lunes, 21 de octubre de 2024

Deambulando por Hoyo / La Berzosa (18.10.2024)

 Vuelta  a los paseos hoyenses después del verano y después de la llegada de Fabiola. Aprovechando una visita express a La Berzosa me di una pequeña vuelta por el entorno del puente de Rolinares o la cabecera del arroyo de Trofa, que viene a ser lo mismo.

Nada más dejar atrás los contenedores de restos de poda me asomé a unos prados tras una tapia de piedras y salió volando una abubilla. Pude apreciar como buscaba comida entre las hierbas ajena a mi presencia. Está claro que esta es residente aqui y que no se irá a ningún sitio.

Seguí hasta un poco antes del puente y giré a la derecha siguiendo la tapia de piedra intentando ver algún otro pájaro en el prado de la abubilla. Tras poco éxito y llegar a la placilla de toros di la vuelta sobre mis propios pasos y seguí el arroyo de Trofas (aún seco pese a las lluvias) en sentido inverso. Ahí si empecé a ver un buen número de mosquiteros, currucas cabecinegras y algún petirrojo, que ya han llegado masivamente a estas sierras. Los mirlos y los petirrojos son claramente los habitantes más habituales de esta zona de Castilla en otoño e invierno. 

Crucé el puente de Rolinares y caminé a la derecha por los montes abiertos. Allí oí claramente un canto no habitual pero que ya había oido varias veces por aqui. Una alondra. Me dispuse a encontrarla y me metí campo a través por el herbazal seco, que no luce sus mejores galas en este temprano invierno. Cuando me daba la impresión de que no iba a lograr encontrarla de repende salió de entre las hierbas a unos 10 metros de mi y se posó en lo alto de un enebro, donde me dejó disfrutarla durante unos minutos antes de alejarse. Pude ver como carecía de cresta, tratándose de una alondra totovía y no de una común como ya había visto otros días por La Berzosa.

Me metí un poco más por el monte a ver si veía algo más pero unicamente revolotearon petirrojos y mirlos. 

Un corto paseo con una buena recompensa.

miércoles, 14 de agosto de 2024

Deambulando por Hoyo / La Berzosa (17.07.2024)

Estaba solo en Madrid, sin familia. Ya no recordaba esa extraña sensación entre libertad y soledad pero tenía que sacarle partido a esas 72 horas solo para mi.

Aparque en el parque de la tirolina a eso de las 19:30 y eché a andar hacia las charcas de las lanchas. Me sorprendió gratamente ver la charca grande con bastante agua y a rebosar de ranas. Buena señal, buen año de anfibios.

Seguí avanzando por el camino de las cascadas y antes de empezar el descenso final, en la caseta de aguas giré a la derecha por el valle de Peñaliendre. Siempre alucino con este sitio y ese día no fue menos. 

En pleno mes de julio, con toda la sequera que eso supone el arroyo seguía oyéndose y pese a que el hilito de agua no era visible las pocas manchas de arboles caducifolios lo aprovechaban para vivir y mantener el recuerdo de la espléndida primavera.

Tras una pequeña subida ya se interna uno entre chopos, sauces y otros arbustos, a veces tan tupidos que cuesta avanzar. Es un camino muy poco transitado y la vegetación va invadiendo la senda poco a poco, año tras año. Al bajar el calor el monte empezó a sonar con silbidos de carboneros, chochines y petirrojos. Pense que todos los petirrojos huían de estas latitudes con el calor pero aún quedan sedentarios que nos dignan con su presencia en los meses estivales. Un juvenil de petirrojo me demostró que me tenía muy poco miedo y se me quedó mirando desde un arbusto a un par de metros nada más.

Únicamente perturbado por el zumbido de las molestas moscas subí una pequeña cuesta desde donde disfrutar del silencio y la luz cayendo sobre el valle. Fue el momento de los pitos reales que rompieron la quietud con su particular relincho. Por casa se ven mucho más a los picapinos, pero se ve que los pitos hoyenses huyen de la multitud y prefieren la soledad del monte. 

No avancé más porque ya se me iba a hacer de noche, para otro día dejaré llegar al mirador. De vuelta oí a algún jabalí que otro por las jaras y apreté el paso. Ya de noche y llegando a las charcas de nuevo el sonido de un chotacabras me llenó de ilusión. Inconfundible.

