sábado, 18 de abril de 2020

Transrraulaica 2018 Día 1: De Zuriza a Gabardito

15-Septiembre-2018

Habían pasado 5 años ya desde la última transrraulaica, pero aun teniendo menos pelo, más kilos y menos explosividad (si cabe), qué mejor manera de pasar 4 días que continuando el GR.11, subiendo caminos y puertos y a veces hasta algún pico.

Esta vez nos decidimos por la parte aragonesa más pegada a Navarra, ya que llegar a Jaca desde Madrid es más o menos rápido sin embargo ir a Andorra exige bastante más tiempo. Dejamos el coche en Jaca y tomamos el autobús hasta Hecho, desde donde un taxi nos llevaría por un modico precio autentico pastón hasta Zuriza. Allí cenamos y dormimos en el albergue/refugio, situado a la vera de un camping muy grande. Ya se respiraba el olor a montaña y una temperatura bastante fresquita. Qué maravilla, porque no haremos esto más a menudo.

Dormí así así, luchando con la chistorra que habíamos cenado y con los ronquidos de nuestro compañero de habitación. Bajamos a desayunar a una hora no muy temprana solo para comprobar que el bar aún no estaba abierto. Definitivamente esto es más un hostal que un refugio de montaña.

Esperamos unos minutos hasta las 8 y nos tomamos un café con leche con un bollo antes de ponernos las mochilas y echar a andar.

La primera parte de la ruta discurre por una amplia pista apta para el tráfico rodado. La agradable temperatura, la sensación de estar de vuelta en unas montañas mágicas y las vistas de la Sierra de Alano a nuestra derecha hicieron que fuéramos bien contentos y a buen ritmo hasta el Llano de Tacheras donde la pista termina y la senda del GR11.1 gira a la derecha. ¿Qué porque optamos por el GR11.1 en vez de por el GR11? Pues porque queríamos subir al Bisaurín y porque no quería volver a pasar por el Ibón de Estanés ni acabar en Candanchú, que es feo como él solo (el "pueblo", no el entorno, no se me enfaden los vallearagonienses).

Sierra de Alano desde la pista de Zuriza


Subimos por una bonita senda protegida por un bosque y cuando los árboles terminaron nos dimos cuenta de que casi todo el mundo subía hacia el paso de Tacheras, incrustado entre las moles de los picos de la Sierra de Alano. Como no sabemos decir que no e íbamos aún muy frescos tiramos para arriba admirando la muralla de rocas. En menos de 50’ estábamos arriba, admirando las vistas hacia el norte y un poco decepcionados con las que dan al sur, ya que el paso da a un altiplano sin mucha historia. Con lo cual bajamos hacia la ruta de nuevo mientras flipabamos con unos escaladores y retomamos la larga subida primero por pista y luego por senda hasta que nos dejó en el collado de Estriviella, que comunica el valle de Ansó con el de Hecho.

Gente muy válida escalando


La vista impresionante del Castillo de Acher hacia adelante y la sierra de Alano hacia atrás nos hizo parar un rato, descansar y beber unos tragos de agua.

El Castillo de Acher, en la lista de TO DOs

La sierra de Alano desde el paso de Tacheras

Y empezamos la bajada del puerto, a ratos ayudados por unas cadenas y a ratos simplemente teniendo un poco de cuidado. El nombre de “selva” llama mucho la atención, pero la verdad es que la de Oza hace honor al nombre. Un bosque majestuoso, con árboles de todo tipo y una magia especial. Incluso en esta época del año, que quizás sea la más desagradecida (septiembre tras un verano seco) este bosque mantiene un verdor cuasi tropical.

La selva de Oza, perfecta sombra para cuando te dan las 4 de la tarde andando


Al llegar abajo, al camping, nos tomamos una de las cervezas que mejor me han sentado en mi vida. Y eso que era con limón. Madre mía que fresquita y que rica.
Sin tardar mucho más, cogimos el sendero que en paralelo al río desciende por el valle hacia el pueblo de Hecho. Se hizo largo el camino, con un sube-y-baja casi constante y en dirección opuesta a las montañas. Al salir del desfiladero, el camino discurre por un camino de media montaña hasta que por fin abandonas el río y encaras los últimos 300 metros de desnivel, que con lo que llevábamos ya encima se hacen duros.

Por fin llegamos al refugio de Gabardito, situado en un agradable llano en el que íbamos a estar muy cómodos, únicamente acompañados de unos trail runners vasco-valencianos y un caminante que terminaba la senda de Camille.

Ducha, descanso, cena, cháchara y a dormir que mañana toca subidita al Bisaurín.

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