lunes, 12 de septiembre de 2011

Singapur - Malasia - Indonesia Día 10


31 de Julio: “Tu al monte y yo a la playita” y el rally de Bali

Como en toda casa de bien, el servicio se levantó siempre antes y yo, que dormía plácidamente al lado de una ventana sin cortina ni persiana, a las 07:30 daba vueltas intranquilo en la cama cuando se me ocurrió una magnífica idea. Cogí mi libro, mi cámara de fotos, mi toalla y mi bañador y me acerqué a comprobar si la piscina era de verdad lo que la noche anterior presagiaba. Y era eso y mucho más. Me pegué un baño de los que hacen época, solo, con el sol tropical en la espalda y la cara y me puse a leer esperando a que los señoritos de la casa despertaran. Poco a poco fueron apareciendo, algunos dispuestos al baño y otros más remisos.

La piscina del Taman Sakti
En esto llegó el desayuno, que habíamos encargado previamente la noche anterior, y en el que podías elegir entre tortitas de plátano y tortilla. Claramente los ganadores fuimos los que elegimos las tortitas, que, acompañadas de café con leche y una fruta de postre, hacían sin duda el mejor desayuno degustado hasta el momento en el viaje.

Nuestros vecinos del hotel
Con toda la calma del mundo y mientras que unos se fumaban un agradable cigarrillo y otros seguíamos con el baño y las fotos del mismo, los minutos fueron pasando hasta que llego el momento de la temida escisión. Villa y Lucas, ansiosos de sol y cocos tomaron el camino del Sur, dirigiéndose hacia la playa de Sanur, o Surna, para Lucas. Habiendo dejado la ropa sucia de Villa y mía en la recepción, para que la llevaran a la lavandería, el resto del equipo diseñamos una ruta para ver un par de templos y el interior de la isla. Con Pablo incomodo a la espalda del Nova, Max Biaggi y Jimbo Stoner cogían curva tras curva, descubriendo los templos que se sucedían a ambos lados de las carreteras y los arrozales que separaban los pueblos.

A medidas que nos alejábamos de Ubud, la verdadera isla y su idiosincrasia se hacían más visibles a nuestros ojos, con rituales religiosos que invadían y cortaban las carreteras y agricultores que, encorvados sobre los campos, plantaban o recogían el arroz. En una parada para disfrutar del paisaje, un amable hombre con sus 2 hijos se paró con nosotros y, además de darnos las indicaciones para seguir a nuestro destino, nos comentó que la gente en el sur estaba mas harta del turista, pero que, en el centro y norte de la isla preguntáramos y hablásemos con la gente sin ninguna preocupación que es amable y muy dispuesta a ayudar al extranjero. También el tío estaba bastante mal de la vista ya que nos confundió al trío de amigos que éramos por una familia en la que faltaba la madre. Viendo a los imberbes de mis amigos está claro quién era el padre… Hay que decir que Bali está llena de occidentales, pero se concentran mayoritariamente en el Sur, en el horror de Kuta y entre el lujo de Seminyak y Nusa Dua. En cuanto te internas en la isla, y salvando el enclave de Ubud, no se ven apenas extranjeros, y los pueblos que te saltan al camino son como los de otra isla de indonesia, curiosos ante el viajero y agradables mientras que siguen su ritmo de vida, que en muchos casos lleva siendo el mismo desde milenios, sin que los sucesivos colonizadores que se han instalado en la isla hayan logrado cambiarlo sustancialmente.

Nos dirigíamos hacia el entorno del lago Bratán que está a una altura considerable y según ascendíamos por la carretera, las nubes iban cubriendo el cielo y la temperatura bajaba ostensiblemente. Preguntando a los locales se llega a Roma, lo que no te dicen es por donde, y en nuestro caso fue bajando y subiendo por un camino – carretera con infinidad de baches en el que incluso Dueñas se tuvo que bajar para que la moto de Nova pudiera continuar. Yo me cagaba en las carreteras de la isla, ya que mi nivel motero no era el idóneo para estos atajos. Pudimos ver cómo vive la gente en realidad, con pueblos enteros bañándose en los ríos sin pudor alguno y reuniones de hombres (con escopetas y machetes algunos de ellos). Por fin llegamos a una carretera principal y cogimos velocidad de crucero.