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Al día siguiente comprobé que las charcas de la Berzosa estaban sequísimas. Las de los Camorchos de abajo si que aguantan, a pesar de que algún imbécil sigue metiendo los perros en el recinto cuando no puede estar más clara la prohibición.





jueves, 23 de mayo de 2024

Deambulando por Hoyo / La Berzosa (15.05.2024)

Planeé el paseo con el miedo de que estuviera todo ya más seco que la mojama, pero alguna que otra tormenta y las temperaturas contenidas han mantenido todo relativamente verde. Algún tono más amarillento si que noté pero se compensaba con los millones de flores silvestres que adornaban cada pradera, ladera y roca. Todo ebulle de colores blancos, morados, rosas, amarillos. Una maravilla primaveral para decir adiós a la mejor estación del año antes de meternos en el infierno ocre y marrón donde uno solo quiere estar a la vera del agua fresca. Si notáis que no soy muy amigo del verano estáis en lo cierto.

Más colores, más

Aparcamos esta vez bien al lado de los contenedores y repetimos la primera parte del paseo hasta el puente de Rolinares. Aún lleva algo de agua. Oí la primera oropéndola del año subida en algún fresno y al escribano montesino que ya trinaba un par de semanas atrás. Intentando localizar a la oropéndola (con poco éxito) subimos por una senda dejando a la derecha el camino que tomamos el otro día.




Victoria iba encantada recogiendo flores cuando una abubilla nos saltó al lado del camino. Se había dejado unas plumas olvidadas y las recogí para llevármelas. Luego vimos otras plumas de otra ave, pero me parece que su destino había sido distinto (y más trágico) que el de esta abubilla.

Poco a poco fuimos avanzando entre prados floridos y afloramientos rocosos hasta llegar a una planicie inundada de un jaral inmenso. Al fondo vimos la torre contra incendios de La Solana y como Victoria no se quejaba mucho para allá que fuimos. A decir verdad no se oía ni veía mucho pájaro, lo achaco al viento, al fresco y a que ya muchos pájaros estarán criando. Tras un par de escaladas de Victoria tomamos el último desvío hacia el vértice geodésico y torre contra incendios.

Perseguimos una mariposa por las cercanías de la torre y cuando iniciábamos la vuelta al coche el guardia forestal nos alertó ante el gran número de garrapatas que hay este año. Nos revisamos bien y un poco mosqueados iniciamos nuestro camino.

Bordeamos una finca ganadera donde vimos algún conejo y oímos unas ovejas y tras un rato de camino estrecho y en bajada llegamos a una zona plana cercana a El Berzalejo. Desde ahí un camino sencillo volviendo al puente y por fin al coche. Unos 4 km y pico que para ir con Victoria está bastante bien.

Dedalera

Por la tarde nos acercamos al parque de la tirolina y las charcas siguen teniendo bastante agua, lo cual es una gran noticia a las puertas de junio ya.


Se acaba la primavera. Hay que estar loco o que te de absolutamente igual el entorno en el que vives  para que no sea tu estación favorita la verdad. A ver si el verano de este año es piadoso y nos permite vivir felices sin tener que encerrarnos en la cueva.



lunes, 22 de abril de 2024

Deambulando por Hoyo / La Berzosa (20.04.2024)

Habíamos ido al pueblo a hacer un recado y decidimos dar un mini paseo campestre con Victoria. Por ir a algún sitio al que no solemos ir cogimos la calle Frontera justo después del BM. Yo quería avanzar más con el coche pero la parte asfaltada se acabó pronto y tuvimos que dejar el coche ahí.



Caminamos por la pista de la calle Frontera - Empedrado - Carrascal (dudo mucho que alguien las llame así pero eso dice el mapa) hasta llegar a la zona de contenedores de poda donde era mi intención aparcar en un principio. Está claro que mejor acceder desde la carretera de Torrelodones en vez de la de Colmenar.

Entramos en el campo y es que no hace falta caminar grandes distancias estos días, está espectacular mires donde mires y vayas donde vayas. Incluso las zonas fronterizas campo-pueblo han sido colonizadas por los millones de plantas y flores y dan gusto. 

De camino al puente de Rolinares fuimos oyendo herrerillos y verdecillos, subiendo a rocas y cogiendo margaritas, viboreras, dientes de león y amapolas. El sol bajaba por el oeste y la luz era inmejorable. A nuestra espalda todo el cordal de la sierra del Hoyo cerraba el paisaje por el norte.

El puente de Rolinares no es más que dos vigas de piedra colocadas sobre un arroyo sin nombre que baja seco gran parte del año. Muchas veces tendemos a despreciar la utilidad de estos viejos puentes pero si están ahí es por algo. Seguro que en el pasado ayudaba a pasar carros pese a que ahora una persona pueda saltar el arroyo tranquilamente en su época de mayor caudal. 

