miércoles, 31 de agosto de 2011

Singapur - Malasia - Indonesia Día 5

26 de Julio: Templos de Yogyakarta: Del Budismo al Hinduismo en un par de horas
El madrugón a las 4 venía motivado porque nuestro vuelo a Yogyikarta salía a las 6 y pico, y sería el primer madrugón (aunque eso no es un madrugón, sino mucho peor) de los 4 o 5 que tendríamos durante el viaje. Nos vino a recoger un marchoso taxista malayo, marcha que se le fue pasando y, ante la amenaza de que se quedara dormido, le dimos un poco de conversación. El aeropuerto de los vuelos baratos estaba a rebosar a las 5 de la mañana, así que hicimos el check-in en los mostradores de Air Asia y nos fuimos a desayunar un donut con un café en las tiendas del aeropuerto. Air Asia no está mal, viene a ser como un Ryanair pero mejor, ya que los asientos si están numerados y no te sientes como ganado a bordo, aunque viniendo de Qatar Airways, el espacio que tenías para las rodillas era claramente insuficiente, estos asiáticos son muy pequeños, confirmado. Lucas iba sentado al lado de una mujer indonesia, pero salió el Adolf Hitler que está dentro de él y, argumentando que olía muy mal nos abandonó y se fue a la parte trasera del avión. El resto, menos el ciborg, sobamos un buen rato hasta que nos despertamos y tuvimos que rellenar la hoja de entrada en Indonesia, con el ya más que sabido “Pena de muerte para los traficantes de drogas”.

Nada más llegar a Indonesia, te das cuenta de que todo ha cambiado, mucho más pobre que sus vecinos Malasia y Singapur, el aeropuerto de Yogyakarta era muy jacho y las maletas las traía un tío desde el avión y las dejaba todas amontonadas para que tu cogieses la tuya. Tras pagar las tasas de entrada en el país (25 US$ de series posteriores a 1996, cosa que no nos explicamos) cogimos la maleta y contratamos un taxi de 5 personas que nos llevase hasta nuestro hotel, el Duta Guest House. Una vez en el taxi, el chofer nos sacó un papelito con sus excursiones, y para no perder tiempo en Yogyakarta, le dijimos que nos llevase a los templos de Borodbur y Prambanan, que es lo que hay que ver en esta parte de Java. Con lo que, sin pasar por el hotel, el buen hombre nos llevo durante una hora y pico en el coche (muy cómodo, eso sí) hasta el primero de ellos: Borodbur. Descubrimos el porqué de que Java sea la isla más poblada del mundo, 170 millones de personas se hacinan en esta isla y es bien sencillo ver cómo. La ciudad no se acaba nunca, siempre hay casas a los lados, sólo hay gente, y gente, y más gente, la urbanización no se acaba nunca y sólo hay coches y motos. Bastante agobiante esta parte central de Java.

Resulta que antes de la llegada del islam a Indonesia, en Java florecían 2 civilizaciones, una hinduista y otra budista. Para mayor gloria de sí mismas, ambas construían templos, y a día de hoy, los únicos que quedan (o los mejores) son estos dos, Borodbur budista y Prambanan hinduista. El primero de ellos es una especia de pirámide escalonada con las paredes talladas con escenas de la vida de Buda y con multitud de estatuas de buda sentado. Con varios pisos, representa la subida hacia el Nirvana, que es el último piso. La verdad es que está espectacularmente conservado y es claramente un hit del viaje.

Borodbur
Nos hicieron ponernos un sarong a la entrada, nos invitaron a un té de bienvenida y adentro. Lucas subió directo a la última planta pasando de hacer el camino, pero Villa, Nova, Dueño y yo recorrimos el monumento en toda su extensión, admirando las tallas y el paisaje de volcanes de alrededor. Una vez arriba, los locales insistieron en hacerse fotos con todos nosotros y en especial con Villa. Un grupo de chavales de un instituto de una ciudad cercana estaban muy contentos con nosotros y se hicieron una sesión de un verdadero photocall con todos. Eran simpáticos y era curioso que quisieran hacerse fotos con gente tan fea como nosotros, así que aceptamos sin problemas 

Como famosos que somos....