Admirando el paisaje hicimos un alto técnico en una tienda donde subimos a la terraza y nos tomamos unas coca-colas y un 100plus disfrutando del paisaje de montaña y arrozales en terraza. Reanudamos el camino y subimos un pequeño puerto de montaña, con bastante tráfico y niebla hasta llegar a la primera parada de nuestro tour, el Pura Ulur Danau Bratan, un templo madre de toda la isla situado a la orilla de un lago, en el que en días soleados se ve reflejado brindando una imagen mítica de Bali. Allí, los extranjeros volvieron a aparecer atraídos por los tour operadores y las escenas de las revistas de viajes. El templo es bonito, pero un poco despojado de su verdadera alma por los extranjeros que lo abarrotan, cosa que nos ocurrirá a menudo ya que es inevitable en una isla tan turística como Bali. Dimos una vuelta, hicimos las correspondientes fotos y fuimos testigos de una ceremonia local, en la que los diferentes grupos o familias realizan ofrendas a los dioses e incluso parecía que algunos de ellos se internaban en el lago en una barquita para hacerlas en medio del agua. La religiosidad en Bali te asalta en cada esquina o en cada arrozal, y no es un instrumento turístico, sino parte del alma ancestral de la única isla hinduista de Indonesia. El tiempo era brumoso y me atrevería a decir que frío, así que las chaquetas no nos vinieron nada mal. A esa misma hora, Lucas y Villa disfrutaban del sol en la playa de Kuta, alarmados por la falta de cocos al natural.

Arrozales tipicos de Bali
Reanudamos nuestra ruta motera, y nos dirigimos al templo de Pura Batukau, pasando antes por uno de los arrozales más fotogénicos de la isla, los de Jatilawih. Internándonos por las carreteras secundarias, y gracias a Dios a que teníamos a Dueñas y su GPS mental, fuimos dejando atrás pueblos, campos y curvas hasta que las señales de Pura Batukau empezaron a aparecer, demostrándonos que estábamos en el camino correcto. Para llegar al templo hay que volver a subir, y el frio y la niebla volvieron a hacer acto de presencia. Pero en este caso se agradecieron, ya que el templo, casi vacío de turistas, gana muchos enteros con este clima. Su ya misteriosa apariencia, con jardines e incluso un lago, se torna enigmática con la niebla impidiendo ver mucho más allá. Fue una gran sorpresa descubrir este templo a la vez que varios feligreses asistían a una ceremonia.

Normas básicas de comportamiento

Las misteriosas esculturas de guerreros y soldados que pueblan cada rincón de la isla parecen cobrar vida en este entorno y el lago, cubierto parcialmente por nenúfares bajo los que nadan peces, adquiere un aura mística que nos dejó con gran sabor de boca, pasando esta visita directamente al top de visitas del viaje. Devolvimos el sarong que nos prestaron gratuitamente y, con un hambre importante, nos lanzamos colina abajo a encontrar un sitio donde nos alimentaran.

Pura Ulur Batukau, el templo entre la bruma
Jorge creía recordar que en un pueblo por el que habíamos pasado en el camino al templo había un par de restaurantes locales (o warungs, en bahasa). El sur de la isla está lleno de restaurantes de todo tipo de comida imaginable, pero el resto de la isla es como otra zona de una isla indonesia cualquiera. Al girar en una carretera dentro de un pueblo, vimos un vistoso cartel que anunciaba un warung, y sin pensarlo dos veces, nos metimos con las motos en el jardín de la casa. Porque eso es lo que era, una casa particular de comidas, donde 3 mujeres nos recibieron con una sonrisa de oreja a oreja (probablemente felices a sabiendas de que iban a hacer la caja del día o de la semana con los guiris). Nos hicieron sentarnos en una mesa balinesa y elegimos nosotros mismos las bebidas de la nevera de la casa. Entre su pobre inglés y nuestro escaso bahasa, conseguimos entender que íbamos a comer pollo (ayam) y arroz (nasi). No andábamos equivocados, y a los 10 minutos nos pusieron en la mesa unos suculentos platos de fideos, arroz, verduras y pollo, este último apostamos a que había sido sacrificado justo 10 minutos antes y que era el primo hermano de los que correteaban por el jardín. Hay que decir que estaba muy jugoso y que fue sin duda el mejor pollo que nos tomamos en todo el viaje. Picaba como el demonio y como no queríamos irrumpir otra vez en la nevera de nuestras anfitrionas, nos quedamos con la boca a 1000 grados durante un buen rato. De postre, sandía, que nos ayudo a apagar el incendio provocado por las verduras picantes.

Nasi, Mie y Ayam Goreng
Con el estomago lleno, nos dirigimos al encuentro de Lucas y Villa, con los que habíamos quedado en otro templo, el Tanah Lot, un ícono de Bali desde donde ver la puesta de sol. Guiados por Dueño, sin el que habría sido difícil nuestras rutas balinesas, bajamos del interior de la isla hacia el Sur, y el paisaje iba cambiando progresivamente. Dejamos atrás las lomas inundadas con arrozales y los pueblos ajenos al turismo y nos metimos de lleno en la vorágine. Supermercados, restaurantes, tiendas y tráfico, mucho tráfico nos recibieron en nuestra primera incursión por el Sur. La diferencia fue brutal y el contraste con el último templo visitado demasiado fuerte, causando una pobre impresión en los tres. Realmente hay dos Balis, es cuestión de elegir cual prefiere cada uno. Yo personalmente lo tengo muy clarito.

