martes, 28 de agosto de 2012

Transrrauláica 2012 Día 4 De Parzán al Refugio de Viadós

Nos despertamos en un colchón por primera vez en cuatro días y bajamos a desayunar al comedor. Sin duda fue el mejor desayuno de todo el viaje, con tostadas, mermelada, bollos, zumo y café. Todo un detalle por parte del Hostal para que nos enfrentaramos a un duro día con buena distancia y buen desnivel. Tras una parada en el supermercado de enfrente para comprar pan cogimos la carretera de Francia, por la que discurre el GR-11 durante un par de kilómetros.

La etapa de hoy nos llevaría del valle de Bielsa hasta el de Chistau a través de la collada del mismo nombre y el Ibon de Urdiceto. El desnivel era grande, más de 1200 metros pero gran parte de ellos se salvaban por una pista forestal. Esto, si bien resultaba aburrido, lo hacía más fácil. Después de un puente sobre el río Barrosa la senda giraba hacia el E (derecha) y se incorporaba a la ya citada pista forestal. Imprimimos un ritmo alto y nos fuimos adentrando en el valle por medio de una pendiente constante y moderada, que hacía cómodo el caminar y permitía echar la vista atrás de vez en cuando para admirar la frondosidad y verdor del valle. Decidimos parar cada hora a beber agua y así el ascenso hacia el collado se nos hizo mucho más llevadero. El sol brillaba en el cielo y subía cada vez más, amenazando con un día de altas temperaturas y sudores.
Central hidroeléctrica de Ordiceto
A la hora y pico vislumbramos por primera vez la central hidroeléctrica de Ordiceto, que aprovechaba las aguas del ibón del mismo nombre para mover su maquinaria y generar electricidad. Es impresionante pensar el proceso de construcción de este edificio en este lugar tan recóndito, aunque la pista es ancha y permitía el acceso de algún camión de tamaño mediano. El lago artificial de la central (que no el ibon) mostraba sus tranquilas y turquesas aguas invitando al baño. Este segundo día de GR-11 nos encontramos a más caminantes, entre ellos algunos que nos acompañarían ya hasta el final de nuestra ruta. Los primeros en aparecer fueron una pareja de daneses que venían desde el Atlántico y que, con muestras de que no era la primera vez que hacían una ruta de este calibre, marchaban a buen paso hacia el Mediterraneo.

La pista se transmutaba en una senda pedregosa para salvar los últimos metros de desnivel hasta el collado, metros que se hicieron cansados pero que recorrimos con presteza animados por la cercanía del cambio de valle. Por fin arriba, nos desviamos unos metros para alcanzar el ibón de Urdiceto, precedido por un hermano pequeño, que, extenso y a gran altura, más parece un lago lunar que un lago de montaña. A la sombra de unas rocas y protegidos del viento comimos un bocadillo y descansamos un rato ante la laaarga bajada que nos esperaba.

Ibón de Urdiceto
De vuelta al camino apareció uno de los personajes del viaje. Acompañado de su pareja Amalia y de un simpático canadiense (Tim? Rob? No me acuerdo) y disimulando su fortaleza se nos presentó Giorgios, también llamado en su Atenas natal “The Rock”. Menudo, sin pelo y con barba de varios días caminaba sin apenas esfuerzo pero con una abrumadora seguridad por la montaña y armado de sus bastones, su sombrero y su gps hacía frente a los desniveles y pedreras sin prisa pero sin pausa. Un referente este Giorgios. La pareja helena había comenzado su andadura en el país vasco francés y se habían encontrado al canadiense, que se les había unido sin dudarlo. Estaban recorriendo la HRP (Alta ruta pirenaica) y aprovechaban para subir a los 3000 que les llamaban la atención. Nos preguntaron por una pulserita que llevaba Antonio al tobillo y seguimos nuestra marcha dejándolos atrás.

El camino en principio debería discurrir en descenso, pero al menos el primer kilometro llaneaba e incluso ascendía moderadamente. Tras unos minutos de esta dinámica por fin descendía decididamente por un terreno salvaje y deshabitado por completo. El paisaje de pastos de montaña dejaba paso lentamente a los pinos y a los pequeños arboles acostumbrados a estas alturas y a su clima. Un torrente de montaña descendía dividido en multiples brazos que se juntaban más abajo, cerca de un puente de madera que suponía un maravilloso escenario a una zona de pozas donde paramos a descansar. Hicimos unas fotos en el sitio, que realmente era bucólico, mientras que remojábamos los pies en la fría agua y aguantábamos y evitábamos a los molestos tábanos.

Paisaje del valle  de Gistaín
Tras unos minutos de relax, reemprendimos la marcha por un bosque de pinos donde nos volvimos a encontrar al grupo greco-canadiense, que nos había pasado durante nuestro descanso. El camino no tenía pérdida y seguimos avanzando hacia el fondo del valle de Gistaín, adonde llegamos sin más problemas para girar en dirección norte por una pista, aburrida y polvorienta donde aceleramos la marcha sintiendo ya próxima nuestra meta del día. Pasamos por delante de un campamento de verano lleno de niños para encontrarnos delante de la desviación que dirigía a las granjas de Viadós, donde está situado el refugio del mismo nombre. Eramos conscientes de que la etapa concluía con una cuesta arriba, pero después de andar durante unas horas, la dura pendiente se hizo eterna. Por fin, llegamos al refugio, aproximadamente a eso de las 5 de la tarde, donde reposamos mientras los guardas comían.

El entorno del refugio de Viadós es simplemente espectacular, con unas vistas del macizo del Posets sobrecogedoras. La Tuca Llardana, punto culminante del macizo, sobresale en el centro de una pirámide de roca gris, limitada por debajo por lomas de pinos. Desde aquí, la montaña tiene una imagen imponente, himaláyica, me atrevería a decir (salvando las distancias), que invitaba a gastar aquí las horas que quedaban hasta la cena con un buen libro en la mano y echando regulares miradas al panorama que se nos presentaba. Unas granjas no sé si en desuso se desparraman por la zona baja del valle, dando un aspecto suizo al paraje.

Macizo del Posets desde el refugio de Viadós
Una vez hecho el registro en el refugio, nos pegamos una ducha (de pago, hay que ser cutres) y descansamos hasta la hora de la cena, leyendo y mirando los mapas de la zona. Disfrutamos de una muy buena cena compuesta de sopa de cocido, menestra y guiso de cordero en compañía de un grupo de Córdoba y uno de Madrid, con quién compartimos rutas por nuestro Guadarrama. Tras un rato de tertulia nos subimos a la habitación, donde, aún con un poco de calor dormimos decentemente bien hasta que la luz nos despertó.

Datos Prácticos
Tiempo empleado: 8 horas más o menos con descansos

Desnivel: +1200 m

Dificultad: Fácil, únicamente superar el desnivel positivo.

Alojamiento: Refugio de Viadós. Bastante bien. Cobran la ducha, un poco cutre. Cena buena y desayuno normal. Agua:Numerosos arroyos tanto en la subida como en la bajada.

1 comentario:

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