todo el día (Alt Pirineu). Se pasa por pueblos (Aneu, Tavascán, Áreu) y también hay zonas despobladas donde hay que ir de refugio en refugio. Está peor marcada que la parte aragonesa, y esto nos causó alguna perdida y bastantes dudas en según que sitios. No presenta ninguna dificultad técnica más allá de contar con una forma física buena y estar acostumbrado a andar por montaña. Como mucho la subida a la portilla de Baiau puede resultar complicada por discurrir por un terreno muy descompuesto y ser muy vertical.

Afortunadamente el tiempo nos respetó, y solo descargaron tormentas cuando ya estábamos a cubierto. En cuanto a material acarreado, parecido al año pasado. Meti unos guantes que me sirvieron bien un par de días y deje en casa el pantalón largo, ya que este año no subíamos a más de 3000 metros. Cometí la gañanada de llevarme el frontal sin pilas, pero bueno, no lo usamos mucho salvo en los refugios. La comida intentábamos hacerla de bocadillo durante el día, y la cena en los refugios o en los pueblos, donde al final del día se agradecía una comida caliente y reponedora. Decir que, a pesar de la tradicional personalidad de las gentes de montaña, el trato ha sido buenísimo en todo momento, tios y tias majas estos catalanes del alto Pirineo. 

Atravesamos 3 comarcas históricas en nuestro caminar, aunque, por lo menos en las cabeceras de los valles, el modo de vida de las gentes siempre ha sido parecido por lo que no se aprecian grandes diferencias. La Ribagorza, dividida entre Huesca y Lleida, el Pallars Sóbira y la propia Andorra. Es una zona muy desconocida al menos para los madrileños, ya que nos pilla muy lejos pero no tiene nada que envidiar a la parte aragonesa. Una visita al Parque Nacional de Aigües Tortes i Estany Sant Maurici debería ser obligada para cualquier amante de la naturaleza.

Este año los alojamientos fueron los siguientes:

Dia 0: Zona de acampada libre de Senarta (benasque): Servicios básicos, es decir, baños y duchas. Teoricamente hay que pagar pero llegamos muy tarde y nos fuimos muy pronto, asi que nadie vino a pedirnos nada.

Día 1: Refugio de Conangles: Muy bien, habitaciones pequeñas, poco masificado, terracita agradable y cena y desayuno abundantes. 40 euros media pension.

Día 2: Refugio de Colomers: Masificado, habitaciones con muchas camas muy pequeñas y muy pegadas. Pocos baños, gente por todos lados. Cena y desayuno correctos. 40 euros media pension. Pastaza.

Día 3
: Hostal Vall d’Aneu (Esterri d’aneu): Apartado de la ruta, pero es que en la Guingueta ya no había habitaciones. Bien, gran desayuno, de los mejores y habitación cutre pero correcta. 60 euros con desayuno (la doble)

Día 4: Hostal Llac de Cardos (Tavascan): Bien, buen desayuno y buena habitación. 60 euros con desayuno. (la doble)

Día 5: Acampada en Pla d’Arcalis: Nos avisaron de que no estaba permitido pero como siempre, si plantas la tienda tarde y la levantas pronto a ver quien te dice algo. Sitio muy bonito pero no demasiado cómodo.

Día 6: Hotel Solvay (Andorra): Nos dieron una habitación cutre por 60 euros sin desayuno. Bah, normal tirando a malo.