viernes, 15 de julio de 2016

Chile, día 3: Los geyseres del Tatio

30 de Diciembre de 2015
Madrugamos enfermizamente levantándonos a las 04:30 AM solo para comprobar cómo nuestra furgo se retrasaba casi media hora. En esos 30 minutos esperando a la intemperie pasando frio pudimos ver un ejemplo de los problemas con el alcohol de la población local, siendo testigos de un buen chuzo de una pareja que entraba en la casa de enfrente a grito pelao.

Por fin llegó el minibus y por ser los últimos en ser recogidos pude disfrutar desde el asiento del copiloto del "tranquilo" trayecto a los geiseres. Mientras el resto de pasajeros dormía placidamente yo intentaba no caerme encima del conductor o de la guia, pero todo bien. Seguiamos a la caravana de tours que suben hacia los geyseres atravesando arroyos y siempre subiendo en medio de la aún cerrada oscuridad.

Cuando empezó a amanecer la visión se hizo fantástica. Enormes montañas pardas se elevaban sobre una planicie parda cubierta de matorral, y las llamas y las vicuñas nos observaban sin interés, acostrumbradas al paso diario de turistas. El cielo tenía un color especial en el que la altura aporta una atmósfera especial al entorno y el amanecer le da el toque cuasi místico. Parecía un paisaje mágico, irreal, de los confines de la tierra que el hombre no ha conseguido dominar aún.


La primera visión del campo geotérmico, con unos 6 grados bajo cero.
Tras una hora y media de camino y ya cerca de la frontera boliviana se llega al parking y ya se ven las humaredas de los geyseres, que a estas horas están en su esplendor (de ahí el madrugón). La temperatura era de unos 6 grados bajo cero y la altura de 4200 msnm asi que nos abrigamos mucho y comenzamos a caminar entre las lagunas burbujeantes y los chorros de vapor de agua. Pese a los grupos que nos rodeaban, el paraje no decepciona.

Ese color amarillo que le da el toque de olor a podrido
El olor a huevos podridos nos indica la presencia de azufre en este cambo geotérmico, el mayor del hemisferio sur y el tercero en tamaño de todo el mundo. El frio empezó a remitir y al final del paseo uno puede bañarse en una piscina natural de agua caliente. Yo no me animé pero Eva, Jose y Patricia si.

Marina D'or, ciudad de vacaciones
El guía prepara un desayuno en condiciones que sienta muy bien tras el madrugón y el paseo y la visita prosigue yendo a ver a las vizcachas, un animalillo mezcla de raton gigante y conejo que merodea los alrededores del campo termal, saltando de roca en roca.

Desde ahí caminamos escuchando al guia a través del campo geotérmico, donde los geyseres borbotean e incluso se elevan algunos metros de vez en cuando. El guía hacía hincapié en todo momento de la peligrosidad del sitio, ya que algún turista ha fallecido o sufrido quemaduras graves al dar un paso en falso y caer a los geyseres. El suelo es especialmente fragil y caminar fuera de los senderos marcados no es en absoluto recomendable.


Todo son risas hasta que te caes a una piscina de agua hirviendo
 Los intentos de aprovechar energéticamente el potencial geotérmico de la zona han sido numerosos y aún pueden verse restos de maquinaria, pero debido a algún accidente y a las protestas de los pueblos indigenas en la actualidad cualquier tipo de explotación se encuentra parada.


Una roca humeante

Volvimos a los autobuses y enfilamos ya hacia San Pedro, ahora si viendo la fauna local y conversando (eso yo, que seguia de copiloto) con la guia y el conductor. Paramos en el poblado de Machuca, donde nos explicaron que cada año una familia indígena se encarga de su explotación, vendiendo comida y bebida a los turistas y manteniendo los servicios. Nosotros pasamos ampliamente del pinchito moruno de llama y subimos a ver la pintoresca iglesia, comprobando en la cuesta que la da acceso lo mucho que se nota la altitud en el aguante fisico.

Iglesia de Machuca

Llamas y vicuñas todas pastando en un arroyuelo.
Llegamos a San Pedro a la hora de comer bajo un calor achicharrante y tras una ducha comimos en un restaurante con patio interior donde la comida no estuvo mal pero el servicio fue terrible. Nos tomamos un café en la plaza donde charlamos con una española de viaje por el cono sur y nos fuimos a descansar un rato. Patricia y Jose habían quedado con su transfer, ya que ellos volvían a Santiago ese mismo día. Nos despedimos de ellos y cuando cayó un poco más el sol Eva y yo salimos a pasear por el pueblo.

La plaza de San Pedro es bien bonita, con una iglesia colonial bien cuidada y varios edificios históricos que se han conservado desde la época de la conquista. Uno de ellos es la Casa Incaica, que si hacemos caso a la placa conmemorativa fue construida durante la expedición de Pedro de Valdivia en 1540. En otro costado de la plaza se abre una galeria que alberga unos puestos de artesanía donde compramos unos souvenirs locales.

No confundir a Francisco de Aguirre con Lope de Aguirre el loco


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