domingo, 17 de julio de 2016

Chile, día 5: Año nuevo en Valparaiso

1 de Enero de 2016


Mientras intentábamos gestionar nuestra primera resaca en el hemisferio sur desayunamos en casa de Carmen y Jorge. Los chicos salimos pitando para recoger los coches de alquiler mientras las chicas acababan las maletas y cerraban la casa.

El primer coche que recogimos fue justo debajo de casa y fue una pequeña basurilla con motor y cuatro ruedas que luego nos daría algún problema. Montados en él recorrimos la avenida principal de la ciudad hacia la zona noble de Las Condes, donde el aspecto de la ciudad cambia radicalmente. De repente todo son zonas verdes, carriles bici, edificios acristalados y la tez de la gente empieza a ser más clarita. Las calles están más limpias, se respira otro aire proveniente de las montañas y hay como más espacio para vivir. Parece mucho más una ciudad europea. 

Nos contaron Jorge y Carmen que estos barrios son una ciudad aparte, que la gente con pasta que vive aquí no se mueve por el resto de la ciudad y que para conseguir un trabajo en esta zona es mejor vivir por aquí, o al menos mentir u omitir que vives en el centro o no digamos ya en los barrios del sur.

Llegamos a la oficina del alquiler de coches, que tampoco se parecía nada a la oficina de la que veníamos y por indisponibilidad de nuestro coche nos dieron una pick-up roja enorme de la que aquí se ven miles. El cambio fue claramente a mejor, vamos.

Montamos de nuevo, recogimos a las chicas y enfilamos (junto con otros miles de coches) hacia la costa. En el camino hacia Valparaiso el paisaje va cambiando desde el seco (en esta época del año) entorno de Santiago (parecido por cierto al de Madrid en Julio y Agosto) hasta valles más verdes con viñas y bosques de eucaliptos y pinos. Tras demorarnos un poco por un atasco en el peaje, llegamos a Valparaiso.

Valpariso con sus casas coloniales desparramadas por las laderas
La ciudad se cierne sobre el Pacífico como si estuviera a punto de zambullirse en él. Los barrios de casas coloridas y un tanto desvencijadas se agrupan en las laderas de las colinas y en muchos casos lo más facil es acceder a ellos por medio de elevadores.
Valparaiso vivió su época de esplendor tras la independencia de Chile, cuando en el siglo XIX y principios del XX se convirtió en un puerto básico para los barcos que doblaban el cabo de Hornos. Era el primer puerto importante después de una larga travesía y multitud de comerciantes ingleses y de otros paises europeos fijaron su base en la ciudad, dando paso a una época de prosperidad y progreso. Todo cambió con un par de catastrofes naturales y con la apertura del canal de Pánama en 1914. El número de barcos que doblaban el cabo de Hornos disminuyeron drásticamente y Valparaiso cayó en el olvido y la decadencia económica. A día de hoy mantiene su belleza decadente y su aire melancólico, pero se ha convertido en una de las ciudades más pobres y peligrosas de Chile.
Un ejemplo de casa colonial con aires centroeuropeos
Empezamos la visita por Artillería, en el lado oeste de la ciudad, la parte más pegada al puerto. Subimos con el coche a la estación superior del elevador y contemplamos las vistas sobre la bahía, el puerto y la ciudad. Comimos una rica empanada con un jugo en un restaurante muy típico que hacía esquina y proseguimos con el coche hacia la zona del puerto. 

La parte baja de la ciudad es más monumental, con los vestigios de la época dorada la ciudad. Alrededor de la plaza Soto Mayor y la calle Cochrane se agrupan los edificios oficiales y estatuas de liberadores de la patria.
Sin embargo es en las callejuelas empinadas de la parte alta donde reside el alma de la ciudad y por allí nos perdimos en un largo paseo alrededor del Palacio Baburizza y los cerros que lo rodean. Los graffitis han convertido a una ciudad decadente en una especie de museo al aire libre que atrae miles de visitantes. Constituye una aventura doblar una esquina de una calle estrecha y toparte con un mural multicolor, o con un pequeño dibujo con intención política o satírica. No se aburre uno paseando por Valparaiso, eso está claro.


Tomamos un elevador más para acceder al cerro Bellavista donde paseamos por el museo a cielo abierto. La verdad es que toda la ciudad es un museo a cielo abierto y no entendí muy bien la necesidad de un museo "oficial", pero bueno.

Cansados de tanto andar, descendimos de nuevo hacia la parte baja, cogimos los coches y nos dirigimos hacia la zona este, la de los muelles, donde vimos los leones marinos gigantescos y los desagradables restos de la celebración de la noche anterior. Cerdos hay en todos lados, desgraciadamente.
Que animal mas gordo y coñazo. No se movieron ni un centimetro.

Con el fresco del anochecer salimos de la ciudad encaminándonos hacia el apartamento que nuestros anfitriones habían reservado. Llegamos ya de noche a una urbanización con piscina de la zona de Mirasol, en la zona de costa al sur de Valparaiso. Allí encontramos un restaurante abierto donde pedimos unas pizzas que nos comimos en casa y estuvimos jugando a las cartas antes de irnos a dormir.


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