lunes, 29 de agosto de 2011

Singapur - Malasia - Indonesia Día 3

24 de Julio: Las “joyas” de Malaca y un paseo más bien tonto

Tras un amanecer placentero en nuestro nidito de mierda, nos decidimos a resarcirnos con un buen desayuno, y a admirar las maravillas coloniales de la histórica ciudad de Malaca . Con Pablo cagándose en nuestros muertos y añorando a sus amigos de ICAI que le hubieran llevado al Four Seasons de la ciudad, subimos al fuerte portugués donde estaban las ruinas de una iglesia fundada por los lusos y luego reutilizada por los holandeses. Malaca siempre había sido la ciudad más importante del territorio malayo, ya que está situada en el estrecho de el mismo nombre, que siempre ha sido crucial (y lo sigue siendo, lo que pasa es que ahora en vez de especias y telas se transporta petróleo) para el comercio E-W. Será suficiente con decir que las ruinas eran una puta mierda del tamaño de un Boeing 747 y que el único interés era constatar que los portugalgos se habían ido muy lejos con sus carabelas para que luego llegaran los holandeses y les echaran y que luego a estos último les echaran los ingleses. Así que pasamos al desayuno que, tras un intento fallido, fue bastante satisfactorio y en un sitio en el que se estaba fresquito nos tomamos unos buenos platos que nos ayudaron a mejorar la imagen de la ciudad. El día anterior habíamos comprado ya el billete a Kuala, así que volvimos al hotel, cogimos las maletas y, con un sofocante calor, cogimos unos taxis que nos dejaron en la estación de autobuses desde donde saldríamos hacia la capital. Tras un rato de espera, subimos en otro autobús bastante decente y nos embarcamos en un viaje amenizado por música local a todo volumen hacia el Norte, donde nos esperaba una ciudad en la que muchos tenían muchas esperanzas.

Las "maravillas" coloniales de Malacca
El autobús nos depositó en una estación de autobuses nueva, limpia y con aspecto de eficaz, que nos empezaba a mostrar porque Malasia es considerada uno de los milagros económicos del sureste asiático. Con una industria electrónica y automovilística muy potente, las ingentes reservas de materias primas que esconden sus mares y selvas (petróleo, caucho, madera, minerales…) y la laboriosidad asiática, Malasia es un país avanzado y con un nivel de vida, por ejemplo muy superior a su vecina Indonesia. Es un país curioso este, multiétnico, multicultural, repartido en 2 mitades muy diferentes, con conflictos con todos los vecinos, y sin embargo, ha sabido salir adelante y gozar de unas condiciones de vida mucho más que aceptables. Aún sufre de bolsas de pobreza y las etnias están juntas pero no revueltas, vamos, que no se mezclan nada o casi nada y sigue habiendo leyes discriminatorias hacia los no malayos (chinos e indios) pero vivir, parecen vivir bien. Son musulmanes, pero no integristas, a pesar de que en la costa E de la península hay intentos por implantar la sharia.

La gente, amable con el viajero por norma general, nos indicó como llegar hasta el centro de la manera más sencilla posible, y primero en tren (moderno y con buen aire acondicionado) y luego en el famoso monorail de Kuala, llegamos a la calle donde estaba nuestro hotel, el Ambassador Hotel. Salimos de la estación de monorail y se nos presentó un dilema ancestral: izquierda o derecha. Optamos por la derecha y, entre rascacielos y hoteles occidentales, intentamos preguntar a la poca gente que nos cruzábamos por la calle, que parecían no tener ni puta idea de que les hablábamos. Lo que ocurre es que esta gente no es capaz de decirte: “No tengo ni puta idea de donde está dicho hotel, váyase usted a la mierda” sino que hacen un invent y te indican mal. Tras 30 minutos con un calor del demonio y cargados con las mochilacas, un noble peseto nos dijo que íbamos en la dirección contraria, y que al salir de la estación deberíamos haber optado por la izquierda. Caras de cabreo, desesperación y maldición. Pero bueno, había que llegar de todos modos, con lo que cada uno impuso su propio ritmo, yo eché a casi-correr, Dueño y Nova cogieron su ritmo y Villa y Lucas se quedaron al paso del caracol que tanto les gusta (algún día habría que cronometrar a Villamor recorriendo una distancia media, es algo a estudiar). Efectivamente, tras otro rato andando llegamos al hotel Ambassador, que no tenía nada que ver con sus hermanos de la calle situados en rascacielos, sino que era un hotel pequeñito y muy moruzo, todo lleno de inscripciones en árabe y con una flecha indicando La Meca en cada habitación. El reparto de habitaciones nos obsequió a Lucas y a mí con una habitación sin ventanas (bastante claustrofóbica) y a Villa, Dueño y Nova con una triple bastante grande y con vistas a la calle.

Bien duchaditos, nos dispusimos a comernos una pizza como nuestras cabezas en el Pizza Hut de abajo, y así lo hicimos, aunque Lucas se pidió un Chicken Roll, dando muestras de su exquisito paladar y gusto por la comida. El comité de turismo se reunió alrededor del mapa de Kuala, y planeamos las visitas para ese día. A las Petronas no era posible que subiésemos, ya que el lunes no abrían y sólo teníamos dicho día para acceder. Además, lo que mola es ver las Petronas, y si estás subido en ellas no se ven, así que nos decidimos a que nuestro primer destino fuese la Torre KL, una torre de telecomunicaciones que domina la ciudad, y desde donde esperábamos gozar de una maravillosa perspectiva de la misma.
Monorraíl mediante, llegamos a la parada más cercana a la torre, cuya entrada estaba metida en un parque que hay que rodear. Yo decidí tirar para la derecha, decisión absolutamente incorrecta ya que acabamos rodeando la manzana entera (y allí las manzanas no son precisamente como las del 36…) y tras Villamor dejar claro que no iba a subir al parque – jungla y 25 minutos seguidos de coñas de Lucas acerca de mi orientación, llegamos finalmente a la puerta de entrada a la torre. Afortunadamente había una oficina de cambio y, pagando el sablazo de entrada, subimos al mirador. Nova y yo nos hicimos la primera foto con locales, que te hacen parecer una atracción de feria o la misma Belen Esteban. 
La verdad es que la vista estaba bien, pero si quitabas las Petronas, no valía demasiado. Así que hicimos un buen reportaje fotográfico de las torres de día y de noche (nos cogió justo el atardecer) y bajamos para disfrutar con el plus que venía con la entrada, que era un simulador de Formula 1. Yo pasé de videojuegos, pero los otros 4 probaron suerte en el circo de la Formula 1. Unos con mejor y otros con peor suerte disfrutaron mientras que yo les hacía fotos. 

