miércoles, 31 de agosto de 2016

Chile, día 10: El glaciar Grey

6 de Enero de 2016

Pese a que la vista de las Torres y su correspondiente trekking es la ruta más popular del parque, ni mucho menos el resto deja de merecer la pena. De hecho nos quedamos con ganas de pasar más días en las Torres del Paine, ya que es un parque inmenso y con muchos sitios que ver y recorrer.

De entre el resto de posibles rutas elegimos la del glaciar Grey para este segundo día. En primer lugar por la posibilidad de acercarnos a un glaciar patagónico, y en segundo lugar porque es la más accesible de las otras rutas importantes. Pensándolo a posteriori igual hubiésemos elegido la que te acerca al campamento italiano y así poder ver desde abajo los cuernos del Paine, pero ni mucho menos diría que la ruta del glaciar Grey no es recomendable, en absoluto, pero si dos días después vas a estar enfrente del Perito Moreno, igual el cupo de glaciares lo cubres ya ahí.

El caso es que salimos del albergue de las torres en nuestro 4x4 sin saber a ciencia cierta si habría un catamarán esperándonos en Pudeto a las 09:00 así que la alegría fue total cuando vimos al barco amarrado en el muelle y un cartel informativo que confirmaba el horario. Increíble que los empleados del refugio no sepan los horarios del principal barco del parque.

En nuestra opinión el parque está poco desarrollado turísticamente para los estándares europeos, lo cual tiene una cara buena y una mala. En cuanto te alejas de las zonas típicas no hay ya mucha gente y el medio no se ve asfixiado, pero la información y sobre todo los transportes internos son un poco desastre para la extensión del parque. Si no se va con un tour privado o con coche propio es virtualmente imposible desplazarse de un lado a otro. Existe un servicio de autobuses pero los horarios son horribles y se pierden días entre medias, con lo cual es necesario alargar aún más la estancia dejando días muertos entre día y día de trekking.

El trayecto que realiza el catamarán en amarillo (mapa: www.bagualesgroup.com)

Así pues dejamos aparcado nuestro coche en la zona de Pudeto y embarcamos en el catamarán que cruza el lago Pehoe bordeando su orilla norte. El fuerte viento que golpeaba esta zona del parque nos impidió ir en la cubierta ya que hacía un frio que te morías. 

Apiñados entre yankees e israelíes, tras media hora atracamos en el muelle de Paine Grande. Este catamarán te ahorra una gran vuelta, ya que la carretera (o la pista mejor dicho) baja muy al sur antes de volver al norte hacia la zona del glaciar Grey.

Cuando desembarcamos el viento había dejado de soplar y nos pusimos en marcha sin más dilación, ya que teníamos un horario que cumplir si queríamos volver a nuestro querido coche. Nos habían avisado de que en toda esta zona el aire es capaz de tirarte al suelo y hacer muy difícil la marcha pero a nosotros el tiempo nos acompañó en todo momento.

El camino asciende suavemente entre monte bajo y tras una hora de marcha se corona la primera loma del día y avanza horizontalmente hasta ver la laguna de los patos y el majestuoso e inmenso lago Grey, que aún en sobre aviso sorprende gratamente. 

Lago Grey

Tras otro rato de senda más o menos horizontal se alcanza un mirador desde donde se tiene la primera visión del glaciar. Aún en la lejanía se extiende por el horizonte, imperturbable y silencioso. Desde este punto se observa todo el frente del glaciar, mientras que al final de la ruta, aunque desde mucho más cerca, solo se aprecia la parte pequeña del mismo, separada del resto por una isla. Tanto al este como al oeste, una cadena de picos nevados cierra la vista. 

Glaciar Grey con la isla que parte su frontal

El camino baja ahora bordeando el lago y sucesivos arroyos de montaña caen a mano derecha, salvados por el camino por enclenques puentecillos de madera. Los restos del gran incendio de hace unos años son visibles en esta zona. Con el viento que reina por aquí, una inocente llama en una estación seca puede hacer verdaderos estragos, y esto fue precisamente lo que ocurrió aquí. 

