jueves, 14 de noviembre de 2013

Viaje a Japon. Día 10: Kamakura y su buda

Para el último día de visita por las afueras de Tokyo se nos presentaban dos opciones: Hakone y Kamakura. Los dos mayores alicientes de Hakone son ver el monte Fuji y disfrutar de un baño en un Onsen y no íbamos a hacer ninguno de los dos, lo primero porque en verano es casi imposible por las nubes y lo segundo porque no nos apetecía lo más mínimo. Además, varias personas nos habían recomendado la visita a Kamakura, que además estaba más cerca y no nos llevaría todo el día. La decisión pues estaba clara.

Madrugamos bien y cogimos el tren (cuasi de cercanías pero muy cómodo y que circula por las poblaciones dormitorio de Tokyo) que nos llevaba a Kamakura, situada a unos 50 km al suroeste de la capital, en un entorno precioso, rodeado de colinas boscosas por todos los lados menos por uno, por el cual el mar le baña.
 
Mapa de Kamakura con los templos marcados en rojo

Los monumentos e importancia de Kamakura tienen su origen en el siglo XII. Fue entonces, allá por el año 1185 cuando se instauró el primer shogunato de la historia de Japón, el de Minamoto, y la capital se fijó en Kamakura. El primer shogún de la dinastía, de nombre  Yoritomo, fue quién dió forma a la ciudad, pero curiosamente fue también el último shogún de la dinastía que mantuvo el poder real, ya que los miembros del llamado Clan Hojo tomaron el poder en la sombra como shikken (regentes) y dictaron las leyes y los herederos al trono hasta el final del shogunato, allá por 1333.

La creación del shogunato Kamakura señala el principio de la edad medieval y feudal de Japón. Durante este periodo, el budismo (que recordemos atracó en las islas en el siglo VI con un gran éxito) siguió siendo la religión principal del país, pero se modificó y ramificó en numerosas sectas, “japonizándose” y alejándose de la influencia china.
 
Oooooh, Minamotooo no Yoritomoooooo (foto: wikipedia)
 Tuvimos mala suerte con el tiempo y es que probablemente este fuese el día más caluroso de todos los que pasamos en Japón. Nada más salir de la estación de tren cogimos una calle principal atestada ya a estas horas de turistas que se dirigían hacia el templo principal. La calle es un sitio perfecto para comprar souvenirs y pequeños regalos, aquí los encontramos más baratos que en muchos otros sitios pero también hay tiendas de objetos más especiales y de mejor calidad.

Entre la gente y el sol que apretaba de lo lindo nos agobiamos un poco y aceleramos el paso para llegar cuanto antes a la entrada del primer y más importante templo que visitamos (que no el más bonito), y que pasaba por ser uno de los símbolos de la ciudad.

El Tsurugaoka Hachiman-gū es un templo sintoista dedicado al dios Hachiman. Fue construido en el año 1063 pero fue el gran Minamoto Yoritomo quién lo movió a su localización actual en Kamakura e invitó al dios Hachiman a residir allí para proteger su recién instaurado shogunato. Hachiman es el dios de la guerra y los arqueros y uno de los dioses principales de Japón, además de su protector y el de los japoneses en general. Por ello es el segundo al que más templos están consagrados (después de Inari, el de los negocios). 

El templo cobró una importancia especial en la ciudad y la disposición de la misma se diseñó desde el templo, con 6 calles en cuadrícula que anteceden la entrada principal, una de ellas directamente desde la playa y con diversos grandes toris por los que hay que pasar.
  
Tsurugaoka Hachiman-gu (foto: wikipedia)
 
Durante mucho tiempo y como otros muchos, el templo fue conjuntamente budista y sintoista, ya que se pensaba que los dioses sinto, y especialmente Hachiman eran manifestaciones locales de divinidades budistas. Sin embargo, a raíz de la Restauración Meiji (1868) y enmarcada en la política nacionalista del nuevo imperio japonés que tendería a despreciar las influencias extranjeras y valorar lo autóctono se promulgó la shinbutsu bunri u orden de separación, por la que se ordenaba la separación de los santuarios sintoistas y budistas que hasta entonces hubieran estado unidos. Con ello, además de promocionar el sintoismo a religión nacional, se intentaba desprestigiar y quitar poder a las diferentes sectas del budismo que se estimaba que habían acaparado demasiada gente y poder. Numerosos tesoros budistas de los templos debieron de ser donados o destruidos, ya que su localización en templos sinto pasaba a ser ilegal. Se desató una ola de anti-budismo y muchos monjes volvieron a la vida seglar. El Tsurogaoka Hachiman-gu fue de los que más sufrió, ya que tuvo que donar numerosas estatuas budistas a templos cercanos e incluso derruir edificios destinados a celebraciones budistas.

