miércoles, 17 de abril de 2024

Deambulando por Hoyo / La Berzosa (07.04.2024)


Salimos con Vic y su abuela Raquel desde el aparcamiento del parque de la tirolina bajo un cielo parduzco provocado por la calima. No recuerdo muchos episodios de calima cuando era pequeño pero el caso es que en los últimos años la tenemos aqui varias veces al año. ¿El cambio climático? ¿Memoria selectiva? Who knows. En cualquier caso es un incordio que hace que todo pierda color y yo en concreto la alegría de vivir.


Bajamos paralelos a la verja para luego girar hacia el norte bordeándola y cruzando el arroyo que mana de la zona de las charcas, inundadas de agua y rebosando. Menudo año de agua. Subimos entre las charcas oyendo el constante croar de ranas y/o sapos y enseñando los renacuajos a Victoria y tras una pequeña subida cogemos el camino que gira hacia el oeste, por las lanchas, Bóbilas y los Corrales de Julia. Hay movimiento en los colmenares y nos entretenemos viendo las mariposas, pregúntandonos porque algunas flores de las jaras tienen cuatro puntos granates, y oliendo las plantas aromáticas: cantueso en flor, tomillo, romero y otra que no identifico pero que huele muy fuerte llegando incluso a ser desagradable. Enfrente de las Bobilas hay unas cabras y unos burros tranquilos con los que Victoria se entretiene.

El tiempo se empieza a torcer y las nubes grises amenazan con venir desde El Escorial. En teoría no llovería hasta después de comer pero el viento se agita un poco y Eva decide unilateralmente que Victoria ha tenido suficiente paseo y me dejan solo de camino a las cascadas. Pese a que me hacía ilusión que Vic llegara no me quejo demasiado, valoro cada vez más un rato de tranquilidad en el campo.

Continúo a buen ritmo ahora que puedo y cruzo el arroyo del Ladrillar (entubado) y el de Peñaliendre, que bajan ambos con bastante agua, sobretodo el segundo el cual es hasta complicado cruzar sin mojarse. Pasado el vado me quedo un rato sentado en una roca intentando localizar a una curruca, un petirrojo y un pinzón, pero tras unos minutos me harto y sigo la ruta. 


En las cascadas me encuentro con bastante gente con crios y también con bastante perros. Ningún problema con los niños y tampoco con los perros, que molestan menos que los ciclistas panzudos equipados para bajar el Annapurna por los que hay que apartarse del camino cada poco tiempo. Las cascadas están en su mejor época con bastante agua que baja alegre camino del Guadarrama. No pierdo mucho tiempo allí y de bajada intento seguir el arroyo de peña Herrera hasta que su unión con el de Peñaliendre pero no hay camino y decido volver a la senda.


Allí vuelvo a pararme en el vado del arroyo de peñaliendre y ahora si consigo ver una curruca carrasqueña y oir un ruiseñor. Bonito momento de naturaleza. Cuando retomo el camino me empieza a llover encima, pero es hasta agradable sentir las gotas cayendo. Viene bien que se limpie la atmósfera del polvo sahariano este.

Vuelvo a pasar por delante de los burros, bajo a la zona de las charcas y oigo un canto no identificado. Mi app mágica me dice que es una alondra totovía y me entretengo un buen rato buscándola con poco éxito. Me vuelven a caer unas gotas así que aprieto el paso hasta llegar al coche.

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