La tarde era estupenda así que seguimos caminando y a una veintena de metros del camino saltó una abubilla. Victoria la vio y perseguimos al pobre pájaro haciéndole salir de entre las hierbas un par de veces hasta que se alejó entre unos arbustos. Me preguntaron el otro día por mi pájaro favorito y contesté que la abubilla sin pensarlo mucho. Tras pensarlo un rato más no modificaría mi respuesta.

Victoria iba ya cansada de todo el día y se acercaba la hora de dormir para ella así que dimos la vuelta, encarando ahora los picos de El Estepar y La Tortuga. Hicimos unas fotos entre la hierba y un pájaro voló hasta un árbol cercano. No lo reconocí inmediatamente pero me acerqué lentamente hasta el enebro en el que se había posado e identifiqué a un alcaudón común. No salió volando y de hecho me pude acercar hasta 2 metros del árbol sin que se molestara. Luego ya echó a volar de nuevo y se posó en otro árbol un poco más allá. En teoría son frecuentes por aquí pero yo al menos no lo había visto nunca. Es bastante inconfundible, con su modesto tamaño (siempre pensé que eran más grandes), su cabeza naranja-marrón y sus colores blancos y negros en vuelo con las alas abiertas.

Cruzado de vuelta el arroyo nos separamos del camino principal al ver a un perro suelto con malas pulgas. O mejor dicho, al ver al dueño del perro quien parecía tener aún menos luces que el animal. Les dejamos pasar y esperamos en las cercanías del arroyo escuchando a un chochín y a un escribano triguero.

Ya en las primeras calles del pueblo nos desviamos hacia unas fincas donde había un par de caballos blancos y un nutrido grupo de ovejas con los que Victoria se entretuvo un buen rato. Está absolutamente obsesionada con los caballos. Preferiría que fuera con los pájaros pero algo es algo.

Casi llegando al coche oí el canto de un ruiseñor desde muy cerca del camino, en una rama como quien dice encima de nosotros y Eva lo localizó a un par de metros. Es fácil oír a estos virtuosos del canto pero bastante difícil verlos así que nos deleitamos un buen rato con su canto y su visión. No es un pájaro muy espectacular a la vista pero insisto en que su canto es alucinante, con muchísimos modos diferentes.

Con las últimas luces del día y el sol cayendo tras los Picazos llegamos al coche, de nuevo encantados con un breve paseo campestre en la época que más luce el campo.

miércoles, 17 de abril de 2024

Deambulando por Hoyo / La Berzosa (14.04.2024)

Subo con Eva desde los depósitos de gas por la senda del pollo frito. Este risco era probablemente el sitio más alejado al que me llevaban mis padres cuando era pequeño. Tantos días y semanas pasados aquí y nunca me llevaron a descubrir mucho el entorno, curioso. Eso si, si recuerdo oir hablar de este risco y de hacer excursiones cortas hasta allí. En algunos sitios aparece como Cerro del Mesto, pero en este caso mis conocimientos vienen más de la experiencia familiar que de la oficialidad asi que se queda con el pollo frito. (Más que del pollo frito debería ser del pollo asado, pero bueno, los nombres quedan ahí y no seré yo quien cambie este).


Nada más entrar al campo cruzamos algún regato que llevaba agua y no suele hacerlo mientras disfrutamos con el planeo de un milano que oteaba el campo en busca de alguna presa. Marcas de jabalíes por todos lados, cantueso, jaramago, romero y jaras. Las encinas en flor y los enebros cargados de frutos.

Al llegar al collado bajamos en paralelo al barranco del Cura, aún en la cuenca del Guadarrama y por un camino bastante degradado por la culpa compartida de las bicis y de las lluvias. Llegamos a la zona de chopos del arroyo de la berzosa, un sitio muy agradable donde hay una especie de tipi hecho con troncos y varias charcas o represas en el arroyo. Hice una parada (eva ya pasa de mi en estas ocasiones y hace bien) ya que oí un canto no identificado y pude disfrutar de una curruca cabecinegra durante un buen rato. Ojos rojos, cabeza negra, bonito bicho. Son complicadas de ver las puñeteras currucas, no paran quietas. Seguimos camino tras encontrarnos con unos amables guiris marcando una carrera pese a su poca pinta de corredores y cogemos el camino de las charcas de las ranas.


No se como se llaman estas charcas pero este nombre me parece bastante adecuado, y más viendo el concierto que se llevaban el otro día. Con los prismáticos pudimos ver unas cuantas ranas o sapos en el agua mientras que un grupo de chavales nos amenizaba con reggaeton. Mejor esto que los dueños de los perros que los dejan bañarse en las charcas.

