lunes, 30 de septiembre de 2013

Transrrauláica 2013 Día 6 Del Pla d'Arcalís a Andorra la Fea

(por Antoñito Alcántara)



Poco a poco el día amanece, y nosotros nos desperezamos en el minúsculo interior de la maltrecha Coleman. 

Conciliar el sueño en alta montaña, dentro de una tienda de campaña sobre el irregular suelo en cuesta con la cara de tu colega a cinco centímetros de la tuya y con un aire interior que se podría amasar con las manos nunca es fácil. Suma una larga manada de insomnes caballos con cencerro cuyo bocado más apetitoso estaba a 10 metros de nuestra tienda y ya tienes nuestra noche.
Pero no vamos a engañar a nadie: a pesar del dicho, hemos dormido más que pasado la noche, y despertamos con fuerzas. Somos dos ceporros. Somos el C.A.R.A.

La tienda deconstruida, Jimbaco y nuestros amigos jacos

Al jamón con queso y gominolas de la noche anterior le sumamos algo más de calorías con un bollo bastante industrial que, por otra parte, no nos viene mal ya que será lo único que comamos en las próximas 8 horas. Esto es previsión y lo demás es fascismo.

Es hora de empezar el último día. Son las 7:30 del jueves 15 de Agosto, día de la Virgen, fiesta nacional, la gente durmiendo en la costa española... Y nosotros en pie para andar 8 horas… Esto es vida...

Arrancamos, con las mochilas más livianas que nunca y por una zona realmente bonita, con verdes y húmedos prados moteados de caballos. Desnudos picos rocosos iluminados por la blanquecina primera luz de la mañana escoltan el camino. Un sitio bucólico y romántico, por lo menos para los caballos.

Toma romanticismo… ¡ZASCA!

Poco a poco vamos remontando hasta el refugio de Baiau, donde descansamos antes de oprimir a nuestro amigo de Olot secuestrando sus gafas de miope catalá. El refugio no guardado de Baiau, en medio de una atalaya sobre el los Estanys de Baiau parece un refugio para una guerra nuclear. Una contundente y robusta pieza de metal sin más adornos que unos remaches y una línea de pintura roja. Por dentro no es mucho más bonito, aunque parece bastante acogedor. De haberlo sabido, la noche anterior podríamos haber hecho un esfuerzo y alcanzarlo a última hora para haber dormido en su interior.

Hoy se nota que pesan más las piernas y que no hay prisa, por lo que alargamos el descanso mientras cogemos algo de agua y nos metemos unas pastillas de nuestro patrocinador oficial, Isostar. Aprovechamos el descanso para disfrutar ante semejante animalada de la Naturaleza: un precioso lago de increíbles reflejos con un glaciar desafiante ante las leyes de la gravedad y la termodinámica.

Estany Gran de Baiau
De nuevo en marcha, hacemos cábalas sobre nuestro destino. Aviso: no hace falta subir la pequeña cuesta al refugio, basta con rodearlo y seguir camino bordeando el lago. Una vez bordeado gran parte del lago empieza la ascensión, aunque no es fácil acertar por la escasez de marcas: varios son los caminos que ascienden por las montañas hasta afiladas portillas, y todos me parecen peligrosos por igual. Ya nos han avisado de que la subida va a ser una auténtica y prolongada escupidera, así que nos armamos de paciencia y poco a poco vamos encontrando las marcas que nos indican la tortuosa ascensión con la que salvaremos un desnivel de 280 metros, alcanzando Andorra a los pies del coma Pedrosa.

El ascenso es como prometía, y Gorrino tiene que dejar unos metros de precaución para que no le golpee ninguna piedra que despeño en mi subida. A medio camino nos encontramos una solitaria teutona de bajada, con la que Gorrino se pone a practicar alemán. Muy bien, no he desayunado nada, estoy en medio de una escupidera con una mochila de 10 kilos, he dormido en el suelo, pero tú a lo tuyo: “Woher kommen Sie? Mein Name ist Jaime. Ich tanze gern. Ich mag Würstchen. Ich bin aus Gurke klub”.

