martes, 26 de septiembre de 2017

Sri Lanka, la puerta del Sur de Asia - Día 2 Anuradhapura

Miércoles 2 de Junio de 2015


Había muchas cosas que ver así que nos levantamos temprano, ayudados por el sol, que en aquellas latitudes brilla desde muy pronto. El desayuno, sin embargo nos retrasó. Otra sucesión de platos interminable nos aguardaba. Había de todo, comida típica del país, fruta, cereales, tostadas, sin duda mucho mas de lo que podíamos comer, y más tras la pantagruélica cena del día anterior. A la mitad del desayuno nos disculpamos como pudimos y nos fuimos. Me faltó decir que tanto en la cena del día anterior como en el desayuno el inmenso comedor estaba completamente vacío, sin rastro de huéspedes. Cuanto menos un hotel misterioso. 

Sugat nos estaba esperando en la puerta. Ya nos había avisado el día anterior de que no era un buen día para visitar Anuradhapura, ya que se celebraba el festival Poya y la ciudad estaría invadida por peregrinos. En ese momento no nos pareció un gran problema, pensamos que todo estaría con más ambiente y podríamos ver un auténtico festival budista. Nos imaginábamos un Santiago de Compostela con peregrinos, o a lo sumo una Roma. Craso error. A una gran distancia del centro, la multitud vestida de blanco ya colapsaba todo, inundando calzadas, caminos y cualquier superficie, haciendo casi imposible la circulación.
Además, Sugat no parecía comprendernos del todo bien. Nosotros somos muy andarines y no nos importa meternos en cualquier lado, caminar entre los locales, perdernos si hace falta, ensuciarnos, preguntar o cualquier cosa. Habíamos elegido contratar un conductor porque nuestro tiempo en el país era limitado y queríamos ahorrar tiempo en traslados, pero creo que Sugat no estaba acostumbrado a este tipo de viajeros, y mostraba muchos reparos en dejarnos en sitios que no estuvieran a pie de monumentos o en dejarnos libres por ahí. Nos hicieron falta un par de intentos hasta dejarle claro que queríamos mas un transporte entre ciudades que un guía que nos llevara de la mano. 

Plano de Anuradhapura

Ante la imposibilidad de acceder al centro de la ciudad, Sugat nos dejó en un templo más a las afueras, el de Isurumuniya. Situado a la orilla de un gran lago o estanque de irrigación, este antiquísimo templo del siglo IV antes de Cristo atesora una tallas en roca de unos amantes y de unos elefantes albergadas en un museo anexo. Unas escaleras dan acceso a una roca desde donde se ve una buena vista del lago y una pequeña estupa blanca pone la guinda al conjunto. Nos sirvió como introducción a los templos budistas ceilaneses y para mezclarnos por primera vez con los locales. Sin exagerar afirmo que eramos los únicos occidentales, y Eva era como un extraterrestre para ellos. La gente se nos quedaba mirando y sonreía, eso si, con una exquisita educación. Entre aglomeraciones subimos a la roca y a la estupa y volvimos de nuevo con Sugat, que nos esperaba paciente junto al coche.

Templo de Isurumuniya

Pagoda del templo de Isurumuniya

Nos vino a decir que era mejor renunciar a la visita, que el resto del día sería infinitamente peor ya que teníamos que ir al centro y que no veía posibilidad de acercarse a los monumentos. Le aclaramos que no habíamos ido hasta allí para estar en el hotel y que nos dejara donde pudiera, que ya nos acercaríamos nosotros andando. Así pues nos sumergimos en el hormiguero humano que era Anuradhapura ese día y tras un monumental atasco Sugat consiguió aparcar en una especie de área habilitada. Y nosotros nos dispusimos a mezclarnos con los peregrinos y ver aunque fueses algo de la ciudad.
Estábamos cerca de la inmensa estupa blanca de Ruwanwelisaya, visible desde casi toda la ciudad, y hacia ella nos dirigimos inmersos en el río de túnicas blancas. El gentío se dispersó un poco al llegar a la refulgente construcción y pudimos apreciar la cenefa de elefantes que bordeaba toda la estupa y el fulgor blanco que relumbraba a los rayos del sol. Esta estupa fue construida en el siglo II antes de Cristo y en su momento fue uno de las construcciones más altas del mundo. Tras un largo periodo de olvido y cuasi ruina, fue restaurada a comienzos del siglo XX y hoy vuelve a mostrar su antiguo esplendor.

Estupa blanca de Ruwanseliya

Estupa blanca de Ruwanseliya

Siguiendo a la gente llegamos al punto que atraía a los peregrinos: el árbol Bodhi. Tras la iluminación de Buda en la India, los diversos peregrinos que acudían al árbol donde se alcanzó la iluminación iban cogiendo esquejes y los plantaban en sus lugares de origen. De aquel primitivo esqueje creció un árbol que hoy se yergue elegante en la ciudad santa de Anuradhapura.
Riadas de peregrinos intentaban llegar hasta él bajo un inclemente sol. Y nosotros con ellos. El árbol no es mas que eso, un árbol, y le dimos una vuelta y volvimos por un camino algo menos transitado hacia el punto acordado con Sugat.

El sagrado árbol Bodhi
Pero nos perdimos, y acabamos dando una vuelta enorme a pleno sol por la ciudad, viendo como los niños se bañaban en las acequias, las familias comían tiradas a la sombra y los monos aprovechaban cualquier situación para garrapiñar algo de comida. 


Peregrinos

Tras bordear un gran lago con vistas a la gran estupa de Abayagiri por fin llegamos al coche, donde vista la imposibilidad de avanzar más con el coche, aceptamos la propuesta de Sugat de visitar otras cosas en las afueras. Nos dejó cerca de un conjunto rocoso a las afueras de la ciudad. No recuerdo el nombre ni recuerdo que fueran especialmente interesantes pero al menos a la sombra de los arboles la temperatura bajaba un poco y el calor no era tan asfixiante. Sin embargo, tomamos la decisión de volver al hotel y aprovechar un poco la estupenda piscina que probablemente tendríamos para nosotros solos. Efectivamente así fue y pasamos lo que quedaba de tarde tomando el sol y bañándonos en una piscina que parecía sacada de una peli de Indiana Jones, que también habíamos ido a disfrutar.


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