Vuelta a los paseos hoyenses después del verano y después de la llegada de Fabiola. Aprovechando una visita express a La Berzosa me di una pequeña vuelta por el entorno del puente de Rolinares o la cabecera del arroyo de Trofa, que viene a ser lo mismo.
Nada más dejar atrás los contenedores de restos de poda me asomé a unos prados tras una tapia de piedras y salió volando una abubilla. Pude apreciar como buscaba comida entre las hierbas ajena a mi presencia. Está claro que esta es residente aqui y que no se irá a ningún sitio.
Seguí hasta un poco antes del puente y giré a la derecha siguiendo la tapia de piedra intentando ver algún otro pájaro en el prado de la abubilla. Tras poco éxito y llegar a la placilla de toros di la vuelta sobre mis propios pasos y seguí el arroyo de Trofas (aún seco pese a las lluvias) en sentido inverso. Ahí si empecé a ver un buen número de mosquiteros, currucas cabecinegras y algún petirrojo, que ya han llegado masivamente a estas sierras. Los mirlos y los petirrojos son claramente los habitantes más habituales de esta zona de Castilla en otoño e invierno.
Crucé el puente de Rolinares y caminé a la derecha por los montes abiertos. Allí oí claramente un canto no habitual pero que ya había oido varias veces por aqui. Una alondra. Me dispuse a encontrarla y me metí campo a través por el herbazal seco, que no luce sus mejores galas en este temprano invierno. Cuando me daba la impresión de que no iba a lograr encontrarla de repende salió de entre las hierbas a unos 10 metros de mi y se posó en lo alto de un enebro, donde me dejó disfrutarla durante unos minutos antes de alejarse. Pude ver como carecía de cresta, tratándose de una alondra totovía y no de una común como ya había visto otros días por La Berzosa.
Me metí un poco más por el monte a ver si veía algo más pero unicamente revolotearon petirrojos y mirlos.
Un corto paseo con una buena recompensa.