Fieles al lema: “Stand your ground”, cada uno sube por donde buenamente puede. Yo, aprovechando que el camino se encañona, me agarro a los bordes cual choni en piscina pública. Gorrino es más hábil que yo en estos terrenos, y sube sin problemas por el camino marcado. Por fin, tras más de media hora de subida, alcanzamos el último paso de la semana: La Portella de Baiau.

Ante nosotros se abalanzaba la sombra del coma Pedrosa y el primer valle andorrano descansaba a nuestros pies. Estábamos ya en el punto que habíamos marcado en un mapa semanas atrás, y este punto era hermoso. Todo cuanto latía y respiraba alrededor era pura Naturaleza, Naturaleza pétrea y prácticamente invariable en el curso de los siglos. Nosotros estábamos aquí y ahora, pero nuestra diminuta presencia se iría para dejar paso a la soledad, a terribles tormentas, copiosas nevadas, a los días y las noches, al sol y las estrellas… volveríamos a la comodidad de nuestras casas, pero los Pirineos, allí a lo lejos, seguirán invariables, orgullosos, duros, inconquistables, seguirán existiendo, siendo una realidad aunque no haya nadie para disfrutarla. Les teníamos que dar gracias por habernos dejado disfrutarlos y ser parte de ellos durante estos días.
Coleman y Gorrino a la sombra del Coma Pedrosa.
Tras un poco de cháchara con una simpática pareja asturiana, iniciamos rápido descenso por la cabecer del valle hasta llegar a la zona de los neveros del Estany Negre, marcados en el imaginario como punto peligroso del día. Para nada fue así, y pasamos rápido por ellos, aunque bien cierto es que un resbalón nos hubiera llevado directamente a un ibón de gélidas aguas. Que por muy gélidas que fueran no desalentaron a la pareja curiosa del día: dos jóvenes en neopreno se tiraron en trineo por una ladera de nieve directamente al interior de un profundo ibón para luego darse unas brazadas. Bueno, cada uno disfruta la montaña a su manera…
El C.A.R.A. en el estany negre ¡NO TE CAIGAS JIMBACO!

Más adelante se abre el valle, y es necesario sentarse para disfrutarlo. Las vistas son simplemente espectaculares. Estamos cansados, nuestra espalda gime bajo el peso de la mochila y olemos a kilómetros, a piedra y ampollas, a días en la montaña, a honda satisfacción. Y a no habernos duchado también. En silencio, respiramos las últimas horas a solas con la montaña, tratando de retener esta última imagen para los largos días en la ciudad.

El valle del Comapedrosa

Seguimos recorriendo el valle, con poco que resaltar hasta que cogemos la carretera y por fin comemos caliente, cogemos un bus y, en definitiva, disfrutamos de la civilización hasta llegar a la que bautizamos como Andorra la Fea, ciudad medio Benidorm medio centro comercial con horribles carteles por doquier, turistas rusos y tiendas horteras. Por lo menos el hotel está bien, aunque nuestra habitación tiene bastante de crematorio. Suficiente para nosotros.

Es hora de despedirse. Al fin y al cabo, todo viaje no es viaje si no se vuelve, si no se cuenta, si no se retiene y si lo recorrido no se vuelve mentalmente a recorrer una y otra vez. En la mañana del día siguiente, mientras desciendo en el bus entre los últimos coletazos montañosos, permito que una profunda melancolía me invada, se apodere de mi espíritu, pero con una sonrisa que no se borra.

3 comentarios:

  1. Madre mía, me encantaría acompañaros en vuestras aventuras! sois los mejores, y se os ve muy sexis!

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  2. Gracias simpáticos anónimos, me encanta que os encanten las aventuras del C.A.RA!

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