El templo, con el característico color rojo de muchos templos sintoísta, se caracteriza por su larga y ancha escalera principal que da acceso al edificio suntuario. Compramos unos sobrecitos que hay en casi todos los templos que contienen un mensaje de buena o mala suerte. Si es de buena, deberás llevarlo contigo pero si te toca la segunda opción habrás de atarlo a unos soportes que verás a la entrada para que la mala suerte se quede en el templo o los dioses la subsanen.
 
 
Sudando la gota gorda pero con la buena suerte a las espaldas subimos las escaleras, pedimos algún deseo frente al altar (reverencia, reverencia, palmada, palmada, reverencia, deseo) y salimos por la puerta lateral del templo, que daba a una calle lateral. Una vez más, la visita al templo sinto había sido “apasionante”.

La dichosa calle lateral subía en cuesta durante unos 20 minutos hacia el siguiente objetivo del día: el Kenchō-ji. En un día normal habría sido hasta agradable, pero con el calorazo que caía fue todo un suplicio. Por fin llegamos al que es el templo zen más importante de Kamakura y uno de los más importantes de Japón.

¿Qué significa esa palabra tan repetida y manida del zen? El zen no es otra cosa que una escuela del budismo Mahayana creada en China durante el siglo VI y trasladada a Japón y a otros países como Vietnam o Corea. El zen enfatiza y se centra en la iluminación interior y en la experiencia y reflexión personal sobre las enseñanzas de Buda, alejándose de tecnicismos y teorías formales.
 
Kencho Ji
 
El Kencho-ji lo fundó Rankei Doryū, un sacerdote llegado de China allá por el año 1246 y contó con el apoyo del emperador y del regente del clan Hojo de entonces. Debido al rápido crecimiento del budismo zen se puso en marcha un sistema jerárquico para los templos de esta escuela a imitación del chino. Es el llamado sistema de las cinco montañas, en el cual el Kencho ji ocupaba la primera posición junto con uno análogo en Kyoto.
 
Sanmon del Kencho-ji

El templo es de los que merecen la pena, con varios edificios impresionantes de madera que contienen espectaculares estatuas de Buda. Destacan el Somon (puerta exterior), el Sanmon (puerta principal), el Bonsho (campana principal), el Butsuden o sala de Buda o el Hatto o sala de Dharma. Además el templo contiene un monasterio para los monjes que está cerrado al público y un pequeño jardín zen detrás del edificio principal.
 
Gran Buda del Kencho-ji
Tras la visita al templo, donde comprobamos lo apañados que son los escolares japoneses con sus mantelitos y sus tuppers de arroz y sushi, volvimos también a pata hasta la estación central (esta vez eso sí, cuesta abajo). También de allí salen los autobuses municipales que hay que coger si se quiere llegar cómodamente hasta la zona del Buda gigante o Daibutsu.

El Kotoku-in, que así se llama el templo en el que se encuentra el buda gigante, se asienta en la zona de Kamakura más cercana al mar y cerca de la estación de tren de Hase, al final de una calle muy animada con tiendas y restaurantes.

El gran Buda de bronce fue construido en el año 1252 para sustituir a uno similar pero de madera. En un principio la estatua estaba en el interior de un edificio, pero cuando este se destruyó a causa de una tormenta se decidió dejarlo a la intemperie. La estatua está hueca y es posible entrar y subir pero decidimos no hacerlo por la cola y la posible claustrofobia (además no debe de aportar mucho a la visita).

Daibutsu
 
La visita al buda es obligada, es sin duda uno de los monumentos más característicos y simbólicos de nuestro viaje, quizás la “foto” del mismo. Pero que no parezca algo a lo que hay que ir porque si, merece mucho la pena.

Comimos unos platos de ramen con setas y verduras en la calle principal a un muy buen precio y continuamos calle abajo hacia el último templo del día, el Hasedera, situado en la misma zona de la ciudad.