Subimos el camino por un entorno muy verde y bucólico hasta llegar a la zona de las praderas de Veris, con varios lugares pintorescos donde sentarse a la sombra y comerse un bocadillo de tortilla, cosa que esta vez no hicimos. Comprobamos el abrevadero y bajamos hasta el aparcamiento del Berzalejo donde cogimos la senda que sube a los Altillos.


No sé a qué lumbreras se le ha ocurrido instalar una valla metálica para proteger su muy especial terreno de 50 metros de lado, pero hay gente para todo. El camino sube en paralelo a un arroyo e incluso por mitad del mismo pero continuamos sin mayores problemas más allá de algún amago de taquicardia por parte de mi ya considerablemente embarazada esposa. Paramos en una roca a tomar aire un poco más adelante del cruce del barranco de las joyas y continuamos hasta que vimos una casa de campo a la derecha del camino. Allí evaluamos la situación y en vez de tirar al pueblo por los decorados y la Tejera giramos a la izquierda para, atravesando Los Altillos y Las Machorras volver a casa. Mucha jara, mucho enebro, alguna curruca, tiempo perfecto. Bastante agua, pero no se cuanto durará con estos calores.

Deambulando por Hoyo / La Berzosa (07.04.2024)


Salimos con Vic y su abuela Raquel desde el aparcamiento del parque de la tirolina bajo un cielo parduzco provocado por la calima. No recuerdo muchos episodios de calima cuando era pequeño pero el caso es que en los últimos años la tenemos aqui varias veces al año. ¿El cambio climático? ¿Memoria selectiva? Who knows. En cualquier caso es un incordio que hace que todo pierda color y yo en concreto la alegría de vivir.


Bajamos paralelos a la verja para luego girar hacia el norte bordeándola y cruzando el arroyo que mana de la zona de las charcas, inundadas de agua y rebosando. Menudo año de agua. Subimos entre las charcas oyendo el constante croar de ranas y/o sapos y enseñando los renacuajos a Victoria y tras una pequeña subida cogemos el camino que gira hacia el oeste, por las lanchas, Bóbilas y los Corrales de Julia. Hay movimiento en los colmenares y nos entretenemos viendo las mariposas, pregúntandonos porque algunas flores de las jaras tienen cuatro puntos granates, y oliendo las plantas aromáticas: cantueso en flor, tomillo, romero y otra que no identifico pero que huele muy fuerte llegando incluso a ser desagradable. Enfrente de las Bobilas hay unas cabras y unos burros tranquilos con los que Victoria se entretiene.

El tiempo se empieza a torcer y las nubes grises amenazan con venir desde El Escorial. En teoría no llovería hasta después de comer pero el viento se agita un poco y Eva decide unilateralmente que Victoria ha tenido suficiente paseo y me dejan solo de camino a las cascadas. Pese a que me hacía ilusión que Vic llegara no me quejo demasiado, valoro cada vez más un rato de tranquilidad en el campo.

Continúo a buen ritmo ahora que puedo y cruzo el arroyo del Ladrillar (entubado) y el de Peñaliendre, que bajan ambos con bastante agua, sobretodo el segundo el cual es hasta complicado cruzar sin mojarse. Pasado el vado me quedo un rato sentado en una roca intentando localizar a una curruca, un petirrojo y un pinzón, pero tras unos minutos me harto y sigo la ruta. 


En las cascadas me encuentro con bastante gente con crios y también con bastante perros. Ningún problema con los niños y tampoco con los perros, que molestan menos que los ciclistas panzudos equipados para bajar el Annapurna por los que hay que apartarse del camino cada poco tiempo. Las cascadas están en su mejor época con bastante agua que baja alegre camino del Guadarrama. No pierdo mucho tiempo allí y de bajada intento seguir el arroyo de peña Herrera hasta que su unión con el de Peñaliendre pero no hay camino y decido volver a la senda.


Allí vuelvo a pararme en el vado del arroyo de peñaliendre y ahora si consigo ver una curruca carrasqueña y oir un ruiseñor. Bonito momento de naturaleza. Cuando retomo el camino me empieza a llover encima, pero es hasta agradable sentir las gotas cayendo. Viene bien que se limpie la atmósfera del polvo sahariano este.

Vuelvo a pasar por delante de los burros, bajo a la zona de las charcas y oigo un canto no identificado. Mi app mágica me dice que es una alondra totovía y me entretengo un buen rato buscándola con poco éxito. Me vuelven a caer unas gotas así que aprieto el paso hasta llegar al coche.