Tras una parada para comprar unos helados y unas chocolatinas en un supermercado local, proseguimos la ruta hasta llegar al templo. Hordas de turistas, especialmente parejitas de luna de miel con el guía (decir que es una chorrada contratar un guía local en Bali, por cierto) inundaban las tiendas de souvenirs del mercado, que hacían que en vez del recogimiento habitual el templo vibrase con energía consumista. Nos encontramos con Lucas y Villa, que venían encantados de la playa de Kuta, después de haber comprobado que Sanur era un mojón. Rojos por el sol tropi-ecuatorial, por fin estaban satisfechos con sus vacaciones, pese a no haber visto ningún coco y si muchos surferos. De todos modos, la sonrisa les delataba y su zambullida en el mundo occidental (McPollo incluido) les había dejado bien satisfechos.

El templo es muy bonito, pero queda muy deslucido por las aglomeraciones y las constantes atracciones para sacar dinero al visitante. Niños pequeños te ofrecen postales al entrar mientras que de camino al templo tiendas de marcas occidentales te dejan bien clarito que no entras precisamente en un espacio de recogimiento y meditación. Pero la puesta de sol es de postal, y decidimos observarla desde una terraza de una bar puesta en lo alto de un acantilado, donde nos cobraron unas consumiciones a precio occidental.


Puesta de sol en Tanah Lot
Y de vuelta a casa. Decir que no nos habíamos hecho aún al tamaño de la isla y que subestimábamos en cada desplazamiento las distancias. Bali es algo mayor que Mallorca pero con carreteras peores y más tráfico (sobre todo en su parte sur). Echamos gasolina a las motingas y cogimos dirección E hacia Denpasar. Pero las indicaciones no eran claras, y nos perdimos irremediablemente. Para colmo, cada local que preguntábamos nos enviaba en una dirección diferente y es que en las señales de la carretera están indicados todos los pueblos de la isla, menos Ubud. Y es que Ubud es mayoritariamente turística, pero para la población local no debe tener mayor importancia. Así que como consejo es mejor memorizar los pueblos cercanos de mayor tamaño y guiarse por ellos. Llevábamos un rato perdidos por carreteras atestadas de coches, camiones y motos y nos habíamos jugado la vida unas cuantas veces cuando en un semáforo apareció un santo disfrazado de italiano. Se levantó la visera y me dijo: ¿Ubud? A lo que contesté afirmativamente y él me dijo que le siguiéramos, que sabía ir. Así que con Rossi tirando, Casanova siguiéndole y Lucas y yo a rueda de este último, iniciamos un frenético regreso al hotel. El cabrón se conocía bien las carreteras y no levantó el pie del acelerador ni un momento. Tomando la dirección precisa en los cruces, adelantando camiones y coches y cogiendo las curvas a buena velocidad, nos guió perfectamente hasta Monkey Forest, donde nos dejó con un saludo y siguió su camino. Hicimos una pausa y nos felicitamos mutuamente por haber seguido el ritmo infernal que el motero italiano había impuesto. Necesitábamos un masaje y fuimos a informarnos, pero era ya demasiado tarde y lo dejamos para la mañana siguiente. Nos dirigimos al hotel, recogimos nuestra ropa perfectamente lavada, planchada y envasada casi al vacio y nos pegamos una ducha, recibiendo la mala noticia de que no iba a ser posible alargar nuestra estancia otra noche más. Sin embargo, nos habían encontrado otro sitio por un precio similar a 300 metros de distancia, el cual aceptamos sin dudar.

Un poco tarde, bajamos de nuevo a Ubud para encontrar un sitio y cenar unas hamburguesas bien ricas regadas con unas Bintang. Cansados por el tute del día, subimos al hotel y nos sobamos preparando mentalmente la ruta que seguiríamos al día siguiente.

1 comentario:

  1. Padre, ¡qué bien lo pasamos este día! Comenzando
    con esa rica tortita con plátano. Estoy salivando ahora mismo.
    Casi consigues que se me escape una lágrima con la descripción de Batukau. Top del viaje en cuanto a construcción humana. Me alegro de que no sea parada obligatoria de las rutas turísticas porque perdería su misticismo. Ese templo y esos pollos bien merecen una larga temporada.
    Por cierto, totalmente de acuerdo en que el interior de la isla de Bali hay que recorrerlo sin guía. Las carreteras en general están bien, salvo los atajos, y con un buen mapa no hay pérdida. El tráfico es mínimo y en consecuencia el riesgo. Volvería ahora mismo...

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