31 de Julio: “Tu al monte y yo a la playita” y el rally de Bali
Como en toda casa de bien, el servicio se levantó siempre antes y yo, que dormía plácidamente al lado de una ventana sin cortina ni persiana, a las 07:30 daba vueltas intranquilo en la cama cuando se me ocurrió una magnífica idea. Cogí mi libro, mi cámara de fotos, mi toalla y mi bañador y me acerqué a comprobar si la piscina era de verdad lo que la noche anterior presagiaba. Y era eso y mucho más. Me pegué un baño de los que hacen época, solo, con el sol tropical en la espalda y la cara y me puse a leer esperando a que los señoritos de la casa despertaran. Poco a poco fueron apareciendo, algunos dispuestos al baño y otros más remisos.
La piscina del Taman Sakti |
Nuestros vecinos del hotel |
A medidas que nos alejábamos de Ubud, la verdadera isla y su idiosincrasia se hacían más visibles a nuestros ojos, con rituales religiosos que invadían y cortaban las carreteras y agricultores que, encorvados sobre los campos, plantaban o recogían el arroz. En una parada para disfrutar del paisaje, un amable hombre con sus 2 hijos se paró con nosotros y, además de darnos las indicaciones para seguir a nuestro destino, nos comentó que la gente en el sur estaba mas harta del turista, pero que, en el centro y norte de la isla preguntáramos y hablásemos con la gente sin ninguna preocupación que es amable y muy dispuesta a ayudar al extranjero. También el tío estaba bastante mal de la vista ya que nos confundió al trío de amigos que éramos por una familia en la que faltaba la madre. Viendo a los imberbes de mis amigos está claro quién era el padre… Hay que decir que Bali está llena de occidentales, pero se concentran mayoritariamente en el Sur, en el horror de Kuta y entre el lujo de Seminyak y Nusa Dua. En cuanto te internas en la isla, y salvando el enclave de Ubud, no se ven apenas extranjeros, y los pueblos que te saltan al camino son como los de otra isla de indonesia, curiosos ante el viajero y agradables mientras que siguen su ritmo de vida, que en muchos casos lleva siendo el mismo desde milenios, sin que los sucesivos colonizadores que se han instalado en la isla hayan logrado cambiarlo sustancialmente.
Nos dirigíamos hacia el entorno del lago Bratán que está a una altura considerable y según ascendíamos por la carretera, las nubes iban cubriendo el cielo y la temperatura bajaba ostensiblemente. Preguntando a los locales se llega a Roma, lo que no te dicen es por donde, y en nuestro caso fue bajando y subiendo por un camino – carretera con infinidad de baches en el que incluso Dueñas se tuvo que bajar para que la moto de Nova pudiera continuar. Yo me cagaba en las carreteras de la isla, ya que mi nivel motero no era el idóneo para estos atajos. Pudimos ver cómo vive la gente en realidad, con pueblos enteros bañándose en los ríos sin pudor alguno y reuniones de hombres (con escopetas y machetes algunos de ellos). Por fin llegamos a una carretera principal y cogimos velocidad de crucero.
Admirando el paisaje hicimos un alto técnico en una tienda donde subimos a la terraza y nos tomamos unas coca-colas y un 100plus disfrutando del paisaje de montaña y arrozales en terraza. Reanudamos el camino y subimos un pequeño puerto de montaña, con bastante tráfico y niebla hasta llegar a la primera parada de nuestro tour, el Pura Ulur Danau Bratan, un templo madre de toda la isla situado a la orilla de un lago, en el que en días soleados se ve reflejado brindando una imagen mítica de Bali. Allí, los extranjeros volvieron a aparecer atraídos por los tour operadores y las escenas de las revistas de viajes. El templo es bonito, pero un poco despojado de su verdadera alma por los extranjeros que lo abarrotan, cosa que nos ocurrirá a menudo ya que es inevitable en una isla tan turística como Bali. Dimos una vuelta, hicimos las correspondientes fotos y fuimos testigos de una ceremonia local, en la que los diferentes grupos o familias realizan ofrendas a los dioses e incluso parecía que algunos de ellos se internaban en el lago en una barquita para hacerlas en medio del agua. La religiosidad en Bali te asalta en cada esquina o en cada arrozal, y no es un instrumento turístico, sino parte del alma ancestral de la única isla hinduista de Indonesia. El tiempo era brumoso y me atrevería a decir que frío, así que las chaquetas no nos vinieron nada mal. A esa misma hora, Lucas y Villa disfrutaban del sol en la playa de Kuta, alarmados por la falta de cocos al natural.
Arrozales tipicos de Bali |
Normas básicas de comportamiento |
Las misteriosas esculturas de guerreros y soldados que pueblan cada rincón de la isla parecen cobrar vida en este entorno y el lago, cubierto parcialmente por nenúfares bajo los que nadan peces, adquiere un aura mística que nos dejó con gran sabor de boca, pasando esta visita directamente al top de visitas del viaje. Devolvimos el sarong que nos prestaron gratuitamente y, con un hambre importante, nos lanzamos colina abajo a encontrar un sitio donde nos alimentaran.
Pura Ulur Batukau, el templo entre la bruma |
Nasi, Mie y Ayam Goreng |
Tras una parada para comprar unos helados y unas chocolatinas en un supermercado local, proseguimos la ruta hasta llegar al templo. Hordas de turistas, especialmente parejitas de luna de miel con el guía (decir que es una chorrada contratar un guía local en Bali, por cierto) inundaban las tiendas de souvenirs del mercado, que hacían que en vez del recogimiento habitual el templo vibrase con energía consumista. Nos encontramos con Lucas y Villa, que venían encantados de la playa de Kuta, después de haber comprobado que Sanur era un mojón. Rojos por el sol tropi-ecuatorial, por fin estaban satisfechos con sus vacaciones, pese a no haber visto ningún coco y si muchos surferos. De todos modos, la sonrisa les delataba y su zambullida en el mundo occidental (McPollo incluido) les había dejado bien satisfechos.
El templo es muy bonito, pero queda muy deslucido por las aglomeraciones y las constantes atracciones para sacar dinero al visitante. Niños pequeños te ofrecen postales al entrar mientras que de camino al templo tiendas de marcas occidentales te dejan bien clarito que no entras precisamente en un espacio de recogimiento y meditación. Pero la puesta de sol es de postal, y decidimos observarla desde una terraza de una bar puesta en lo alto de un acantilado, donde nos cobraron unas consumiciones a precio occidental.
Puesta de sol en Tanah Lot |
Un poco tarde, bajamos de nuevo a Ubud para encontrar un sitio y cenar unas hamburguesas bien ricas regadas con unas Bintang. Cansados por el tute del día, subimos al hotel y nos sobamos preparando mentalmente la ruta que seguiríamos al día siguiente.
Padre, ¡qué bien lo pasamos este día! Comenzando
ResponderEliminarcon esa rica tortita con plátano. Estoy salivando ahora mismo.
Casi consigues que se me escape una lágrima con la descripción de Batukau. Top del viaje en cuanto a construcción humana. Me alegro de que no sea parada obligatoria de las rutas turísticas porque perdería su misticismo. Ese templo y esos pollos bien merecen una larga temporada.
Por cierto, totalmente de acuerdo en que el interior de la isla de Bali hay que recorrerlo sin guía. Las carreteras en general están bien, salvo los atajos, y con un buen mapa no hay pérdida. El tráfico es mínimo y en consecuencia el riesgo. Volvería ahora mismo...