Las montañas flanquean el lago

Después de casi una hora de camino la ruta se interna en una zona boscosa y el refugio del lago Grey aparece casi de la nada. No entramos, pero tiene muy buena pinta, como todos los refugios del parque. En sus alrededores y en su terraza algunos caminantes toman el sol. Para los que hacen la ruta completa (la O), este punto es o bien la antesala de la parte más dura de la ruta o bien el punto de descanso después de dos o tres días perdidos por la parte más desconocida del parque, aquella que rodea el macizo por el norte y que normalmente queda fuera de los pasos de la mayoría de los turistas.

Sin embargo no acaba aquí el camino sino que es necesario continuar unos minutos más por el camping hasta llegar al mirador sobre el glaciar Grey. El sitio y la vista son impresionantes y además el viento había parado y pudimos calentarnos al sol del mediodía que se daba su cien por cien en el tímido verano austral. Comimos algo mientras que admirábamos las vistas del glaciar, aún lejos pero imponente sin duda.


El glaciar desde el mirador

Tras una hora casi admirando el sitio volvimos por la misma ruta, tranquilos ya que teníamos tiempo de sobra para llegar a la hora de retorno del catamarán. El camino de vuelta, como siempre, se nos hizo más tedioso pero acabamos llegando al refugio de Paine Grande casi una hora y media antes de lo previsto. Desde aquí la vista de los cuernos del Paine es sobrecogedora, con su roca bicolor contrastando con el azul del lago Pehoe. Para el que tenga algún otro día más en el parque, la ruta por el valle del Francés promete ser igual de bonita que la subida al mirador de las Torres.

Los cuernos del Paine a la derecha

Mientras esperamos al catamarán tomamos algo en el bar del refugio y a la hora señalada embarcamos (junto con otros muchos) en el catamarán, azotados por un violento viento y un helador frio. Los cambios de temperatura aquí son rápidos y drásticos, qué duda cabe. Nos pareció mentira, pero nuestro coche estaba allí, esperándonos paciente entre autobuses de turistas y furgonetas de hoteles, y nos apresuramos para intentar salir antes que ellos.

Durante la ruta de salida del parque nos convencimos de que otra gran manera de ver el parque es con el coche. Los inmensos lagos y los numerosos miradores que recorren las pistas son solo visitables en coche, ya que las distancias impiden o hacen muy difícil el acceso a pie. El color de cada lago es diferente de los demás, y los tonos de azul cambian según la hora del día. Y siempre, al fondo, enmarcando la vista, el macizo rocoso con las Torres y los Cuernos te recuerda que estás casi en el fin del mundo, alejado de la civilización pero en uno de los parajes más salvajes y bellos de la tierra.

Tras dos horas y pico de conducción (mitad pista, mitad asfalto) por la Patagonia más inhóspita (es increíble la falta de pueblos o incluso de asentamientos) llegamos por fin a Puerto Natales, con la gasolina un poco justa pero sin pasar apuros. Encontramos nuestro coqueto B&B en una calle tranquila y cercana al centro y tras una bien merecida ducha caminamos hacia la plaza principal para cenar el mítico cordero patagónico, asado durante horas a las brasas. En uno de los sitios más míticos cenamos un aceptable cordero en un muy acogedor comedor (al tenerlo tantas horas al fuego suele estar un poco seco, me quedo con el cordero de Castilla o el ternasco de Aragon sin duda alguna).

Sobre Puerto Natales poco más que decir, una pequeña ciudad que vive del turismo del parque y de la ganadería de las estancias de la zona, donde se encuentra de todo y que mantiene su carácter tradicional. Lo más destacable es el magnífico emplazamiento a la orilla del fiordo, con unas preciosas vistas.



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