Bajamos y salimos del templo y un escalofrío nos recorrió a todos la espalda durante 5 minutos, ya que no veíamos a nuestro chofer ni a su coche donde descansaban absolutamente todas nuestras pertenencias. Cuando le vimos aparecer, respiramos aliviados y le pedimos que nos llevara a algún restaurante de la zona no muy guiri. No sé qué parte de “no muy guiri” no entendió, pero nos llevo a un sitio en el que sólo había turistas pero que es cierto que estaba muy bien puesto y nos dieron de comer bastante bien. Probamos nuestros primeros mie goreng, ayam y demás exquisiteces indonesias de las que acabaríamos hasta los huevos al final pero que ese día nos supieron de maravilla.

Ale, al otro templo. Este otro templo estaba a una horita de distancia, y por el camino pudimos ver que aquí los volcanes no son como el Teide, sino que van bastante en serio. Cerca de Yogya, está el volcán Merapi, que es muy activo, y hace un par de años le dio por entrar en erupción. Los ríos de lava y ceniza se pueden ver a ambos lados de la carretera, de hecho han hecho una mina para aprovechar las rocas que escupió. Debió de ser impresionante, y con toda la gente que vive por aquí, algunas vidas humanas se debió llevar. Sin embargo, la gente sigue haciendo sus vidas en las faldas del mismo volcán, sin parecer muy preocupados, aunque seguramente no tengan otro sitio donde ir…

Prambanan es hinduista y no es un sólo templo, sino un conjunto de ellos. Están en bastante peor estado de conservación, ya que un terremoto destruyó muchos y dañó otros tantos. Sin embargo, a la caída de la tarde resulta espectacular. Contratamos un guía local que nos iba contando con su inglés de indonesia que hay tres templos principales, cada uno destinado a Shiva, Vishnu y Brahma y otros muchos para ofrendas. Las tallas son impresionantes y cuentan una leyenda de un príncipe hindú que ahora lamentablemente no recuerdo. La luz de la caída de la tarde era muy bonita e hicimos multitud de fotos saltando y haciendo el chorra. Sucios como estábamos (mi camiseta de Padel Lobb insistía en quedarse y seguir andando) y cansados, le dijimos al chofer que nos llevara al hotel no sin antes preguntar cuánto nos cobraba por llevarnos a los volcanes que resultó ser una barbaridad que descartamos.

Prambanan al atardecer

El hotel estaba fenómeno, con una piscinita muy decente que catamos nada más llegar, un desayuno local muy rico (mie, nasi goreng y fruta) y unas habitaciones algo peores pero aceptables. Tiene un hermano mayor llamado Duta Gardens que tenía mucha mejor pinta, pero que probablemente costase mucho más caro. Descansamos un rato y salimos a cenar y a informarnos de las excursiones al Bromo y al Kawah Ijen, que las agencias que abarrotaban nuestra calle ofertaban todas. Yogya está llena de holandeses por ser Indonesia una excolonia suya independizada hace bastante poco, al final de la segunda guerra mundial. Entramos en un par de agencias y la que más nos convenció fue una regentada por un local que nos recibió al grito de “¡Que pasa, maricones!” Con una bienvenida de ese tipo…nos tenía ganados. Apalabramos la excursión y nos fuimos a cenar a un sitio con muchos guiris, donde disfrutamos del magnífico servicio Indonesio. Un camarero ultratroller nos tuvo esperando durante hora y pico unos putos sándwiches y al final se equivocó. Mientras que Nova y yo jugabamos al billar, Lucas le vejaba y se quejaba amargamente. Al final pudimos comer algo y nos marchamos al hotel a descansar, que el día había sido muy largo. Al día siguiente, nuestro primer día de relativa calma, que falta nos hacía.

3 comentarios:

  1. y no se te olvide el "invitado" que se sentó en nuestra mesa y que quería jugar al billar con nosotros, hablar... eso sí, la espalda de Lucas se impuso!!

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  2. Nova! Si no hay foto, no me lo creo...

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