El Hasedera es un templo budista de la secta Jodo shu, famoso por albergar una estatua de 9,2 metros hecha de madera y cubierta de oro de la diosa Kannon. Cuenta la leyenda que allá por el año 721 un monje talló dos estatuas de la diosa. Una la dejó en el templo Hasedera de Nara (allá por entonces capital de Japón) y la otra la lanzó en el mar para que la propia estatua buscara su sitio. Quince años después, en el 736, se encontró la estatua precisamente aquí, en Kamakura e inmediatamente se construyó un templo para alojarla.
 
Hasedera
 
Los jardines del templo son también agradables y contienen miles de estatuas de Jizo, traidas por padres cuyos hijos no llegaron a nacer. También hay una gruta estrecha y de poca altura con numerosas estatuas de la diosa Benzaiten.
 
Jizo (son bastante tristes una vez sabes el porqué de las estatuas)
 Con estos cuatro templos te queda una visita muy apañada de Kamakura. Seguro que hay muchos más templos interesantes, pero tampoco es cuestión de saturarse y estos cuatro dan bastante bien la talla en cuanto a importancia y belleza. Se ven tranquilamente en un día sin agobiarse lo más mínimo y da tiempo a volver a Tokyo aún con algo de luz del día por si se quiere aprovechar. En general, la visita a Kamakura nos satisfizo mucho más que otras, por supuesto más que Nikko e incluso más que Nara. Deshicimos nuestros pasos por Kamakura y cogimos el tren de nuevo hacia Tokyo.

De vuelta en la estación central de Tokyo salimos afuera para conocer los alrededores con las últimas luces del día. Tras vagar cinco minutos entre edificios de oficinas llegamos a los jardines del palacio imperial, que es lo único que se puede visitar del conjunto.

El palacio imperial de Tokyo es la residencia del emperador desde el año 1868, cuando los shogunes Tokugawa que aquí vivían fueron invitados a desalojarlo, vamos, que fueron desahuciados en toda regla (no había PAH por entonces). Fue casi destruido por varios fuegos y por los bombardeos de la IIGM asi que lo que hay hoy se debe parecer en poco al castillo del periodo Edo.
 
Entorno del palacio imperial

Excepto por algún edificio gubernamental y los jardines el palacio está cerrado al público. El 2 de Enero y el día del cumpleaños del emperador se abre la puerta principal y los japoneses pueden ver a la familia imperial en el balcón, desde donde saludan y dan un discurso agradeciendo su presencia y deseando buenos deseos. Genial vamos, algo parecido al discurso de nochebuena de Juancar. Si estuviese iría seguro. Madrugaría incluso si es necesario.

Lo único que se puede ver es un puente de piedra así que la visita, más allá de una vueltecilla por un jardín no merece mucho la pena.

Ya era completamente de noche y decidimos acercarnos a la zona de Ginza para disfrutar de sus neones y sus tiendas. Dando un agradable paseo recorrimos la zona desde el palacio hasta la estación de Shimbashi, mirando los escaparates de las tiendas de lujo y haciéndonos a la idea de que no éramos los bolsillos a los que se dirigían primordialmente. Sin embargo la zona es muy adecuada para ir a pie, y eso en una ciudad como Tokyo es de agradecer.
 
Barrio de Ginza
 
Tras pasar a descansar lo mínimo posible por casa cenamos en un restaurante muy chulo en lo alto de uno de los rascacielos de la zona de Shimbashi. Lejos de ser caro, la cuenta nos sorprendió por lo moderado de cenar en un sitio de estas características, y más cuando no solo las vistas merecían la pena sino que la comida también estaba estupenda. A la salida quedamos con nuestra anfitriona en la zona de Roppongi (no pienso dedicar más que esta frase a este barrio, lleno de entretenimientos para extranjeros y de fauna de todo pelaje, en el que no perdería ni un solo minuto del tiempo a dedicar a Tokyo) donde repetimos en un karaoke japonés, esta vez mucho más cutre (y por ello más auténtico y barato) donde nos dieron las tantas de la mañana desgañitándonos con hits de los Backstreet Boys, Madonna o Lady Gaga.

NST: 4/10, el día de margen funcionó

1 comentario:

  1. Hay también un templo con una fuente en una gruta en el que la gente empapa todo el dinero que lleva en la cartera (billetes y monedas) porque da muchísima suerte... Aquí mi amiga me dio permiso para que hiciera el mongolo pero solo con un billete y de los de menor valor y todas las monedas que quisiera.
    Veo que en el karaoke escogisteis los mismos grandes clásicos que nosotros...

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