lunes, 5 de septiembre de 2011

Singapur - Malasia - Indonesia Día 7

28 de Julio: Con el culo pegado al asiento

A las 7 nos pasaban a recoger por el hotel, así que madrugamos y desayunamos unos ricos nasi y mie goreng que nos brindaba el Duta Guest House.
 
Mapa con el palizón de bus que nos pegamos ese día
Algo que me extrañó del hotel era que había holandeses que se pasaban allí bastantes días no se haciendo que, únicamente remojándose en la piscina y tirándose al sol. Que digo yo que para eso mejor irte a la playa y no quedarte en una ciudad ruidosa y agobiante como es Yogyakarta. 
El caso es que tras los pasos por el baño para hacer el viaje más ligeros, nos vino a buscar una furgoneta-minibus que ya tenía bicho dentro: dos parejas formadas por dos chicos franceses, una francesa y una americana esperaban sentados en los asientos del medio del minibús. Lucas, Nova y Dueño cogieron la fila de atrás mientras que Villa y yo optamos por los sitios en las filas de las parejas que quedaban libres, quedando únicamente los huecos al lado del conductor. Pero, en el último minuto cambié mi sitio por sentarme al lado de conductor, ¿porqué? Nunca lo sabremos, pero pudo ser la peor decisión jamás tomada. Como venían otros dos, Villamor hizo también el primo y se sentó junto a mí, en un espacio claramente insuficiente para dos personas occidentales. Paramos en otro hotel y subieron una pareja de holandeses que se situaron en los sitios anteriormente ocupados por Villa y por mí. 
Y ale, rumbo al Probolinggo, ciudad antesala del volcán Bromo!! A los 10 minutos de salir, Villa y yo tuvimos claro que habíamos cometido un gravísimo error. El sitio era muy pequeño y los culos empezaban a doler mucho, debido a la falta de riego sanguíneo. Las rodillas no cabían, y el movimiento de brazos y tronco estaba completamente impedido. Las 12 horas de bus por delante parecían una semana entera en el infierno. Oyendo música y observando el tráfico indonesio nos intentábamos abstraer pero resultaba verdaderamente complicado.
 
Escenas de las carreteras javanesas (1)
Durante este día, no dejamos de circular por en medio de una infinita ciudad. No era como en España: ciudad o pueblo, espacio de campo entre medias más o menos extenso y luego otra población, no. Allí era todo una sucesión de casas y calles sin fin, que se extendían durante kilómetros y kilómetros. Cambiaba una ciudad y empezaba otra, pero no cambiaba nada. La isla de Java, o al menos su parte central es una inmensa conurbación que reúne a millones y millones de personas como un inmenso hormiguero por el que circulan sin cesar coches, motos, autobuses y camiones. No me quejaré de Madrid, jamás.

Escenas de las carreteras javanesas (2)
El tráfico es cosa aparte, es la ley de la selva, donde cada uno intenta ir lo más rápido posible y el resto de vehículos son sólo un estorbo que hay que evitar. Es la ley del más fuerte, un coche vence a una moto y esta se deberá apartar, pero el coche se quitará de en medio si viene un bus o un camión. Sin duda, los reyes de la carretera son los autobuses públicos, que circulan a una velocidad altísima y se cambian de carril constantemente para coger a nuevos viajeros, que son llamados por un sujeto que va medio descolgado en una puerta abierta del autobús, gritando y cobrando a los incautos que se suben. Una locura de cuidado. Pere Navarro no estaría nada orgulloso de la conducción javanesa.

Después de dos horas de autobús al lado del conductor que no hablaba nada de inglés y que se encendía cigarros cada cierto tiempo, la paciencia de Villamor tocó a su fin y le dijo al conductor que parara para hacer un cambio de posiciones. Al parar, mientras que unos iban a comprar bebida y comida para afrontar el largo viaje, a Lucas y a Dueñas, ante la posibilidad de tener que sentarse en los infernales asientos delanteros se les ocurrió una malvada pero genial idea: ¿Por qué no les proponíamos a la pareja holandesa que iba separada la posibilidad de ir juntos en los asientos de delante? Obviamente nadie iba a decirles que eran más incómodos que la cama de un faquir y en caso de que se echaran atrás ya habríamos ganado tiempo para reposar el culo en asientos mas decentes. Ni Villa ni yo teníamos la suficiente jeta para proponérselo, quizás porque eran los únicos que de verdad sabían lo que la propuesta conllevaba pero Dueñas, ni corto ni perezoso, no tuvo reparos y se lo propuso a lo que ellos, inocentes, dijeron que claro que sí y que muchas gracias. Aún hoy se estarán arrepintiendo, seguro. Unos cambios de sitios más nos dejaron a Villa y a mí detrás con Nova, a Dueñas, deseoso de hablar con gente al lado de los franceses y a Lucas al lado de los otros dos ya que iba a sobarse y le daba igual. El camino prosiguió con gran alivio para Villa y para mí y nuestros culos.

Escenas de las carreteras javanesas (3)
A las dos horas, cuando el bus paró para comer, todos esperábamos que el holandés (que era bastante grande) y su novia (que también era bastante corpulenta) cogiesen una sierra mecánica y degollaran uno por uno a los 5 hijosdeputa españoles que les habían hecho la mejor jugada vista desde que Hernán Cortés cambiara Mejico por unas bolitas de vidrio de colores, pero no, simpáticos y sonrientes, salieron del bus y con una muy buena cara nos saludaron y se fueron a comer. Aún hoy no encuentro explicación para este hecho ni creo la encontraré nunca.