Las Petronas, símbolo del esplendor malayo
Satisfechos con la primera visita de Kuala, cogimos un taxi de 4 para los 5 en los que probamos los pequeños que son los coches malayos para que nos dejara en el Central Market de Kuala, que está situado al ladito tanto de Little India como de Chinatown. El mercado era bastante organizadito y más que nada había tiendas de souvenirs para turistas así que ya estábamos dispuestos a abandonarlo para ir a disfrutar del ambiente callejero cuando al final de un pasillo, vimos un sitio donde ofertaban el masaje de pies hecho por peces pequeñitos que te comen las pieles muertas. Tras comprobar cuidadosamente que el tamaño de los peces no sobrepasaba lo que dicta el sentido común (su boca no debe ser mayor que tu dedo meñique del pie por razones más que obvias) a Nova le entro el cague de última hora pero Lucas y un servidor nos atrevimos a remojarnos los pies. Lucas no paraba de partirse el culo pero no aguantaba con los pies metidos más de 5 segundos y a mí también me dió bastante repelús y cosquillas, así que bajo la mirada de asco inmundo de Villa y sus comentarios de desprecio, aguantamos 10 minutillos y nos calzamos con una pequeña decepción en el cuerpo. Fresquitos y contentos, enfilamos hacia Chinatown. 
¡Menuda diferencia con la de Singapur! Multitud de gente, de puestos, de mercancía, de olores, de comidas, de guiris (para que negarlo) nos asaltaron en las abarrotadas callejuelas.

El animado Chinatown de KL
Recorrimos la principal de principio a fin con cuidado de no perdernos, y nos sentamos en una terracita a tomar unas cervezas y un 100%plus para el ciborg. Lucas se encaprichó con un reloj (¿¿Hublot?? Nunca he sido bueno para las marcas) y lo consiguió seguro que por un buen precio. Cansados del regateo y sorprendiendo al grupo, Villa y Lucas se dirigieron al Hotel mientras que Dueño, Nova y yo comíamos en un hawker, que es un patio con puestos de comida alrededor, que suponen las mejores opciones para comer por estas latitudes. Recuerdo unos noodles para Dueño, un curry para nova y un pollo thai para mí, que nos gustó bastante y tenía un precio muy barato. Cansados por el duro día, cogimos un taxi que, a pesar del infernal tráfico malayo, nos depositó en nuestro hotel por un mísero precio. 
Hicimos un poco de vida común en la habitación triple, buscando wifi haciendo acrobacias y viendo que podríamos hacer al día siguiente, ya que la ciudad tampoco parecía que fuese a ofrecer mucho más. Me sobé oyendo el dulce rumor de los botones de la Blackberry accionados por mi compañero de cuarto. En la triple, la noche sería movidita, con Dueñas decidiendo no dormir (otra vez) para hacer una cacería de mosquitos, ducharse, trabajar, jugar al bridge o quien sabe que cosas hará cuando el resto de mundo duerme.

4 comentarios:

  1. Grande Kuala!! vaya nochecita me dieron el del mosquito, la ducha y el vecino con el relec...

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  2. Fue la noche siguiente y nos levantábamos a las 4 de la mañana. Por supuesto, ¡había que trasnochar! Por cierto, esta noche el mosquito picó a mi vecino :)

    De este día me quedo: Primero, con las indicaciones de los locales de KL, digamos Kualenses, para llegar al hotel. Primer Kualense, elegido por Lucas y bien puesto: ese hotel creo que está en Tailandia. Segundo Kualense, el colega taxista del que iba puesto: no existe, pero puedo llevaros (?). Tercer Kualense, guarda de seguridad: no sé en qué número de la calle trabajo, pero me suena que para arriba. Cuarto Kualense, trabajador en una oficina cercana: para arriba sin duda. Quinto Kualense, taxista executive: "My friend, you are on the wrong way". Efectivamente, para abajo.
    Segundo, con las indicaciones de los Kualenses para llegar a la torre KL, que mide 421m (Wikipedia), pero creo que no se ve bien del todo. En una bifurcación, descansando en su moto, un Kualense: izquierda claro ¿por qué preguntas?. Derecha claro ¿por qué preguntamos? Primer no Kualense, posiblemente australiano que tiene pinta de volver de la torre KL: todo recto, primera a la izquierda y la veréis. Verla la veíamos, pero efectivamente, llegamos.

    Conclusión del día: Si vais a KL, preguntad al que lleve gorra de taxista executive o de Mickey Mouse. Y si no, invent!

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  3. Supongo que hablaríais en inglés, ¿no?
    Quien hacía de traductor? No habría problemas de comunicación? El primer anglo-parlante os sacó de problemas...

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  4. No tenían problemas con el inglés, tenían problemas con la orientación. Habrá que echa mano del GPS la próxima vez.

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