El restaurante era un sitio de guiris donde proseguimos nuestra dieta a base de arroz y pollo, ya con caras de aburrimiento y expresiones de Villamor del tipo “estoy hasta los huevos de esta dieta de enfermo”. Pero había que llenar el buche para lo que quedaba del largo viaje, que era mucho aún y con alguna que otra sorpresa. Mosqueantemente, el conductor había llevado el bus al taller y llegó con el mecánico, que le tuvo que ayudar a poner en marcha el aparato, ya que parecía que le costaba arrancar. No le dimos más importancia, y volvimos a la carretera con un paisaje un poco más agradecido que el de la primera parte, con algún hueco para el verde y los primero campos javaneses.

Escenas de las carreteras javanesas (4)
El tiempo discurría lentamente, el sol se puso y, atravesando una ciudad, a nuestro avezado conductor se le caló el bólido. Dueñas fue el primero en darse cuenta de que el reloj del autobús se puso en 00:00 y el ciborg, que por ser un ciborg sabe mucho de circuitos electrónicos fue consciente de que la batería estaba out y de que aquello no iba a ser tan fácil de arrancar. Eeeefectivamente, con lo que el tío amablemente nos pidió que bajásemos a empujar. Imaginaos a 6 guiris en medio de una ciudad perdida de la mano de Dios de Java empujando un autobús por el carril central de una calle de 3 carriles. Las risas que se tuvieron que echar los locales debieron ser épicas. Al final los 3 de atrás no nos llegamos a bajar del bus, ya que veíamos que iban sobrados. Lucas empujó, pero como aguililla que es, en cuanto aquello empezó a moverse saltó como ágil felino al interior del bus, no vaya a ser que se fueran sin él. Dueñas, haciendo uso de la reductora que incorporan últimamente todos los robots, ayudó a que su amigo el camión arrancara y con eso fue suficiente. Ale, ¡otra vez en marcha!

Al amigo se le acabó la gasolina, y paró en una estación de servicio donde, obviamente sin apagar el motor, rellenó el depósito y nos dejo tiempo para ir al baño y comprar agua y comida. A estas alturas, y después de casi ya 10 horas de viaje en bus, nuestro cansancio era brutal y los culos habían tomado ya la forma del asiento del bus. Pero bueno, ahora si estábamos en la Java profunda y este viaje nos sirvió para ver cómo vivía la gente de verdad y como era la isla más poblada del mundo. Reanudando el viaje, el conductor, preocupado por la salud mental de sus viajeros puso una cinta de música de hits de Celine Dion, y la mezcla de franceses, españoles y holandeses nos lanzamos a cantar “Si tu eres mi hombre y yo tu mujer” a grito pelado. Curiosa escena digna del bus que va a un psiquiátrico, pero no a un volcán, que era nuestro caso. Tras unas 11 horas y pico desde que salimos de Yogya, por fin arribamos a Probolinggo, donde tras una breve explicación de la ascensión y el programa del día siguiente, hicimos un cambio de Bus a uno aún peor, cargamos las maletas en el techo del mismo y a subir hasta el “campamento base” para la subida al Bromo.

La furgonetilla fue dejando pasajeros hasta que llego nuestro turno cuando llegamos al Yoshi Hostel, que como es norma en Indonesia, es un hotel con las instalaciones comunes muy decentes pero las habitaciones hechas una mierda y bastante guarras. Nos dieron 2 habitaciones, una para 5 personas y otra para 2, cosa que no entendimos y como nos daba bastante miedito sobar separados, nos agrupamos los 5 como buenos hermanos en la habitación grande: Nova y Lucas en el piso de arriba y Villa, Dueño y yo en el de abajo. La ducha estaba fuera de la habitación y era compartida y el baño también estaba fuera y no era un templo de la higiene, la verdad.

Había que cenar, y como no había más que una opción, que era el restaurante del hotel hacia allá que nos dirigimos. Estaba bien puesto y pedimos una mezcla de comida occidental y javanesa. Descubrimos otra manía de los locales: intentar que los comensales no coman a la vez, sino por turnos. Primero nos tocó a Lucas, Dueñas y a mí y sólo después, a Nova y Villamor, con lo que el cabreo de este último se vio acrecentado. Para mas INRI, cuando se nos acabó el agua y pedimos más, nos dijeron que no tenían más, así que nos levantamos y nos dirigimos a nuestro cuarto, que al día siguiente nos levantaban a las 04:00 para ver amanecer en el volcán Bromo. Dejamos todo preparado para el día siguiente, aunque Lucas insistió en que se iba a duchar a las 03:30 de la mañana.

Tras algún sonido nocturno, un grito de nena rompió el silencio. Era Villamor, que reacciono como una jodida maricona cuando un local, confundido en la oscuridad, abrió nuestra puerta en vez de la del baño. Nova aún se sigue riendo tras ver la hombría de Villamor. Una vez que cerramos la puerta bien, nos dormimos con cuidado de no tocar las sabanas mucho, ya que no nos daban mucha confianza. Se echó en falta una sabana limpia traída desde Madrid.

1 comentario:

  1. Con la probabilidad de morir en una carretera javanesa, para los holandeses era más importante estar juntos que sus culos. Fue un bonito gesto de amor. Venga va... España 1 - Holanda 0. Pero fueron majísimos durante todos los días. Y los franceses también.
    Por cierto, llama la atención que en las gasolineras occidentales, no encender un mechero, no encender la radio, no encender las luces, no encender el móvil... somos risky risky men.
    Ni un comentario que añadir sobre el perro guardián.

    P.D. Tercera noche en blanco

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